Una historia de arraigo industrial en la que el compromiso con el territorio puede ser una estrategia de futuro
¿Qué nos deparará el desayuno informativo de mañana? ¿Una nueva sacudida geopolítica, una decisión económica o tecnológica que reordene el mercado, o una crisis que vuelva a poner en evidencia la fragilidad europea? En este escenario de sobresaltos e incertidumbres crónicas cada vez más habituales, hay apuestas empresariales que, hechas con visión de largo plazo, siguen dando frutos. Avilés y su comarca y Asturias lo saben bien. Puede parecer un contrasentido cuando vemos que un ‘mal despertar’ del inquilino de la Casa Blanca puede provocar directamente la crisis de una empresa avilesina (Windar es el último caso en energías renovables), pero aún así no se debe descartar el valor del arraigo territorial como estrategia de futuro.
Hace unos días fue noticia la compra del negocio de aramidas de DuPont, que incluye las marcas Kevlar y Nomex, por parte de la compañía estadounidense Arclin, filial del fondo de inversión The Jordan Company. La operación, cifrada en unos 1.500 millones de euros, implica que el nuevo propietario pasará a gestionar el terreno, los edificios y las infraestructuras del complejo de Asturias. DuPont por su parte seguirá gestionando desde aquí el centro de servicios global, que incluye finanzas, recursos humanos, tecnologías de la información, compras y logística, atención al cliente y otros. Y seguirá con los emplazamientos de Barcelona y Tarragona.
¿Qué va a hacer Arclin en Tamón? ¿Va a invertir para modernizar, innovar, mantener o incluso ampliar la capacidad productiva en Asturias, o buscará optimizar costes, tal vez automatizar o incluso trasladar parte de la producción? Se impone esperar, aunque la primera opción parece la que tiene más visos de prosperar.
Pero mientras tanto, volvamos a DuPont y a su historia en Asturias desde que se anunció su inversión en 1989. Recibida con recelo en un tiempo en el que una instalación química provocaba el rechazo de una sociedad impactada por grandes desastres medioambientales como el de Bhopal en India, Seveso en Italia, Chernobil, Rusia entonces, o Exxon Valdez en Alaska, la llegada de la multinacional norteamericana venía a paliar en parte los efectos de una reconversión industrial que se estaba llevando por delante a cientos de empresas y miles de puestos de trabajo.
Los recelos iniciales se mantuvieron durante años, en muchos casos por desconocimiento de la realidad de la empresa. Algunos políticos, como suele ocurrir, no ayudaron a despejarlos. Pero poco a poco, DuPont empezó a demostrar que no venía solo con un proyecto industrial, sino con el empeño de dejar una huella que trasciende su propia estructura empresarial. La relación abierta y permanente con la comunidad de propietarios más cercana; una nueva cultura del trabajo con el fomento de los equipos internos que gestionaban su propia composición; todo lo relacionado con la seguridad a través de DuPont Sustainable Solutions (DSS), antes de su escisión en 2019, con clientes como Arcelor; un modelo de sostenibilidad y cuidado del medio ambiente en el espacio del complejo industrial con actuaciones sobresalientes como el humedal de La Furta. O la ruptura de la imagen tradicional de las grandes empresas, cuando el primer director general del emplazamiento, William Walker, abría su despacho en una caseta prefabricada con una mesa, un ordenador, dos sillas y poco más, incluido el termo del café que él se traía de casa y que ofrecía a sus visitantes. O la oportunidad para decenas de universitarios asturianos, que tuvieron la opción de completar su formación en otros países o a plantearse su carrera profesional fuera de Asturias. Y, en fin, la oportunidad para decenas de pequeñas y medianas empresas que empezaron a formar parte del ecosistema creado por DuPont, más la apertura de la compañía para colaborar con todos los estamentos y entidades regionales, algo en lo que ha profundizado sobre todo la actual presidenta, Ángela Santianes. Todo ello hizo que no solo se salvaran los recelos iniciales, sino que pasara a formar parte por derecho propio del listado de las grandes compañías industriales del Principado.
Además, la profesionalidad, el rigor, la discreción y a la vez la cercanía de nombres propios que forman parte de la historia de DuPont en Asturias: Germán Lastra, Bill Walker, Enrique Macián, Pascual Sixto y Ángela Santianes. O el empuje de personas como Pedro de Silva, Paz Fernández Felgueroso o Juan Carlos Ovejero, tanto en el IFR como luego en la propia compañía. Sin olvidar las ‘caras amables’ al frente de las relaciones externas y comunicación, empezando por Marisa Loredo, Kiko Suárez, Eduardo Menchaca o Carmen Cortés en la actualidad.
Y queda una tercera cuestión, posiblemente la más importante para tratar de sacar alguna conclusión en el actual contexto mundial. Todos los cambios originados en el emplazamiento de DuPont en Asturias en estos treinta y cinco años, incluidas algunas ventas y cierres de negocio no sólo no fueron en detrimento del empleo y del valor empresarial, sino que ambos conceptos se reforzaron, con compañías que siguen en Asturias e incluso en el mismo emplazamiento de Tamón. Se demuestra con los datos.
– DuPont contrató en su día a CSC (tecnologías informáticas) con 12 empleados . Hoy, bajo el nombre de DXC, tras la fusión de CSC y Hewlett Packard, suma 1.300 personas.
– Axalta (revestimientos), de 115 a 400 trabajadores.
– Chemours (química), de 35 a 170.
– IFF (nutrición y salud), de 130 a 300.
– Corteva (agricultura), de 300 a 425.
-Magnera (no-tejidos), de 64 a 100.
– Celanese (ingeniería), de 74 a 100.
– Qnity (división de electrónica), se escindirá de DuPont a 1 de noviembre, con 78 empleados.
– Complejo de Tamón hoy: 340 hectáreas, espacio compartido con tres empresas más y 200 contratistas que le dan servicio. 640 empleados más 70 ETTs, 46% mujeres, 54% hombres, 43 años de edad media, 28 nacionalidades.
A partir de ahora se inicia una nueva etapa tras la entrada de Arclin en Asturias, que provoca el inevitable desasosiego que conllevan todos los cambios. DuPont ha demostrado que su compromiso territorial ha ido mucho más allá del márketing corporativo y sin duda nos deja como legado la importancia de mantener e incrementar los vínculos de territorios industriales como el Principado y una comarca como la de Avilés con sus empresas. Y esa puede ser una buena fórmula para afrontar con una cierta garantía el tiempo de incertidumbre y de volatilidad global al que nos enfrentamos a diario. Sin duda, DuPont le marca el camino a Arclin.
Salvo los descerebrados que le siguen, aquí y allá, los destrozos que está causando el incalificable presidente de Estados Unidos en el mundo, a todos los niveles, también llega a Avilés. La cruzada que ahora ha iniciado contra las energías renovables, cancelando licencias, permisos y hasta proyectos que ya estaban en construcción en un ochenta por ciento, llega a Asturias en forma de crisis. La posible suspensión del proyecto Avangrid New England de Iberdrola –8.000 millones de dólares– ha repercutido en uno de sus mayores proveedores, Windar Renovables, obligada a presentar un expediente de regulación de empleo que va a afectar a setenta trabajadores. Aquí no hay solución cuando el vínculo territorial de una empresa lo destroza un iluminado que amenaza al mundo en todos los sentidos con sus decisiones.
(En la fotografía, imagen general del emplazamiento de DuPont en el valle de Tamón. Foto: Marieta).
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 21 de septiembre de 2025