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Avilés lleva 26 años esperando por un proyecto de integración ferroviaria en la ciudad. MARIETA

Si la reforma del Estatuto depende del cambio de ubicación de la estación ferroviaria de Gijón vale más que tomen nota

PSOE, Podemos e IU oyen «el clamor» de la mayoría sobre la oficialidad del asturiano frente a una sociedad «ciega y sorda»

 

 

Si un extraterrestre apareciera por nuestro país y en concreto por nuestra región (comunidad autónoma, para que no se enfade alguno) estoy seguro que después de una ojeada por el panorama político volvería a meterse en su nave y saldría escopetado hacia su galaxia, a 300.000 kilómetros por segundo, que es la velocidad aproximada de la velocidad de la luz.

Vayamos al grano, sin más rodeos. Hace cuarenta años (11 de enero de 1982 en el BOE y el 31 de enero de ese año de forma efectiva) se aprobó el Estatuto de Autonomía del Principado de Asturias, cuyo texto fue fruto de un amplio consenso, que era como se hacían las cosas antes, en lo que hoy algunos –herederos de todos los beneficios y privilegios de ese camino iniciado entonces– siguen tildando de ‘Régimen del 78’. Bien, pues ahora parece llegado el momento de aprobar una reforma de ese Estatuto, en donde destaca la aprobación de la oficialidad del asturiano –aparte de una simpleza sideral como reconocer que Oviedo es la capital de Asturias–.

Se precisan para ello 27 votos, pero los partidos de izquierda, PSOE, Podemos e IU suman 26, con lo cual necesitan un voto más que está dispuesto a prestarles Foro Asturias, y más en concreto una escisión del Foro Asturias fundado por Francisco Álvarez-Cascos, que llegó a ser presidente del Principado. (Foro Asturias tiene dos diputados en el Parlamento regional, pero uno de ellos, Pedro Leal, se mantiene, fiel a su apellido, en la línea fundacional de ese partido).

Sin entrar en más detalles, de sobra conocidos en esta región, el Foro Asturias que se presenta ahora como el legítimo, de la mano de la ex alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, decide que una de las condiciones para votar a favor de la reforma del Estatuto, y con ello al principal objetivo, que es el de la cooficialidad del asturiano como lengua del Principado al mismo nivel del español, es que «la estación intermodal de ferrocarril de Gijón vuelva a ubicarse al lado del Museo del Ferrocarril», devolviendo así el espíritu de lo aprobado por la Corporación gijonesa cuando Carmen Moriyón ejerció como alcaldesa, planteamiento superado ahora con otro equipo de Gobierno y otra alcaldesa en el sillón municipal.

El problema no está en que un diputado (uno de dos) de un partido con tendencia a la desaparición más que al resurgir de sus penurias electorales pida la luna si le apetece, sino que nada menos que la izquierda pulcra diga que acepta ‘negociar’ la pretensión de ese diputado con tal de asegurar la cooficialidad del asturiano, su gran objetivo en esta Asturias de la desigualdad y de la pobreza. (Datos del INE, no inventados).

¿Habrá algo más reaccionario que esta izquierda de PSOE, Podemos e IU, que forman parte de esa élite política que causa rubor, que ‘mata’ por sus privilegios y que definitivamente vive aislada de la opinión pública, aunque eso no le impida «oír» el clamor de la sociedad –en este caso sobre la oficialidad del bable–, relegándonos a los ciudadanos ‘normales’ a seres sordos y ciegos que vivimos aislados en nuestras casas y no pisamos la calle ni formamos parte de la sociedad? Que no nos enteramos, vaya: nuestros oídos no están educados para escuchar esos clamores.
Al final, si para la reforma del Estatuto de Autonomía ‘vale’ un voto, con una petición extemporánea y ridícula incluida, nadie debería olvidar que mañana podría plantearse otra ‘contrarreforma’ por el mismo sistema y por el mismo ‘precio’.

Dicho todo lo anterior –y sigo sin entrar en el debate de fondo ‘oficialidad sí, oficialidad no’–, sí me gustaría plantear que una reforma del Estatuto es algo tan serio que reducirla a la petición de un cambio en el planteamiento de un proyecto de vías ferroviarias nos conduce a una situación kafkiana: la de dejar el interés general en una decisión tan trascendental en manos de la ocurrencia del último cuarto de hora.

En todo caso, esta izquierda con tan amplia visión de futuro, debería reflexionar. ¿En serio que la reforma del Estatuto debe estar condicionada a un cambio de ubicación de una estación de tren en Gijón?

Tomen nota. En Avilés llevamos treinta años no solo intentando cambiar la estación del tren, sino soterrar las vías; que el Principado cumpla con su obligación de sacar adelante la Ronda Norte; que apoye obras y promesas incumplidas año tras año; que no nos vuelva a engañar en los presupuestos repitiendo las mismas partidas que nunca se agotan simplemente porque nunca se ponen en marcha.

Pero ojo, PSOE, Podemos e IU: como esto va de reformar el Estatuto de Autonomía que nos concierne a todos, me erijo también en portavoz de los vecinos de Cangas del Narcea, Tineo, Ribadesella, Pimiango, Valdesoto, Mieres, Brieves, San Martín de Luiña, Pravia, Molleda, Xana… y así hasta la última aldea de los setenta y ocho concejos de esta región en la que todos nos definimos como iguales y «con muchas vías de tren pendientes de ubicación».

El extraterrestre que salió despavorido de esta tierra dicen que va camino de la galaxia que hace el número 1,2 billones. Y sigue acelerando. ¿Debería extrañarle a alguien?

Nota: que un grupo presuntamente mafioso y delicuencial como el que se apropió y hundió a la antigua Alcoa Avilés se querelle contra un sindicalista por haberles llamado «mafiosos» sólo desvela hasta qué punto el Gobierno de este país permitió con su dejadez que esos presuntos mafiosos nos sigan insultando a todos.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 7 de noviembre de 2021

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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