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José María Urbano

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El gran engaño

Final dramático de un proceso de venta fallido y en el que Alcoa es la gran responsable del cierre de la planta avilesina

Nunca ha habido un inversor para la fábrica de San Balandrán, solo interés por la refusión para sesenta empleados

 

La historia de lo que ha sido un engaño masivo ya no da más de sí y Alcoa se habrá salido con la suya: cerrar la planta de aluminio primario de Avilés –seguramente también la de Coruña– y eliminar así la competencia a su negocio, que seguirá explotando allá donde más le interese para beneficio de sus accionistas. El anuncio de la presentación inminente de un expediente de extinción de contratos para los doscientos cincuenta trabajadores de la fábrica de San Balandrán solo era cuestión de días, apenas de semanas. El administrador concursal lo único que ha hecho es constatar lo que ya se sabía: no hay negocio, no hay dinero en caja, no hay ingresos y la deuda sigue en aumento. Solo el pago a la Seguridad Social se sitúa en los 300.000 euros al mes. No hay salida.

En un momento en el que el drama ha llamado a la puerta de la plantilla de trabajadores como primeros damnificados y a toda la comarca de Avilés, que pierde una de sus señas de identidad industrial desde hace más de setenta años, es fácil dejarse llevar por la rabia y la impotencia para buscar y señalar «a los culpables». Pero conviene establecer bien los grados de responsabilidad.
Nadie debería tener duda de que el gran responsable de este cierre y de esta historia fallida es Alcoa, la multinacional norteamericana que no solo recibió la empresa estatal prácticamente regalada, sino que durante años tuvo una bonificación de la tarifa eléctrica que le permitió recoger unos cuantiosos beneficios que nunca empleó en modernizar y diversificar la planta. Cuando esa bonificación llegó a su fin, no tardó ni un año en anunciar su marcha de Asturias (que nadie olvide que lo que anunció fue un cierre en toda regla, no una venta), una decisión que retrasó durante algunos meses debido a las presiones que recibió hasta entrar definitivamente en el proceso de venta.

Alcoa eligió un comprador, Parter, y no admitió que nadie le llevara la contraria, pese a que lo único que se sabía a ciencia cierta es que se trataba de un fondo de inversión, no de un grupo industrial. Forzó a la plantilla y al Ministerio de Industria y a los gobiernos de Galicia y Asturias, como miembros de la comisión de seguimiento de la operación, junto con los sindicatos, a asentir en su decisión y en aquel momento todo el mundo lo dio por bueno, simplemente porque parecía que los problemas desaparecían con la entrada de un nuevo propietario. Alcoa –que también fijó unilateralmente los plazos para cerrar el caso– se mostraba incluso dispuesta a ayudar con una importante cantidad de dinero para hacer frente a los gastos de la nueva etapa, cosa que hizo.

Y a partir de ahí, la ruina. La ruina moral de un comprador, Parter, que en el tercer día hábil del que dispuso buscaba ya la venta a un tercero, un grupo creado casi ex profeso para lo que luego se convirtió en un asalto en toda regla por parte de una presunta banda de delincuentes, tal y como ha determinado la Audiencia Nacional, que llegó a practicar varias detenciones y mantiene imputados a sus responsables.

Una de las numerosas manifestaciones protagonizadas por los trabajadores de Alcoa. Foto: M. R.

Alcoa se lavó las manos y solo cuando vio que el asunto pasaba a mayores en una sala judicial se dio por aludida y presentó meses después, en agosto de 2020, una denuncia como actor engañado por Parter, quizás porque no es descabellado que un juez le tire abajo toda la operación desde el principio y la obligue a reiniciar el proceso. Difícil, sí, pero no imposible, aunque el daño ya esté hecho.

A partir de ahí, el Ministerio de Industria, la Xunta y el Principado iniciaron una carrera para buscar un nuevo inversor que hiciera una apuesta por las dos plantas. Y ahí entra el segundo capítulo de ese engaño masivo: hacer creer a los trabajadores y a la sociedad asturiana y gallega en general que «había varios inversores interesados». Lo mejor hubiese sido decir la verdad: no hay ningún inversor dispuesto a entrar en las dos plantas de Alcoa de forma completa. Sí ha habido algún empresario, que incluso se paseó por Avilés, dispuesto a hacerse cargo única y exclusivamente del negocio del horno de refusión, lo único que funciona hoy en esas plantas y es rentable. El problema es que eso se saca adelante con una plantilla de sesenta personas, no con las 250 actuales.

Y punto final, por muchas vueltas y muchas declaraciones de la ministra y de los consejeros durante todo este tiempo. Ni hay inversor ni lo va a haber porque nadie va a querer encender las cubas electrolíticas, que son el corazón del negocio de las dos plantas. A su estado general hay que unir su obsolescencia tecnológica y el disparatado coste de la energía, causante inicial de todos los problemas y al que este Gobierno no ha dado solución hasta ahora, con un estatuto de las electrointensivas que llegó tarde y mal.

Se han cometido muchos errores desde el principio. Se ‘dejó’ que Alcoa se saliera con la suya y eligiera a Parter como comprador en vez del grupo Quantum, que planteaba un proyecto industrial concreto para Avilés. Pero claro, la política va por otro camino, y sobre todo en Asturias, que somos tan grandones siempre: solidaridad. Proyecto conjunto para Coruña y Avilés como gran objetivo. Si se hubiese aplicado el sentido común, posiblemente hoy estaríamos hablando de la planta de Avilés salvada, que fue el planteamiento de Quantum, con un plan industrial claro y asumiendo toda la plantilla sin recortes, con tiempo para buscar a continuación otra salida para Coruña. Ahora, cierre para las dos. Un cierre muy solidario, eso sí.

Aunque a toro pasado es muy fácil hacer análisis, sí parece fuera de toda duda de que ni a nivel nacional ni regional se ha demostrado un especial interés en salvar la planta de aluminio de Avilés, lo que contrasta con la disposición y el empeño en buscar salida a otras empresas cuya trayectoria causa rubor.

Lo único que cabe exigir ahora es que la plantilla se vaya a casa con las mejores condiciones económicas (en su día renunciaron a la excelente oferta de Alcoa para abandonar la empresa, precisamente porque optaron por apostar por el futuro de la fábrica), a la espera de que haya un milagro a modo de compensación por el daño causado a estos trabajadores y a la comarca de Avilés.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 2 de enero de 2022

Editado el 3 de enero de 2022

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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