Detrás del éxodo juvenil de Asturias están las claves de una situación que solo se puede resolver si se afrontan desde la base los problemas reales que la provocan.
Asturias ha incorporado en los últimos tiempos una serie de palabras que forman parte ya de todos los discursos oficiales, programas políticos y declaración de intenciones empresarial. Talento es una de ellas, problema demográfico, otra. Retener el talento para paliar el problema demográfico se ha convertido en un mantra invocado por todo el mundo.
El Principado, tierra de emigrantes, ve con preocupación el ‘exilio’ involuntario de muchas personas, jóvenes sobre todo, que se ven abocados a salir fuera para intentar buscar un trabajo que les permita iniciar su proyecto de vida sin el paraguas familiar. Y no se trata de esas salidas voluntarias, tan necesarias profesionalmente en la mayoría de las ocasiones, sino de la única opción para encontrar esa estabilidad que aquí no logran.
Nuestra región, en la comparativa con el resto de comunidades autónomas, figura posiblemente como uno de los mejores lugares en los que se puede vivir en este país. Lo tenemos casi todo: somos el Paraíso Natural y todo sabemos que eso no es un simple eslogan, sino una realidad que conocemos, compartimos y disfrutamos.
El martes pasado, sin ir más lejos, el presidente del Principado abogaba en la apertura del curso académico de la Universidad de Oviedo por un «pacto por el talento», aprovechando el salto tecnológico que va a suponer una vuelta de tuerca más en la carrera de la tecnificación: la implantación del 5G. Y el mismo Adrián Barbón ponía en valor la creación de la Consejería de Ciencia, Investigación y Universidad, el objetivo de alcanzar un 2 por ciento en la inversión en I+D+i y la necesidad de colaboración de la iniciativa pública y privada. Discurso impecable, propósitos encomiables.
El problema es que se necesitaría también hacer un análisis con un alto grado de realismo, que debería conducirnos a saber de qué estamos hablando cuando lanzamos esa idea de retener el talento. Vayamos a lo concreto. Todos sabemos que el primer objetivo de un joven que aspira a independizarse, a hacer su vida, es el de lograr un salario que le permita hacerlo en unas condiciones dignas. El llamado salario emocional también es importante –asuntos como la conciliación, la flexibilidad, trabajo desde casa, formación, posibilidad de promoción, etc–, pero la clave está en el salario económico.
Cada uno de nosotros sería capaz de describir situaciones que impiden esos proyectos de vida. Todo el mundo podría hablar de lo que sucede en su propia casa o en su entorno. Un ejemplo clásico y real. Un joven de 26 años, de Oviedo, ingeniero industrial, más dos años de un máster de ingeniería, uno en Gijón y otro en Suecia, más la realización de prácticas de media jornada en una multinacional. Tras buscar en el mercado, una empresa le ofrece un trabajo en Asturias con un sueldo de 500/600 euros al mes. (No hace falta recordar que el salario mínimo de este país está establecido en 1.050 euros en doce pagas). Y, como tantos otros, la rechaza y se va a Madrid. Con su curriculum le contrata enseguida una potente empresa de construcción, que le paga mensualmente el 60 por ciento de un contrato en prácticas, o lo que es lo mismo, 24.000 euros al año. Al segundo año, el 75%, que supone un sueldo de 30.000 euros anuales, más una subida del convenio de un tres por ciento. Ejemplos como este, insisto, los que queramos.
La Universidad de Oviedo tiene varios programas de prácticas, uno de ellos es el de prácticas externas mediante un convenio de colaboración entre la propia Universidad y las empresas. Básicamente se requiere que el joven haya concluido sus estudios en los últimos cuatro años, sabiendo que una vez finalizado el periodo estipulado ya no podrá renovar ese contrato y la empresa, si lo necesita, deberá contratar a otra persona de similares características. A mi modo de ver, un claro error porque si la empresa hace un esfuerzo para que el joven se forme y si este ha adquirido las destrezas necesarias en su puesto de trabajo, no parece normal que al año, o antes, tenga que irse. Pero en fin, vayamos al salario económico, el que de verdad necesita ese titulado de la Universidad –titulados, hay que remarcarlo– para iniciar su carrera profesional y personal. Los datos se refieren, por orden, a las últimas prácticas ofertadas por la Universidad de Oviedo en diversas empresas de la región. Arquitecto, 400 euros al mes; ingeniero industrial, 700; ingeniero eléctrico, 630; grado de Administración y Dirección de Empresas, 630; ingeniería electrónica industrial y automática, 400; ingeniero de minas-máster en ingeniería de minas, 630; doble grado de matemáticas y física, 800; ingeniería aereoespacial, 630 euros. Es decir, una titulación de la Universidad de Oviedo no ‘vale’ ni el salario mínimo. Y por otro lado, las empresas, que tanto se quejan de que no encuentran los ‘perfiles’ adecuados, no nos han dicho todavía si el problema no estará en que lo que no son adecuados son los salarios y las condiciones laborales
Hace poco, esa misma queja empresarial venía del mundo de la hostelería. «Faltan profesionales». ¿No será que esos profesionales han decidido abandonar el sector tras comprobar que sus contratos de cuatro horas en algunos casos sirven para prolongar su jornada laboral durante doce horas o más y que los sueldos ni siquiera les convierten en mileuristas? ¿Cuánto gana en Asturias un MIR de primer año, un profesional que ha estado doce años preparándose? ¿Por qué se van los MIR de Asturias a otras comunidades? ¿Cuál es el sueldo de muchos profesores interinos? ¿Por qué la Formación Profesional, en el momento que se analizan los datos ‘micro’ tiene tantas lagunas todavía? ¿Por qué no se ha desarrollado por parte de la Administración regional la FP Dual? ¿Están los empresarios dispuestos a pagar a los alumnos de FP para que «aprendan trabajando», no «trabajando para aprender»? Sí, ya sabemos todos que la Universidad de Oviedo tiene poco dinero. Y que el presupuesto regional del Principado ya está gastado casi por entero el día 1 de enero de cada año, quedando una mínima cantidad para inversión productiva. Ya sabemos que muchas empresas tecnológicas basan su éxito ante la competencia global en una productividad basada en sueldos a la baja.
La solución a todos estos problemas es la clave del desarrollo económico y social del futuro. Y ante la precariedad presupuestaria, la salida habrá que buscarla en la colaboración con las grandes corporaciones, a las que hay que convencer para que apuesten por Asturias. Pero también habría que estar permanentemente planteando proyectos en la Unión Europea, aprovechando por ejemplo la Estrategia 2020, clave para el crecimiento y el empleo, que requeriría, claro, que la maquinaria administrativa del Principado no dejara de trabajar y justificara su alto coste. Otras cuestiones como el acceso a la vivienda o el precio de los alquileres darían para otro capítulo. Pero mientras no se tengan en cuenta todas estas cosas, hablar de retener el talento y corregir el problema demográfico no dejará de ser un ejercicio voluntarista, un ‘déjà vu’ que a la larga solo crea frustración.
Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 15 de septiembre de 2019