Desde el respeto a todas las opiniones, a uno le sorprende esta fiebre repentina por los derechos humanos en Qatar.
El domingo se inauguró el Mundial de fútbol de Qatar y a estas alturas todo el mundo sabe que estamos ante una decisión tomada en su día bajo el peso de los sobornos en el seno de la FIFA y que va a ser utilizado, ya lo está siendo desde hace meses, para intentar el blanqueo de un régimen que conculca los derechos humanos y en el que se han cometido atrocidades con los inmigrantes que se han encargado de la construcción de los estadios. Todo lo demás, con un régimen feudal en contra de los derechos más elementales de los seres humanos, ha sido ampliamente difundido. Por si faltaba algún detalle, en el acto inaugural se sentó en el palco de autoridades el heredero al trono y primer ministro de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, instigador del descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul, en octubre de 2018. Hace unos días, Joe Biden incumplió su promesa electoral y a partir de ahora rige en Estados Unidos la inmunidad para el príncipe saudí por este asesinato. El gas, el petróleo y la guerra de Ucrania mandan, of course.
Como telespectador de la ceremonia inaugural del Mundial me quedé con las ganas de que los dos presentadores de Televisión Española nos apuntaran una mínima pincelada del mensaje del actor Morgan Freeman y de su diálogo con el influencer qatarí Ghanim Al-Muftah. Y lo mismo del discurso del jeque Tamin bin Hamad al-Thani. Para decirnos que en la ceremonia había aparecido el ‘Naranjito’, mejor se hubieran ahorrado el viaje.
Las reacciones a este Mundial de Qatar también son conocidas, todas respetables, aunque a uno le sorprenda en este momento un cierto ardor patriótico por parte de muchas personas que ya han anunciado que ellos no van a ver ningún partido por la televisión o que lo que tenían que hacer las selecciones mundiales era boicotear directamente el campeonato. Opiniones respetables.
Yo sí voy a ver los partidos de fútbol. Simplemente porque me gusta el fútbol, ver lo que pasa en ese rectángulo de juego en el que once contra once atletas se disputan la victoria. Y salvo que TVE nos retransmita otra cosa (vaya a usted a saber lo que puede pasar), al final estaré viendo unos partidos más de fútbol, como los que puedo observar en el Bernabéu, en el Camp Nou o en El Molinón.
Pero eso sí, desde hace tiempo sé, porque me he preocupado por ello para saber y conocer el mundo en el que habito, que Qatar es mucho más que este Mundial de fútbol y que el mismo régimen que conculca los derechos humanos hace años que está presente de forma activa en nuestra economía, de una manera sobresaliente, hasta el punto de que si no fuera por los fondos soberanos de éste y otros países que le igualan o le superan en ese desprecio por los derechos humanos, a lo mejor la economía de este país hace tiempo que hubiese hecho crack.
Así que está bien que cada uno reaccione a su manera, siempre y cuando hayamos analizado antes que el fondo soberano de inversión de Qatar, el Qatar Investment Authority, a partir de sus enormes beneficios conseguidos con el petróleo y como mayor exportador de gas del mundo, con unos fondos de más de 450.000 millones de euros, maneja esta cartera:
En España, después de cincuenta años de relaciones bilaterales, el fondo de inversión qatarí tiene los siguientes intereses, que se sepa:
El pasado 17 de mayo, el emir de Qatar anunció en Madrid inversiones de su país en España por valor de 4.720 millones de euros para diversos proyectos, se supone que para ayudar a los que se han presentado o se vayan a presentar para aprovechar los fondos europeos.
Ignoro si alguien ha reaccionado alguna vez o piensa hacerlo ante todas esas empresas y sus respectivas marcas para “castigar” a Qatar, de la misma forma que ahora alguno ‘boicotea’ los partidos televisados del Mundial en señal de protesta.
Me queda la misma duda de nuestra posición ante los productos chinos, sabiendo que ese país conculca los derechos humanos tanto o más que Qatar con su población. Pero no he visto tampoco en este tiempo movimientos de boicot ante China, quizás porque, según se ha llegado a decir, el país asiático es poseedor del 20 por ciento de la deuda española, o lo que es lo mismo, es el que nos permite seguir pagando las pensiones, por ejemplo, y que el sistema económico no se vaya por el sumidero.
China es, junto con Estados Unidos, el país que más contamina en el mundo. Aquí, en Europa, en España y en Asturias, nos cansamos de exigir que los productos chinos, como los rusos o los turcos, paguen un ‘ajuste en frontera’ para compensar al menos el esfuerzo que los países europeos sí hacen en sus procesos de descarbonización y que así las empresas puedan competir en igualdad. Está muy bien la petición. Pero yo no he visto a ningún político español, ni tampoco asturiano, denunciar que los productos siderúrgicos chinos, por ejemplo, entran con absoluta naturalidad importados o admitidos por empresas públicas o estamentos públicos. No hablamos de relaciones comerciales entre privados, que también deberíamos hacerlo, sino del ámbito público.
Derechos humanos. ¿Nos acordaremos de ellos cuando uno se va de vacaciones a La Habana y bien de mañana se dispone a enfrentarse a un suculento desayuno en el Hotel Nacional al que los cubanos no pueden acceder salvo para fregar platos, ponerse detrás de la barra del bar a servir mojitos o a ejercer de ascensorista?
Yo sí voy a ver los partidos de fútbol. De hipocresía no quiero hablar.
(Los jugadores de Inglaterra e Irán, al inicio del partido que les enfrentó, hicieron hoy con sus gestos contra los regímenes qatarí e iraní más que todos los ‘bloqueos’ que se puedan hacer con el mando a distancia del televisor desde la comodidad de la sala de estar de cada uno).
Avilés, 21 de noviembre de 2022