La UE inicia un bombardeo legal para limitar el poder de los gigantes tecnológicos norteamericanos, acusados de prácticas monopolísticas, pero la apuesta es ambigua y llega tarde
Los GAFA anuncian 28.000 millones más de beneficios en un trimestre de parálisis económica mundial
¿Quién no ha caído en la tentación de comprarse una pulsera de actividad, amarillo fosforito, en ese momento en el que todos nos lanzamos a los 10.000 pasos diarios para mantenernos en forma? Una pasada: lo conectamos a nuestro smartphone y a nuestro portátil y le damos todos los datos que nos pide con tal de que controle nuestra actividad, pero también, por qué no, nuestros alimentos, el ritmo cardiaco, las horas de sueño y hasta el control del ciclo menstrual en ellas; vamos dando pasos y la utilizamos para hacer pagos NCF en el supermercado, nos alerta de que tenemos un correo electrónico, y ya puestos, contestamos las llamadas de teléfono, muñeca en alto, pegada a la boca, sintiéndonos por un momento como el agente 007. Connery o Moore llamando a Raquel Welch. De cine. Fitbit, que es la empresa que creó ese reloj inteligente, es una sociedad norteamericana, con sede en San Francisco. Tuvo tal éxito que ‘murió’ por eso. Se la ‘merendó’ Google por 2.100 millones de dólares para poder competir con el Apple Watch de los de Cupertino, los de la manzana.
El pasado miércoles, cientos de millones de norteamericanos asistieron en directo a uno de los espectáculos televisados más interesantes de los últimos tiempos. Durante cinco horas pudieron ver el interrogatorio al que fueron sometidos cuatro de los hombres más conocidos del mundo por parte de la Comisión Antimonopolio del Congreso estadounidense sobre las tácticas empleadas para dominar la economía digital de este planeta.
Trece meses después de investigaciones y con más de 1,3 millones de documentos encima de la mesa, se trataba de que, bajo juramento, comparecieran los máximos responsables de Apple, Tim Cook; Amazon, Jeff Bezos; Google, Sundar Pichai; y Facebook, Mark Zuckerberg. Lo hicieron de forma telemática. Dicen que sufrieron, bebieron agua, se aflojaron el nudo de la corbata, sudaron… Y al final respiraron tranquilos porque más o menos saben que una cosa es el espectáculo patrio y otra que los Estados Unidos se dispongan en este momento a cambiar unas leyes antimonopolísticas que tienen un siglo de existencia. Con una caída histórica del PIB estadounidense por efectos de la COVID-19 de un 32,39% en el segundo trimestre, y una competencia china que resiste cualquier ocurrencia trumpiana (Huawei se convirtió en ese segundo trimestre en el número uno del mundo en venta de teléfonos, destronando a la coreana Samsung, y sigue como líder mundial en equipos para tecnología 5G), no están los tiempos para determinadas ‘exquisiteces’ en USA.
A Apple la «sentaron en el banquillo» entre otras cosas por cobrar una comisión del 30% en las aplicaciones que aparecen en el Iphone (Apple y Google fabrican el software que utilizan prácticamente todos los smartphones del mundo). A Google por ser un monopolio en la publicidad electrónica y por ‘chupar’ la creación de todos los medios universales (su cuota de mercado de búsqueda es del 92%). A Facebook por dominar las redes sociales y toda la información derivada de ellas, hasta la falsa (para eso compró WhatsApp e Instagram…). A Amazon por tener el monopolio del comercio electrónico (el 75% de todas las ventas en el mercado en línea). Y a todas ellas por tener unos comportamientos cuasi mafiosos: «¿Me molesta la competencia? La compro. O la ahogo».
Estados Unidos tiene seis de los ocho gigantes digitales del mundo, los otros dos, Alibaba y Tencent, son chinos. Los seis pagan impuestos en Europa (en Irlanda preferentemente, uno de los ‘paraísos fiscales’ permitidos por la UE, junto a Holanda y Luxemburgo) a un promedio de tipo impositivo del 9,5%, frente al 23,2% de las empresas ‘tradicionales’. Ningún gigante europeo figura entre los veinte más grandes del mundo, que se vuelven a repartir Estados Unidos y China. Lo de España es otra liga, of course, en la que Asturias sigue en puestos de descenso, aunque buena voluntad no falte.
Y Europa ha dado ahora la señal de alarma, con el inicio de un bombardeo legal que limite el poder de esos gigantes. Lo han empezado a hacer Alemania, Gran Bretaña, Francia, España… Por un lado, los impuestos para gravar su actividad. Por otro, con requerimientos a una tecnología ‘made in Europa’ que nos permita competir con norteamericanos y chinos. En Francia, cincuenta y dos personalidades digitales y líderes políticos acaban de reclamar esta semana la creación de una etiqueta (Numerique Souveraineté France, NSF), más que nada para que esa ingente cantidad de datos que les damos gratuitamente a los norteamericanos se queden en tierra gala y en la UE.
Pero no nos engañemos. La UE ha decidido congelar o recortar los fondos dedicados a la innovación para atender otras urgencias post COVID-19. Y el jueves, los GAFA respondieron al interrogatorio del día anterior: en el segundo trimestre de la parálisis mundial de la economía ellos ganaron entre los cuatro 28.000 millones de dólares más.
UE-España-Asturias: prohibido caer en la melancolía.
Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 2 de agosto de 2020