Más de 20 millones de toneladas de CO2 a causa del fuego nos recuerdan la histórica lucha medioambiental de Avilés
Hacía veinticinco años que no se registraban en España tal cantidad de emisiones de CO2 a la atmósfera como consecuencia de los incendios forestales: más de veinte millones de toneladas desde el mes de enero de este año. A punto ya de devastar cuatrocientas mil hectáreas de terreno –dejando al margen el número de fallecidos, desalojados y pueblos arrasados–, los incendios de los últimos quince días en nuestro país, con Asturias y el Noroeste como grandes damnificados, dejan otra secuela no menos importante, que tiene que ver con la salud de las personas.
El volumen de emisiones de carbono acumulado desde el mes de enero hasta agosto se ha elevado a esos veinte millones de toneladas, cuando el año pasado, en las mismas fechas, había sido de 2,5 millones. En una región como Asturias, y más en concreto en una ciudad y una comarca como Avilés, se conoce bien el impacto que tienen esas emisiones de CO2 en forma de partículas en el aire, las famosas PM2.5 que popularizaron durante años con sus denuncias casi diarias el Colectivo Ecologista y responsables como Fructuoso Pontigo Concha, ‘Fruti’, que, todo hay que decirlo, llevaron en ocasiones los datos de Avilés hasta la exageración, algo reconocido por ellos mismos. Pero que fueron claves para crear una conciencia medioambiental en la sociedad que fue calando hasta el día de hoy.
Entre el 10 y el 19 de agosto, en las zonas afectadas por los incendios, sobre todo las del Noroeste, se contabilizaron 50 microgramos de esas partículas por metro cúbico de aire, muy por encima de los parámetros marcados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que las fijan en 5 microgramos por metro cúbico de aire.
Los datos, tanto de las hectáreas devastadas por los incendios como de la concentración de CO2, los acaba de hacer oficiales el servicio europeo de datos climáticos Copernicus, el programa de observación de la tierra de la Unión Europea, que coordina y gestiona la Comisión Europea y en cuya ejecución colaboran los estados miembros, la Agencia Espacial Europea (ESA), la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (Eumetsat), el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo, las agencias de la UE y la empresa Mercator Océan. (No, aquí no hay bendodos, ni ‘expertos’ en facebook y X, ni negacionistas voxianos).
Sin obviar que una parte muy importante de esos incendios han sido provocados, en algunos casos por intereses económicos, National Geographic recuerda que la World Wildlife Fund (WWF) insiste en que aunque en las últimas décadas el número de siniestros se ha reducido gracias a una mayor conciencia social sobre su impacto económico y ecológico, su intensidad ha aumentado de forma alarmante. La comunidad científica ya habla de incendios de sexta generación o megaincendios, caracterizados por su capacidad de propagarse, potenciada por factores como el cambio climático.
El desastre de los incendios, medido también en su influencia en la salud de las personas, viene ahora a irrumpir, que no a detener –salvo enésimo invento de Trump y rendición de la UE–, las políticas de descarbonización que se están llevando a cabo en Asturias. En 2023, último año con datos totales, las ocho grandes industrias asturianas sujetas al Régimen de Comercio de Derechos de Emisión emitieron 10 millones de toneladas equivalentes de CO2, lo que supuso una reducción del 57 % respecto a 2005. Avilés vuelve a ser protagonista en este caso, ya que de esa cantidad, un 43 % correspondió a emisiones de procesos productivos intensivos en carbono, difíciles de descarbonizar, como son el acero, el vidrio, el coque o los fertilizantes. En el caso de ArcelorMittal, tomado siempre como referente en nuestra región, hay que significar que en 2024 logró reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 10 por ciento, para hacerlo en un 35 por ciento con la inversión actual del horno eléctrico de Gijón Y si finalmente se consiguiera el DRI, las emisiones bajarían un 50 por ciento.
Avilés, que sigue siendo la gran ciudad-comarca industrial pese a las crisis y a los cierres, no ha sido nunca ajena a los problemas de salud generados por la contaminación, en tiempos en los que había una menor sensibilidad medioambiental y en los que siempre se ponía en el fiel de la balanza la continuidad de las empresas y la creación de empleo y riqueza.
En todo caso, hoy, cuando se nos dan a conocer los alarmantes datos de los incendios y su relación con la salud, es un buen día para poner de manifiesto el enorme sacrificio que hizo esta ciudad durante años para soportar en solitario y con escasa solidaridad regional la contaminación generada por una industria que en su día fue el motor económico del Principado de Asturias, léase Ensidesa. Y también Asturiana de Zinc, Endasa-Inespal, Cristalería Española o Enfersa. Y la apuesta desde la primera Corporación democrática de Avilés presidida por Manuel Ponga Santamarta para plantear e iniciar los extraordinarios proyectos que supusieron la limpieza de la ría, el saneamiento integral de la ciudad y actuaciones como la del cinturón medioambiental de Valliniello, la zona más castigada por la contaminación industrial en aquel tiempo. Hablamos de 1986.
La calidad del aire no figura hoy entre las preocupaciones de los avilesinos, debido en parte al cierre de algunas instalaciones que en su día eran un foco de contaminación. Pero no está de más hacer un recordatorio de la larga travesía que hizo esta ciudad para alumbrar la realidad de hoy, admirable por tantas cosas.
(En la imagen. un avión sobrevuela una zona ardiendo en Degaña. EP)
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 24 de agosto de 2025