La última encuesta realizada por la ONU decía que el 64 por ciento de la población cree que con el cambio climático estamos ante una emergencia. Nos jugamos el planeta, sin duda.
Nos encontramos ante la imperiosa necesidad de reinventar la sociedad industrial, esa que nos ha aportado extraordinarios avances en todos los sentidos, hasta el punto de que los ‘fabricantes’ no solo han cumplido con su misión de atender la demanda, sino que al final ellos han sido los que han ‘creado’ esa demanda en forma de un nuevo estilo de vida, más cómodo, más sofisticado… y seguramente en algunos casos más prescindible.
Los avances tecnológicos han logrado por ejemplo disminuir el CO2 generado por los aviones, pero el crecimiento de los vuelos más baratos ha hecho que ese CO2 se haya incrementado de forma exponencial. Lo mismo ha pasado con los coches, cada vez más potentes, o con la iluminación de las ciudades, o con la ‘segunda vivienda’, más exigente en energía, agua y terrenos. Se calcula que cualquier medida de progreso multiplica por siete la cantidad de energía gastada por habitante. Si de verdad queremos evitar el cataclismo climático es el momento de que sea la sociedad y la propia industria la que elijan un nuevo modelo que se encamine a la sobriedad, a prescindir de lo superfluo, a fabricar ‘más con menos’, pero sobre todo que contribuya a inventar el mundo del mañana. «La transición ecológica es una nueva revolución industrial», señala el profesor francés Pierre Veltz (‘Bifurcaciones. ¿Reinventar la sociedad industrial a través de la ecología?’. L’Aube, 2022).
Voy a ver qué hago con el sal pimentero que funciona apretando un botón. ¡Con lo guapo y eficaz que es el molinillo de toda la vida, tipo Arguiñano!
Publicado en AsturiasInnova+, El Comercio-La Voz de Avilés, el 5 de febrero de 2023