El presidente del PP de Asturias pierde el congreso de Avilés sin haber explicado qué plantea para esta ciudad
Nadie debería enojarse si se define la deriva histórica del PP de Asturias y de Avilés como un sainete, un teatro menor, una pieza teatral y musical breve, que satiriza personajes y situaciones de actualidad insertos en una historia de enredos. Será mejor obviar el sonido de las dagas voladoras del PP de Gijón en donde conviven bajo el mismo paraguas personas que ni siquiera se dirigen la palabra cuando se cruzan por un pasillo, o las interioridades de Oviedo, en donde también hay argumentos para una novela y no de ciencia ficción precisamente.
El sainete del PP de Asturias y de Avilés está regado de nombres propios que por unas razones o por otras «salieron por la ventana», independientemente de que hubiesen llegado a los cargos a través de unas elecciones, un congreso o por la decisión ‘a dedo’ vía Madrid-Oviedo. En Avilés se puede decir que todo empezó cuando en 1987 el Pleno del Ayuntamiento aprobó por unanimidad la operación de compra de la antigua Curtidora para convertirla en un ‘hotel de empresas’ aprovechando la posibilidad de contar con fondos europeos.
Hoy, un ejemplo de éxito reconocido en todo el país. De aquella operación surgió el falso ‘escándalo de La Curtidora’, alimentado desde Oviedo por «los de siempre» y comprado rápidamente por el PP, que contando con colaboración local, llegó a proponer en la Junta General del Principado la retirada de las competencias urbanísticas al Ayuntamiento de Avilés. Una ópera bufa, un esperpento en el que colaboró el entonces presidente del PP regional, Isidro Fernández Rozada, que se «perdió» por los pasillos de la Junta y ni siquiera participó en la votación que, por supuesto, no aprobó aquel ataque directo a la autonomía municipal.
Aquel disparate le costó a Avilés y al PP local la dimisión de su presidente, Pedro Solís –una persona ejemplar en todos los sentidos– y de tres concejales (de seis) que quisieron mantener su dignidad por encima de todo. A partir de aquel momento, la historia del PP de Asturias y de Avilés está regada de traiciones, de amores de cinco minutos desvanecidos por intereses personales, mayormente económicos a medida que ha ido pasando el tiempo.
Los nombres de Ignacio Domínguez Gil, María José Hurlé, Raimundo Abando, José Emilio Bretón, Concepción Álvarez Ordóñez, Joaquín Aréstegui, Agustín González, Joaquín Santiago, María Jesús Andrés Barrientos, Manuel Peña, Carmen Maniega, Francisco Álvarez-Cascos, Sergio Marqués, Mercedes Fernández, Luis Venta, Teresa Mallada, Francisco Zarracina, Constantino Álvarez, Alfonso Araujo… y otros que prefiero no citar por respeto a su memoria, representan el caos permanente del PP de Avilés, bombardeado casi siempre desde dentro y desde Oviedo.
Y ahora, en pleno 2024, el presidente del PP regional, Álvaro Queipo, primero secretario general con Teresa Mallada y más tarde su sustituto tras un nuevo ‘dedazo’ de Génova, une su futuro en Avilés a una candidata, Esther Llamazares, que fiel a su particular curriculum político de perder todas las elecciones, acaba de cosechar la mayor derrota del PP en los últimos años en el congreso local ante un sector crítico encabezado por una exconcejala que, como el resto del grupo municipal (2019-2023), fue despedida sin contemplaciones y sin explicaciones por parte de quien se autoerigió en la auténtica y casi única líder del PP avilesino tras superar en el último minuto los efectos de su enfrentamiento con el presidente del partido, Pedro de Rueda, y tras convertir la alfombra roja a Teresa Mallada cada vez que venía a Avilés en el silencio más absoluto cuando vio que empezaban a moverle la silla a la expresidenta de Hunosa. Puro tacticismo político.
Álvaro Queipo despreció una candidatura de unidad que le fue ofrecida por el sector crítico de Avilés, al estar seguro de que las cien fichas que la ‘cocina ovetense’ del partido –expertos en captación inmigrante, ¡paradojas de la vida!– había sumado al PP de Avilés en vísperas del congreso iba a ser suficiente para arrollar. Esther Llamazares perdió el congreso y tras proclamar que todo se había desarrollado con limpieza y ejemplaridad, en cuestión de horas impugnó el congreso por «gravísimas irregularidades», que nadie de la mesa que presidió ese congreso –por supuesto, afines a ella y a la dirección regional– fueron capaces de plasmar en sus actas.
El presidente del PP de Asturias ha cosechado en esta ciudad un sonoro fracaso, que se une a la ausencia total de una sola idea que el partido que él preside tenga sobre Avilés. Su intervención al final del congreso del que salió derrotada su candidata, se resumió rápido: «unidos vamos a ser mejores» –a buenas horas– y la retahíla ya habitual siguiendo la consigna diaria de Madrid: Pedro Sánchez, Adrián Barbón y ahora Adriana Lastra, culpables de todos los males. El discurso habitual, pero sin una referencia a los proyectos del PP para Avilés, su visión de futuro, sus apuestas, su modelo de ciudad, su capacidad para resolver problemas, su influencia en la clase empresarial y social… Queipo y la dirección nacional del PP sabrán lo que quieren hacer en Avilés y si van a aprovechar la labor de un nuevo equipo local que ha sido elegido por sus militantes, no por el ‘dedazo’ habitual en este partido. De ellos, Oviedo-Madrid, depende poner fin o no a su histórico y peculiar sainete.
Cualquier periodista que se precie presume íntimamente de contar con las mejores fuentes de información. Hoy, con el fallecimiento de José Manuel Poncet, puedo desvelar que tuve en él la mejor fuente en el sector del zinc –directivo de AZSA cuarenta años– y el del medio ambiente. Se ha ido un sabio en lo suyo, con una desbordante personalidad, buena persona, disfrutón de la vida, aplicando siempre el sentido común. Un lujo haberle tenido como fuente de información privilegiada y como amigo.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 1 de septiembre de 2024