¿Qué se puede añadir al concepto que uno pueda tener de una persona si el resumen es que estamos hablando del genuino representante de la bondad?
Nada más que decir. Eugenio Bueno llegaba a la Redacción de La Voz de Avilés hace casi medio siglo y solo con su sonrisa ya nos enviaba a todos un mensaje de bonhomía, de quietud, de fraternidad. Entraba en el despacho del director, dejaba allí los trabajos de la semana del ‘Jueves Literario’, muchas veces acompañado de Marián Suárez, otras veces de José Manuel Feito, y con el mismo silencio, como si no quisiera molestar, y con la misma sonrisa se despedía de aquel grupo de profesionales y de aspirantes que intentábamos abrirnos paso en el apasionante y complicado mundo del periodismo.
Eugenio Bueno era la bondad. Lo fue como maestro con sus alumnos durante toda su vida, lo fue con sus amigos del alma, llenos de poesía y de sensibilidad, lo fue con todos los grupos sociales que le pidieron una colaboración, lo fue con todos los que le conocíamos y presumíamos, sino de su amistad (concepto, hoy, bastante devaluado), sí de su cercanía. Le delataba siempre su sonrisa y su quietud. Y con esa quietud y esa sonrisa nos confortaba a todos.
Hoy hablé en el tanatorio con su hija Carmen y con su esposa María Eugenia. Poco que decir. Lágrimas por la pérdida. Pero el inmenso consuelo de la unanimidad: se nos ha ido una grandísima persona. Un hombre bueno al que le delataba siempre esa sonrisa permanente y su ejemplo de dedicación y entrega a los demás en una sociedad en la que cada vez se hace más difícil encontrarte a un Eugenio Bueno que te desarme por sus cualidades de extraordinaria persona.
No es una frase más: Eugenio, te echaremos de menos, aunque no olvidaremos nunca tu sonrisa de buena persona.
Avilés, 29 de noviembre de 2022