Avilés es una muestra de que el pesimismo asturiano no se explica solo por los efectos de las grandes reconversiones
Cuatro décadas de reconversión muy duras han mellado la opinión de los asturianos sobre sí mismos. Abogo porque los asturianos volvamos a creer en nosotros mismos». La frase la pronunció el miércoles el presidente del Principado, Adrián Barbón, en el transcurso del brillante acto organizado en el Club de Regatas de Gijón por EL COMERCIO con motivo del 145 aniversario de la fundación del decano de la prensa asturiana. El presidente del Ejecutivo regional hizo un repaso general a todas las cuestiones que se le plantearon y que fueron el reflejo de las inquietudes de una sociedad que busca certezas, más que nunca, en un mundo que hoy solo es capaz de trasladar las incertidumbres que se ciernen sobre un futuro seguramente mejor, pero que de momento asisten a una transición cuya dureza afecta directamente al eslabón más débil de la cadena: el de las familias de la clase media y trabajadora.
El presidente del Principado, en su intervención del miércoles en Gijón. J. C. ROMÁN
Tiene razón el presidente del Principado. Cuatro décadas de reconversiones en Asturias sirvieron para acabar con uno de los sustentos de su prosperidad, primero con el cierre de las minas –más de 25.000 trabajadores a los 1.000 de hoy–. Más tarde con la gran reconversión siderúrgica –de la Ensidesa de 1974 con 27.143 trabajadores a la de hoy con menos de 5.000–. Son los datos fríos. Se podrá hablar luego de la evolución de la economía asturiana, que ha sido muy potente y ha mostrado una gran resiliencia, pero es evidente que solo esas dos reconversiones –y no fueron las únicas– han marcado el declive, primero, y más tarde la dificultad para remontar y salir de las posiciones que nos mantienen en la banda media-baja del ranking nacional de cualquier parámetro.
A mi modo de ver, el presidente del Principado obvió en su análisis sobre ese pesimismo astur algún aspecto que es clave, visto, por ejemplo, desde Avilés: la falta de credibilidad de la clase política, la endogamia de los partidos, converti
dos hoy en oficinas de colocación de lujo para «los nuestros» y, finalmente, el espectáculo insoportable al que esa misma clase política nacional nos está sometiendo a diario a los ciudadanos. Ya ni se esconden.
Vayamos a Avilés. El martes, se reunían en Oviedo el presidente del Principado y la alcaldesa de Avilés para repasar las peticiones de la ciudad de cara al próximo mandato de cuatro años.
-Acceso de la autovía del Cantábrico por La Carriona y rotonda de Buenavista. ¿20-25 años de espera?
-Rotonda en Llaranes para acceso al PEPA y al barrio y eliminación
de semáforos. Gran novedad.
Y a partir de ahí, enumeración de proyectos-peticiones sin más compromisos: una sede de Sekuens en Avilés, la Manzana del Talento y Emprendimiento en Valliniello y el Centro Tecnológico del Hidrógeno. Planteado y oído.
¿Qué espera el presidente del Principado, la alcaldesa y el PSOE de Avilés sobre el optimismo-pesimismo de los avilesinos cuando el centro de FP de La Grandiella no tiene puesto todavía ni un ladrillo? Un centro que no figuraba en ninguna parte y que el día después de un avance de los presupuestos regionales alguien se lo tuvo que sacar de la manga para disimular el nulo reflejo en las cuentas de las cosas de Avilés. Hablamos de FP, después de que otros gobiernos regionales socialistas aseguraran hace más de treinta años que Avilés sería la sede de la formación profesional asturiana como contrapartida a que el mundo de las TIC –iniciado en Asturias en un despacho de la antigua biblioteca de la avilesina calle Jovellanos– se llevara a Gijón, como tantas otras cosas. Y para muestra, que ahora se «saque de un cajón» del Principado un informe que habla de fusionar los puertos pesqueros de Avilés –tercer puerto del Cantábrico, quinto del país– y la hasta ayer mismo quebrada rula gijonesa.
¿Qué van a pensar los avilesinos de la segunda fase de la Escuela de Arte, una escuela que se sacó adelante tras un golpe encima de la mesa cuando la consejera de turno del Gobierno regional socialista dijo que no había dinero para Avilés y que luego rectificó a regañadientes? ¿Dónde está el proyecto de la segunda fase de esa Escuela Superior de Arte de Asturias si ni siquiera se han conseguido unos accesos que nos alejen del tercermundismo? ¿Qué fe se puede tener en el desarrollo del suelo de Baterías cuando proyectos mucho menos importantes que éste nos hablan de horizontes de cuatrocinco años para salvar los trámites burocráticos de una Administración que sólo parece avanzar en el cada vez mayor número de empleados públicos sin que el ciudadano que los sustenta sepa para qué?
Son solo unos pequeños ejemplos. Es cierto que esta ciudad, sola, sin apoyos regionales ni nacionales, fue capaz en su día de diseñar un modelo de futuro, sí, el Modelo Avilés, gracias a un tejido industrial, definitivamente anclado a la innovación, que ha situado a Avilés como un referente mundial en los nuevos sectores de la economía de vanguardia, con el añadido de todos los alicientes de una ciudad milenaria que pelea y va ganando la batalla de la modernidad, dentro de su tamaño y escala. Solo hay que salir a la calle y disfrutarla. Otra cosa es la ausencia de proyectos novedosos e ilusionantes, del tamaño que sean, como por ejemplo el futuro del Real Avilés, con un equipo de gobierno municipal que solo se acuerda de él cuando hay una cita importante y hay que acudir al palco para hacerse la foto. ¡Qué cortedad de miras!
Al final, creo, honesta y humildemente, que el presidente del Principado tomará nota para su próxima reflexión sobre todas las razones del pesimismo astur y especialmente las que arrastra esta ciudad en solitario.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 24 de septiembre de 2023