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José María Urbano

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ALCOA SE REINVENTA AHORA CON APPLE

Las empresas piden en España un margen de tiempo para que su esfuerzo en innovación no sucumba por los efectos de una transición medioambiental injusta.

Ahora que Alcoa nos ha hecho tristemente a casi todos en esta región expertos en aluminio –su deleznable comportamiento en Asturias puede quedarse en un juego de niños si finalmente se decide a cerrar sus plantas de San Ciprián, en Lugo–, nos viene bien para hacer una nueva reflexión sobre el enfrentamiento que se ha generado entre el Gobierno de Pedro Sánchez, su dos ministras de Transición Ecológica e Industria, y el conglomerado empresarial de la industria de este país, con especialísima relevancia en Asturias por los motivos sobradamente conocidos.

Al final, todo se reduce a una cuestión de tiempo. Frente a una descarbonización exprés que propugna la ministra Teresa Ribera y el presidente, en funciones para algunas cosas, Pedro Sánchez, se encuentra el resto del mundo: comprensión y aceptación de la emergencia ante la gravedad del cambio climático, pero a la vez reclamación imperiosa de un tiempo que permita concretar en medidas efectivas el extraordinario esfuerzo que están realizando las empresas en I+D+i para que sus procesos productivos se plasmen en ese objetivo de cero emisiones a la atmósfera. Mientras en otros países, la mayoría, tienen claro que la defensa de la actual industria y de los fundamentos de su economía son claves para asegurar el empleo y la riqueza, aquí tenemos la sensación de que se gobierna de espaldas a esa industria. Y esa política en Asturias, una región a la cola de tantos índices económicos –por mucho optimismo tuitero y linkediano que le echemos al asunto– amenaza con llevarnos a la irrelevancia.

En Avilés hace muchos años que sabemos que para producir una tonelada de aluminio primario se necesita procesar cuatro toneladas de bauxita, que generan un buen número de residuos tóxicos, entre ellos el barro cáustico. La bauxita es el mineral de donde se saca más aluminio, un 20/30% en masa, y se consigue a través de la minería a cielo abierto, con graves daños en los territorios de procedencia, como Guinea, Brasil, Jamaica o Australia. La producción de aluminio primario provoca millones de toneladas al año de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, y gases que están presentes también en la lluvia ácida, como el óxido de azufre y óxido de nitrógeno, con especial incidencia en la desaparición de la masa forestal. ¿Alguien se cree que la desaparición del espectacular bosque de la playa de Xagó que algunos disfrutamos no hace tantos años fue casual? Finalmente, la producción de aluminio necesita una gran cantidad de energía (supone el 40% de los costes de su producción) y agua.

Vayamos al presente. Apple, posiblemente el icono de la modernidad en el mundo, anunciaba hace unos días la compra del primer aluminio que se produce sin carbono para utilizarlo en las carcasas para muchos de sus dispositivos electrónicos, incluidos iPhones, Apple Watches y ordenadores Mac. Ciento treinta años después nos anuncian una novedosa producción de aluminio que emite oxígeno y elimina todas las emisiones directas de gases de efecto invernadero del proceso de fundición tradicional.

¿Quién está detrás de esta innovación? Sorpresa: Alcoa. La multinacional norteamericana se asoció con un rival de la envergadura de Rio Tinto, buscaron una alianza con los gobiernos de Canadá y Quebec, más la participación de Apple, y juntos crearon Elysis con un fondo de 144 millones de dólares. Se espera comercializar esta nueva tecnología en 2024 desde su sede en Canadá.

Lo paradójico de este anuncio es que nos habla de la misma empresa que se ha ido de mala manera de Avilés y que amenaza con hacer lo mismo en su doble planta de aluminio primario y alúmina de San Ciprián, en Lugo, que supondría un desastre de incalculables consecuencias en la Mariña lucense y en toda Galicia, sobre todo si se le suman los problemas de la ex-Alcoa en La Coruña, Ferroatlántica y el anunciado adelanto del cierre de la central de Puentes de García Rodríguez.

¿Qué nos dicen Apple y Alcoa y Elysis? Muy simple: que las empresas y muchos países están mentalizados de que hay que avanzar en la apuesta por la innovación para conseguir procesos de producción y nuevos materiales que nos conduzcan al objetivo de cero emisiones.

El problema solo es el tiempo. Nadie en su sano juicio puede ir de radical en este asunto porque una política que no tenga en cuenta lo que está pasando en el mundo en este momento nos lleva a la destrucción de miles de empresas, de millones de empleos, al crecimiento de los populismos y nacionalismos, a la multiplicación sin fin de los grandes movimientos de la población, en donde hoy se contabilizan 17 millones de refugiados, 33 millones de desplazados y 232 millones de migrantes.

Hablamos en este caso de los datos macro, en los que desde Asturias poco se puede hacer en un tiempo en el que el libre comercio que ha dominado las relaciones desde el final de la Segunda Guerra Mundial están cambiando de forma vertiginosa, desde el mismo momento en que instituciones como la Organización Mundial de Comercio (OMC) cada vez están más cuestionadas por la incertidumbre general creada por enfrentamientos como el de China y Estados Unidos.

¿Qué se está pidiendo en Asturias por parte de las empresas en este sentido? Sobre todo tiempo. Que multinacionales como ArcelorMittal, Asturiana de Zinc, Thyssen y una larga lista de potentes compañías del metal estén anunciándonos cada día sus nuevos descubrimientos para mejorar sus procesos de producción en el aspecto medioambiental, debería sonrojar a un Gobierno que no ha sido capaz ni de cumplir con sus promesas. Las ministras de Transición Ecológica y de Industria, tras el desastre de la subasta eléctrica de hace unos días, propugnaban alternativas tan ‘novedosas’ como los contratos PPAs (Power Purchase Agreement), o lo que es lo mismo la compraventa de electricidad entre un consumidor y un productor independiente. Pero es que eso es lo que acaban de hacer EdP y Arcelor para el aprovechamiento de los gases de los hornos y baterías de Gijón y desde luego no necesitaron al Gobierno para nada.

En cambio las ministras sí deberían responder, porque es de su incumbencia, a cuestiones como estas: ¿Por qué la industria paga el déficit tarifario? ¿Por qué paga los costes extrapeninsulares, cuando se habían comprometido a dejarlos en cero? ¿Por qué se financia y se comprometen rentabilidades del 7,3% al inversor de eléctricas y no se hace lo mismo con la industria y sus inversiones para financiar su transformación ‘verde’?

Asturias, paraíso natural, paraíso industrial, paraíso empresarial de referencia mundial en I+D+i no necesita discursos supuestamente progresistas sobre el cambio climático –algún día habrá que hablar de la hipocresía de esta sociedad–, sino ideas claras sobre la economía y la industria que necesitamos y que queremos para alcanzar ese gran objetivo de un mundo más justo, más sostenible y más habitable para todos.

Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 29 de diciembre de 2019

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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