Un día cualquiera de 2006-2007 en la más insignificante sucursal bancaria de este país. «Siéntense. Tenemos una gran oferta crediticia sobre la vivienda que quieren comprar. No solo les ofrecemos el cien por cien sobre el valor de la vivienda, sino que podemos ampliarlo (esconderlo) para la compra de los muebles y, por qué no, para la compra de ese coche último modelo en el que seguramente estaban pensando. A pagar en cuarenta años». Éramos todos ricos, bendita ilusión.
En 2006 se suscribieron en España 1,06 millones de hipotecas para la adquisición de viviendas, por un total de 159.916 millones de euros. La hipoteca media era de 150.752 euros. En el mes de enero de 2009 esas hipotecas habían bajado a 54.547; y en enero de 2013 solo sumaban 12.382.
En 2007 se construían en España del orden de 600.000 viviendas y ese mismo año se calculaba un promedio de 550.000 nuevas para el siguiente quinquenio. La compraventa de viviendas en 2007 se había situado concretamente en 616.934. Mientras tanto, en Asturias se habían construido 1.855 en 2007, que bajaron a 345 en 2014. Los últimos datos de Sadei, de 2019, nos dicen que en Asturias se construyeron ese año 913 y en Avilés 53.
El Plan General de Ordenación Urbana de Avilés entró en vigor en agosto de 2006, tras cinco años de estudios y debates. Contemplaba básicamente una actuación para tres millones de metros cuadrados y la construcción de 8.778 viviendas en un millón de metros cuadrados. Solo en el espacio de Gaxín se planteaban 3.531.
Una vista parcial de terrenos pertenecientes al plan urbanístico de Gaxín. MARIETA
Y de repente, el 15 de septiembre de 2008 el mundo conocía el cierre del Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, escenificando la gran quiebra financiera que se llevó por delante los fundamentos de las economías occidentales, sobre todo las basadas en la construcción y en las hipotecas subprime (basura), lo que generó la ‘Gran Recesión’ y el hundimiento de economías como la española, que nunca fue capaz de remontar el vuelo como hicieron otros países. La crisis de la deuda soberana de 2012, que obligó a pedir fondos a la UE para rescatar a esa misma banca que ahora le cierra a usted la puerta en las narices hasta con su propio dinero, ahuyentó a los inversores. Y cuando se empezaban a vislumbrar en España las primeras señales de recuperación de aquellas hecatombes llega la crisis de la pandemia sanitaria y nos devuelve al peor escenario: empobrecimiento general de toda la sociedad, paro, sueldos basura, precarización del empleo hasta límites insoportables para los trabajadores y sus familias gracias a leyes como la de la Reforma Laboral aprobada por el PP y, en fin, una crisis sanitaria provocada por el coronavirus que ha puesto del revés toda la economía mundial.
Inmediatamente se ha empezado a hablar ya del ‘fracaso’ del Plan General de Ordenación Urbana de Avilés por parte de los de siempre, generalmente políticos que han conseguido que les paguemos un sueldo generoso a cambio de un esfuerzo mínimo o inexistente. «Fracaso del PGOU de Avilés». Resumen de esa clase política hueca, pueril, sucursalista de los centros de poder del club de hooligans en el que se han convertido los partidos. Ni una pizca de reflexión. ¡Por favor..!
2008 se llevó medio mundo por delante; 2020 acabó por rematarlo. Y encima el coronavirus ha adelantado de forma exponencial todos los procesos de la nueva era en la que ya estamos inmersos, la revolución de la industria 4.0, la de la digitalización, la inteligencia artificial y la robotización. Y la lucha contra el cambio climático.
Quince años después
¿Qué tiene que ver 2006 con 2021 cuando hablamos de vivienda? ¿Con qué sueldos se acude a solicitar una hipoteca por la que esos mismos bancos del «tira que libras» de antes, exigen ahora el 30 por ciento de aval de esa hipoteca a menores de 35 años que, o no tienen trabajo o ganan una miseria, por debajo de los 1.000 euros o los superan por poco? (Condiciones actuales para conceder una hipoteca: disponer de un ahorro de al menos un 30 por ciento de la vivienda; ingresos suficientes para pagar la cuota; trabajo estable; aportación en algunos casos de avales o garantías extra). ¿Cómo ha cambiado el negocio de los promotores cuando la pandemia exige ahora casas en el campo –recordemos que los ecologistas defendían hasta hace cinco minutos la construcción en altura como fórmula más sostenible–, o como mínimo terrazas amplias y una serie de exigencias relativas a la sostenibilidad de los edificios?
¿Qué PGOU resiste ahora un cambio ante una Administración que tarda años en sacar un texto de reforma adelante, convirtiéndose en uno de los graves problemas de la economía de este país cuando la palabra flexibilidad no existe para esa casta funcionarial que parece estar solo ahí para reclamar que le suban el sueldo, aunque la mayoría de la clase trabajadora tenga el sueldo congelado desde 2008 y da gracias si no le han suprimido hasta las pagas extraordinarias?
Mientras los partidos políticos se dedican a «otras cosas», a distracciones propias de su casta –en Avilés hasta a promocionar a gente que jamás se ha distinguido por aportar algo al bienestar de la sociedad, incluso con premios y distinciones avalados por entidades ‘serias’ que causan sonrojo–, este país es incapaz de afrontar la reforma de una Administración convertida ya en una pesada losa que frustra desarrollos económicos en los territorios y añade su incapacidad para flexibilizar los fundamentos de, por ejemplo, planes urbanísticos como el de Avilés. Las castas política y funcionarial de este país se muestran tan felices y tan fuera de la realidad que empiezan a ser ya insultantes.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 28 de noviembre de 2021