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José María Urbano

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Antonio Trevín, el maestro

Ocupó los cargos más relevantes de la política en Asturias, fue el alcalde que creó el Llanes moderno, pasó de destacado diputado nacional socialista al ‘exilio del gallinero’ en el Congreso, pero siempre mostró el orgullo de ser sobre todo un maestro de escuela

No recuerdo ni el día ni las circunstancias en las que nos conocimos. Él ya era una personalidad en la política como concejal destacado en el Ayuntamiento de Llanes y posteriormente como delegado provincial de Educación. Pero si hay una fecha que marcó nuestra relación y el inicio de un vínculo personal mantenido hasta el día de ayer fue la de noviembre de 1994. Como presidente del Principado inició un viaje institucional para cuidar una de sus obsesiones, la atención a la emigración asturiana, y a mí me tocó cubrirlo para LA VOZ DE AVILÉS. En cada uno de los días que duró aquel viaje tuve la oportunidad de descubrir a ese maestro de escuela empapado de la realidad del territorio, de los detalles del campo, de la pesca, de la industria, de la educación; de las penurias del emigrante asturiano que en la mayoría de los casos no ha triunfado y vive sus carencias arropado por los centros asturianos; de la política efectiva de la negociación que se ve menos, pero que existe o existía en aquel tiempo. Y además, de una persona que también tenía tiempo para la conversación ante un buen habano y un ron con coca cola.

Acudió al Palacio de la Revolución, en el que Fidel Castro le obsequió con una cena oficial en la que hubo tiempo para hablar de agricultura, de la reconversión siderúrgica, pero también de ‘gestiones personales’ para interceder por algún preso político, algo de lo que no se habla ni cuando las gestiones han fructificado, como fue el caso. Acudió en Caracas al Palacio de Miraflores, a la Casa Rosada de Buenos Aires y al Palacio de la Moneda de Santiago de Chile. Tuvo entrevistas al más alto nivel. Pero seguramente de donde salió más satisfecho fue de su encuentro con la multitud de asturianos y sus descendientes pertenecientes a los centros asturianos de La Habana, Caracas, Buenos Aires y Santiago de Chile. De aquellas reuniones, de aquellos discursos, se salía con lágrimas en los ojos, entre promesas de “no os olvidamos”. Y Antonio Trevín, con el paso de los años, nunca se olvidó de aquella promesa, como bien se sabe en esta región.

Me hicieron llegar que tanto él, como presidente del Principado, como los miembros del Ejecutivo regional que le acompañaron, elogiaron mi trabajo sobre aquella visita, posiblemente en el medio asturiano más humilde de los que formaron parte de aquella experiencia. Y a partir de ahí se puede decir que empezó nuestra relación cercana, coincidente en tantas cosas, con detalles de cariño que se han mantenido siempre.

Dos anécdotas de aquel viaje.

Cuando en 2004 le nombraron delegado del Gobierno, aceptó mi petición y me concedió su primera entrevista oficial para EL COMERCIO, que hicimos en su despacho de alcaldía de Llanes cuando ya empezaba a meter sus cosas personales en cajas para trasladarlas a su nuevo destino. En ese tiempo, confió en mí para llevar a cabo una de sus iniciativas para la concesión de la Medalla al Mérito del Trabajo en su categoría de plata para el subdirector de EL COMERCIO, el recordado José Antonio Rodríguez Canal. Y más tarde hizo lo mismo para la concesión de la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo al empresario Daniel Alonso, entregada en marzo de 2011 en el Ayuntamiento de Avilés con la presencia del ministro de Trabajo Valeriano Gomez. En aquel acto, Antonio Trevín desveló que siendo un niño, cuando vivía con su familia en Piedras Blancas, su padre llevaba a reparar la caja de su camión al incipiente taller que Daniel Alonso tenía en La Maruca.

En aquel viaje hubo tiempo para descubrir también el carácter ‘disfrutón’ de Antonio Trevín, que tuvo tiempo para compartir con la prensa un ron con coca cola y desvelarnos, después de escenificar el ritual de cómo se servía, que el mejor ron del mundo en aquel momento era el Zacapa guatemalteco y uno de sus comercializadores sobresalientes era un asturiano con casa en Llanes, a donde acudía todos los veranos. Recordé aquello cuando años después, ese emigrante asturiano organizó su fiesta anual de agosto en su casa y se encontró con que no había Zacapa en toda Asturias, hasta que los propietarios de la avilesina Supercash, Pepe Muñiz y Alfredo González, le sacaron del apuro porque ellos eran los únicos que lo comercializaban entonces.

De los habanos de Trevín sólo puedo contar su ‘vicio’ tras una buena comida y la leyenda -nunca le pregunté al respecto- de que el propio Fidel Castro le hacía algunos envíos.

En el aspecto político creyó siempre que tenía en su poder una herramienta de transformación social desde la construcción y la negociación, captando las necesidades reales de la ciudadanía y aplicando la creatividad para diseñar soluciones innovadoras, como hizo en Llanes. Lo de los Cubos de la Memoria, de Agustín Ibarrola, forma parte de la historia de la villa turística asturiana.

Trevín fue además una pieza fundamental en la historia del socialismo asturiano, siempre desde la lealtad, incluso cuando lideró la llamada ‘tercera vía’, como alternativa al superpoder del SOMA y los renovadores de su amigo Vicente Álvarez Areces. Pero jamás se permitió el lujo de hacer la más mínima crítica fuera de los órganos internos del PSOE. Fue diputado en el Congreso, de 2011 a 2017. En la primera etapa formó parte de la Comisión de Interior como portavoz, destacando una vez más por su talante moderado y negociador. Fue ‘defenestrado’ internamente con la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno (él había apoyado a Susana Díaz en las primarias y apostó, con Javier Fernández, por no impedir que Rajoy formara gobierno mediante la abstención del PSOE) y pasó a ocupar un escaño en el conocido como ‘gallinero’, a donde van a parar los diputados que solo cuentan para las votaciones.

Nunca se le oyó una crítica pública. Las anécdotas de aquel periodo las dejó Trevín para que sus amigos difrutáramos con ellas, adornando las sobremesas de las comidas a las que nos convocaban de vez en cuando amigos de dentro y fuera de su partido.

Nunca abandonó la política, pero al final de su carrera profesional aceptó la oferta que le hizo el empresario Macario Fernández para que se sumara a la empresa Asturiana de Laminados, uno de los grandes productores del mundo en zinc laminado. Realizó una gran labor, estuvo muy a gusto y llegó la hora de la jubilación. Hasta que un día, en una de esas comidas de amigos, en las afueras de Oviedo, nos dijo que se iba a presentar de nuevo a las primarias del PSOE en Llanes con el objetivo de volver a ganar y finalizar su vida política como alcalde. El PSOE ganó las elecciones, pero no gobernó. Lo demás es historia. No merece la pena entrar en detalles en este escrito de recuerdo y homenaje.

Con Antonio Trevín desaparece uno de los políticos más importantes de esta región tras haber desempeñado los cargos institucionales del Principado más relevantes y siendo uno de los acérrimos defensores de la política útil, basada en atender las necesidades y el bienestar de la ciudadanía , con generosidad, con diálogo y con visión a largo plazo.

Y finalmente, con la humildad de quien siempre presumió de ser, por encima de todo, un maestro de escuela.

Ayer, en la capilla ardiente instalada en Presidencia del Principado, recordé estos detalles mientras me despedía de un amigo con los que la vida me ha premiado. Adiós Antonio, siempre estarás en el recuerdo. Y gracias por haberme dado la oportunidad de compartir contigo las cosas y los valores importantes de la vida.

Avilés, 24 de julio de 2025

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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