Un cuadro realizado con Inteligencia Artificial gana un premio y genera una nueva polémica sobre el alcance y uso de los algoritmos
Un cuadro realizado con Inteligencia Artificial gana un premio y genera una nueva polémica sobre el alcance y uso de los algoritmos
El aviso lo dio en su día Kazuho Ishiguro, Premio Nobel de Literatura de 2017: «El siguiente Premio Nobel puede ser para una inteligencia artificial». El joven estadounidense Jason M. Allen acaba de conseguir algo parecido, a otra escala: presentarse a la Feria Estatal de Colorado y a su concurso para artistas digitales emergentes y alzarse con el premio. Su obra, ‘Théâtre D’opéra Spatial’, tenía un matiz importante: fue creado con un programa de inteligencia artificial, Midjourney que, básicamente, convierte líneas de texto en imágenes hiperrealistas.
Nuevo debate, otro más, sobre la inteligencia artificial y hacia dónde nos conduce, más allá de los logros que se obtienen cada día en el mundo científico y económico. A nivel local, la obra de Allen provocó encendidas protestas, amplificadas en redes sociales. Artistas que se sintieron traicionados -¿esto es arte?- y muchos otros que vieron una amenaza para sectores como el del diseño al pensar que programas de este tipo van a ser usados a partir de ahora directamente por las empresas para sus campañas. El autor se defiende señalando que envió su obra al apartado del concurso destinado a ‘arte digital/fotografía manipulada digitalmente’.
Midjourney y otras plataformas similares como DALL-E2 o Stable Difussion, al alcance de cualquier usuario, ofrecen la posibilidad de crear obras realistas o abstractas personalizadas escribiendo una serie de palabras en un cuadro de texto. El programa analiza esas palabras y de forma automática ofrece una imagen basada en las peticiones del usuario, al que da varias opciones. Previamente, la misma aplicación habrá escogido en el mundo de internet entre los millones de imágenes que, a lo mejor usted mismo, que está leyendo estas líneas, ha podido subir a la red en un momento determinado y que los algoritmos han detectado para relacionarla con otras y crear la nueva imagen.
Por lo tanto, una de las críticas que se ha hecho a la aplicación es la del aprovechamiento que hace de las imágenes que existen en la web abierta, «una forma de plagio tecnológico» se ha dicho. Otros se plantean qué tipo de arte es este cuando con un mínimo esfuerzo, con solo escribir unas palabras, se deja en manos de la inteligencia artificial que haga su trabajo. ¿Dónde está el esfuerzo, la imaginación y la pericia del ‘artista’ en esta obra como para ser merecedor de un premio?
Y más cuestiones para el debate. A partir de ahora, sostienen algunos, el mundo del diseño y del arte en general, tanto técnicos como artistas, ven peligrar su trabajo y su futuro si, al final, las empresas se dan cuenta del potencial de estas aplicaciones, aunque sean de pago. (En el caso de Midjourney hay que registrarse, se entra directamente a formar parte de su red constituida por miles o millones de personas, te ofrecen un número determinado de ‘pruebas’ gratuitas y, a partir de ahí, habrá que pasar por caja).
Frente a los críticos, también han aparecido voces para recordar que esto no es nada nuevo y ponen de ejemplo lo que supuso en su día para la pintura la aparición de la cámara fotográfica o, más tarde, la creación de una herramienta como el photoshop para el tratamiento de imágenes digitales. Eso sin meterse en el apartado de los formatos. Otro mundo: análogico-digital, cámaras-móviles…
La Inteligencia Artificial sigue provocando debates y reflexiones que nunca se van a acabar mientras estén en juego cuestiones como la privacidad de los datos de cada uno o la posibilidad de que llegue un momento en el que «la máquina tome decisiones por los seres humanos».
«Ni tu madre te conoce mejor que el algoritmo», decía hace unos meses en el XL Semanal, el suplemento dominical de este periódico, el filosofo Yuval Noah Harari, autor de ‘Sapiens’, al referirse a la falta de privacidad: «Ahora es posible seguir a todas las personas durante las 24 horas. Tenemos el espía en la mano: el móvil».
Jason M. Allen, 39 años, ganó 300 euros de premio con su obra hecha por la Inteligencia Artificial, pero ha conseguido un premio mucho mayor: que el mundo entero se haya interesado por su ‘descubrimiento’.
Página de AsturiasInnova+ publicada en El Comercio-La Voz de Avilés el 11 de septiembre de 2022