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José María Urbano

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KODAK Y SU BOTÓN

Las enormes posibilidades de Avilés para afrontar la transición energética exigen adaptarse y evolucionar para aprovechar lo que nos ofrece hoy su tejido industrial

Todas las escuelas de negocios del mundo han estudiado el lema que encumbró a una de las multinacionales que nació en el siglo XIX, se desarrolló y triunfó en el XX y llegó a la quiebra en el XXI. «Usted aprieta el botón y nosotros hacemos el resto». Kodak. Todo lo importante que sucedió en el mundo tuvo el sello de Kodak: la llegada a la Luna, las fotos de la Primera Guerra Mundial, la tecnología OLED, el cine (nueve Oscar por méritos tecnológicos) y un pequeño rincón de nuestras casas, aquel en el que guardábamos su cámara y sobre todo sus carretes. La compañía creada por George Eastman en 1889 consiguió situarse casi como un monopolio al liderar el ochenta por ciento del mercado de la fotografía. Una historia de éxito, decenas de miles de trabajadores, ganancias multimillonarias y la sensación de que aquello no tendría fin. Hasta que llegó Fuji, la empresa japonesa que fue capaz de entrar en el mismo mercado, pero haciéndolo más barato. El lema empresarial de toda la vida: adelántate en el mercado con algo innovador, sácale rendimiento y espera a que alguien venga a hacer lo mismo que tú, incluso mejorado, y más barato. Y luego vuelve a reinventarte.

Kodak murió de éxito porque primero dio la espalda a los avances tecnológicos que llegaban con el mundo digital y cuando se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde. En 2012 anunció su bancarrota y no tuvo más opción que vender sus patentes a un consorcio formado por Apple, Google, Facebook, Samsung y Microsoft. ¿Les suena? Kodak obtuvo por aquellas patentes 525 millones de dólares, cuando esperaba recaudar por ese concepto la cifra redonda de 2.000 millones.

Todos deberíamos mirarnos hoy en el espejo de Kodak. A la espera de que el sentido común se imponga en el Gobierno que preside Pedro Sánchez y de que su ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, aparque su fundamentalismo para permitir que este país no vaya a la ruina destrozando su actual tejido industrial para poder cumplir así un calendario de descarbonización que sólo está en la imaginación de la propia ministra y de este Gobierno, ciudades como Avilés o regiones como Asturias deberían profundizar con urgencia en esas fortalezas que nos permitirían sustituir nuestro actual ‘status’ industrial por otro más innovador, más sostenible, capaz de subirnos a la imparable y cada vez más exigente sociedad de la inteligencia.

Pese a que la ministra Ribera y el Gobierno que la sustenta ha renunciado, hasta ahora, a esa labor pedagógica indispensable para que la sociedad asuma los retos del futuro y hasta los sacrificios que puede demandar esa transformación obligada en la lucha contra el cambio climático, nadie debería entretenerse en otra cosa que no fuera ir dando pasos en el aprovechamiento de lo que tenemos y buscar fórmulas que generen nuevas oportunidades para la creación de riqueza y empleo. Podremos pedir una transición energética prudente, pero eso no debería ser óbice para no comprender que el cambio que se nos avecina va a ser radical, profundo y con una rapidez nunca vista.blog-astillero-ria-aviles

Avilés, su comarca, independientemente de los discursos fatalistas de los que opinan sin haberse interesado por profundizar medio centímetro en la realidad cercana, es un caso de estudio en España y en la Unión Europea porque es difícil encontrar un territorio de este tamaño en el que confluyan cinco multinacionales industriales, de ellas dos líderes mundiales, sin contar otras de rango no mucho menor, nuevos sectores en energías renovables –y volvemos a hablar de referentes mundiales como Windar/Grupo Daniel Alonso, Asturfeito o Hiasa/Gestamp–, más multinacionales de servicios avanzados, como DXC Technology, centros de I+D como el de ArcelorMittal –trece en todo el mundo, al frente de los cuales está Nicolás de Abajo, responsable del de Avilés–, el ITMA, un centro creado ex profeso por iniciativa de Vicente Álvarez Areces como compensación por la reconversión siderúrgica, y proyectos como la Manzana del Acero, con la capacidad de arrastre que tienen para la captación de nuevas empresas, integrados en el Parque Científico Tecnológico Isla de la Innovación. Sí, ese que provoca la risa y el sarcasmo en los mismos que nos dicen que el modelo a seguir es el de Noruega, de la que nos cantan sus excelencias como sociedad adelantada, pero que ocultan que su riqueza está basada en la explotación del petróleo crudo, el gas de petróleo y el refinado de petróleo, además de los metales, la minería, los productos químicos… y, sí, también el pescado fresco.

Pues bien, con ese capital que nos otorga todo lo que ya tenemos, hay que buscar fórmulas para conseguir un mayor aprovechamiento. Si todo lo fiamos a que esas empresas sigan más o menos en activo como hasta ahora, el final de muchas de ellas no será lejano. Uno ignora cuál debería ser la fórmula, pero algo habrá que inventarse –no sé si el Ayuntamiento, el Principado o un lobby ‘ad hoc’– para buscar la complicidad y la colaboración de todas estas compañías para que sigan sumando en este territorio, con nuevas inversiones, nuevas apuestas por procesos tecnológicamente cada vez más avanzados, pero también para que ayuden a que nuevos agentes, nuevos emprendedores, aprovechen su presencia para crear otros nichos de negocio.

Para profundizar y avanzar en cosas y conceptos en los que ya se trabaja, incluso en algunos made in Avilés, como por ejemplo los parabrisas ‘inteligentes’ de los coches, que «nacieron» en el CIDA de Saint Gobain; en el mundo del 3D o el grafeno, en los que ArcelorMittal Avilés ha dado pasos importantísimos (¿por qué no animarse a profundizar en los polímeros de grafeno para hacer baterías más potentes para los coches eléctricos?); en las posibilidades de la diversificación del aluminio (automóvil, construcción y hasta en las tapas de los yogures); lo mismo que en el zinc o en los materiales avanzados de DuPont. Todas estas empresas nos introducen en el mundo de los nuevos materiales, la agricultura, la nutrición, la sanidad (hay un gerente del Área III que sabe de qué va esto, ya lo puso en práctica en Andalucía), la electrónica, la seguridad, protección del hogar, alimentación animal, energías eólica y solar y hasta en la cada vez mayor categoría de un astillero, el Ría de Avilés, que se ha convertido en referente en la reparación de buques (el del buque hospital Juan de la Cosa es el último ejemplo).

En una región como la nuestra, en la que hasta se han concedido medallas a «empresarios» que cogieron las subvenciones y se marcharon fuera, se necesita un esfuerzo por aprovechar lo que tenemos y la ayuda que nos puedan prestar las grandes máquinas tractoras industriales y de innovación con el fin de hacer una transición energética que nos permita una evolución ambiciosa, pero ordenada, de forma que nadie se quede por el camino.

Kodak pagó caro su conservadurismo y su reticencia al cambio y su bancarrota nos dejó una lección que deberíamos aplicar en Avilés: adaptarse a los tiempos y evolucionar. De lo contrario, asistiremos a la caída de muchas ‘kodaks’.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 23 de diciembre de 2018

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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