Si alguien piensa que el problema de Saint-Gobain que se ha suscitado estos días consiste en el posible ajuste de cuarenta empleos, si alguien cree que la decisión de la multinacional francesa se puede comparar con el cierre de una pizzería en Gijón –como alguien ha lanzado a través de las redes sociales–, permítanme, con todos los respetos y mi apoyo a los afectados, que están fuera de la realidad.

Esto no va de la pérdida de cuarenta empleos. Esto va de lo que puede ser un indicio del principio del fin de una multinacional en Avilés mientras no dé señales de una apuesta clara con un plan industrial y de inversiones serio, y que por lo tanto va a seguir destruyendo el tejido industrial de Asturias y de este país. Porque al final esto tampoco irá de cerrar una planta que da empleo a centenares de trabajadores de forma directa, sino que arrasará el trabajo de las auxiliares, acabará con el importantísimo transporte asociado, menguará todo el sector servicios, arruinará a familias que viven y gastan aquí: viviendas, comercio, colegios, hostelería, automóvil, gasolineras…

De todo eso va Saint-Gobain y el inicio de lo que parece una seria amenaza de cierre en Avilés si antes no hay una reacción firme, inmediata, sin complejos, ante una dirección francesa que se ha olvidado de su propia esencia como compañía en España, aunque ahora sólo le interese satisfacer la insaciable avaricia de una serie de accionistas, que curiosamente cuentan en la propia empresa avilesina con algunos directivos dispuestos a traicionar la memoria de quienes levantaron esta planta de La Maruca y la defendieron con uñas y dientes hasta convertirla en un gran referente del grupo con sede en París.

La actual dirección de Recursos Humanos, que estos días está traicionando los principios de quienes por definición están llamados a exhibir ante los trabajadores cuestiones tan esenciales como la comprensión, la empatía, el diálogo y la búsqueda del acuerdo –frente al comportamiento exquisito de su plantilla y las de las auxiliares–, deberían repasar las páginas que escribieron un buen número de directivos para mantener en pie esta fábrica y a la vez convertirse en referentes para la propia compañía.

La presencia de trabajadores a la entrada no impide el cumplimiento estricto de los servicios mínimos. MARIETA

No es nuevo el intento de Saint-Gobain de iniciar el camino del cierre en Avilés. Ya lo intentó hace años, cuando en base a un informe presentado por la consultora Mackinsey, había decidido centrar toda su producción de vidrio en Francia y Alemania. En aquel momento, fueron directivos de la planta avilesina los que respondieron y argumentaron técnicamente para demostrar que aquella decisión iba a ser un error. Y ganaron la partida.

Hoy, los actuales responsables harían bien en repasar lo que significó para Saint-Gobain la presencia de directivos y técnicos extraordinariamente bien preparados y comprometidos, proyectados en algún caso a los más altos cargos de la sociedad. Aquí están algunos nombres que se pueden citar y no son los únicos. José Antonio Soto, director en Avilés, más tarde en Portugal y responsable de la división de auto en España. José Antonio Coto y Víctor Urdangaray al frente de CIDA, uno de los trece centros de I+D+i de la compañía francesa en el mundo, que hace años decidió cerrar pese a sus éxitos incontestables. Maurice Lemaille, otro de los recordados directores del centro. Pedro Casariego, primero en el CIDA, luego director del float en Avilés y posteriormente jefe de asuntos sociales en Madrid. Julián García Cañedo, director de fábrica antes de la separación en las dos divisiones de construcción y auto. Bernardino Pellitero, responsable de Sekurit, artífice de las ampliación, automatización y renovación total de esa división. La saga de los Anchústegui, padre e hijo, éste ocupando actualmente un puesto de responsabilidad en Francia. Armando García Viejo, director administrativo y financiero en la sede de Madrid. Ormaechea, que fue director en Avilés y luego gerente de Cristalería Española en nuestro país. Javier Colmenares, actual responsable de Construcción en Europa, tras empezar en el CIDA de Avilés e implantar posteriormente nuevos proyectos de automatización. Y la lista de nombres es más amplia: Charles, Gullón, Cobo, Ceñal…

Hoy, por una situación coyuntural de la caída de la fabricación de coches, en medio de un contexto de crisis económica por la pandemia sanitaria y la invasión rusa de Ucrania, Saint-Gobain se plantea un ajuste de cuarenta empleos en Avilés –sesenta en Arbós, Tarragona–, pero casi todo el mundo sabe que la medida va mucho más allá y que solo es la continuación de una operación iniciada hace años cuando la dirección optó por ‘desnaturalizar’ la planta de Avilés, desmantelando la línea 3 de Sekurit, coincidiendo con su apuesta por Marruecos, con el traslado de nuevos modelos a Polonia, o con la última decisión de centrarse en el vidrio para repuestos. Y sobre todo, con el silencio sobre apuestas concretas, que pasan por anunciar inversiones en un nuevo horno y fortalecer de nuevo la división de auto. De todo esto evitó hablar ayer el señor Piqueras, responsable de Sekurit España, el que en redes sociales frivolizó con que «el futuro está en Marruecos y algunos no se quieren enterar», y que en la entrevista publicada ayer por LA VOZ –seguramente el comité de empresa podrá poner en evidencia sus contradicciones y medias verdades–, evitó ir más allá de la necesidad de ajustar la plantilla.

Hoy, Avilés debe tener todo esto en cuenta ante la convocatoria de la manifestación de los trabajadores este mediodía ante el Ayuntamiento. No es un problema de 40 excedentes, que nadie se engañe. Habrá que confiar en que todo el mundo sepa estar a la altura de las circunstancias en la respuesta.