El envejecimiento de la sociedad española afecta a más de nueve millones de personas amenazadas de aislamiento por la brecha digital
El 40 por ciento de las población mayor de 65 años confiesa que no utiliza internet y empieza a sentirse aislada
El envejecimiento de la sociedad española afecta a más de nueve millones de personas amenazadas de aislamiento por la brecha digital
El 40 por ciento de las población mayor de 65 años confiesa que no utiliza internet y empieza a sentirse aislada
JOSÉ MARÍA URBANO
Carlos San Juan, el jubilado español que se hartó del comportamiento de las entidades bancarias por la cada vez más escandalosa merma de servicios al público, nunca se hubiese imaginado el extraordinario eco de su grito: «Soy mayor, no idiota». De esta forma lograba que una corriente imparable de simpatía apoyara lo que no deja de ser una evidencia: cada vez más personas mayores se ven desprotegidas ante las exigencias de una sociedad digitalizada para la que no están preparadas.
Un punto en vez de una coma, un espacio mal puesto, una mayúscula o una minúscula, un guión normal o bajo, cuestiones que son normales en el desenvolvimiento digital habitual de la población suponen en ocasiones una dificultad insalvable para buena parte del 20% de la población española que tiene ya más de 65 años. Más de 9,3 millones de personas que en un alto porcentaje no poseen las habilidades mínimas para acceder a servicios básicos como el de su relación con una cada vez más exigente administración, el sistema de salud o para ellos asuntos tan relevantes como el de servicios de banca, electricidad y gas, petición de ayudas o simplemente el ejercicio físico, comunicación, ocio o diversión. Al final, trabas tecnológicas que pueden conducir a un aislamiento social y a un distanciamiento intergeneracional que puede provocar hasta enfermedades.
España ocupa porcentualmente hablando el puesto 23 de la población mayor de 65 años según los datos del Banco Mundial (los hay peores, pocas veces se dice que ese ranking lo encabezan países como Japón, Italia, Portugal, Finlandia o Alemania) y no es ajena a un problema que más o menos se atisbaba como posibilidad cuando hace quince-veinte años se generalizaba el uso de internet o aparecían en el mercado los primeros smartphones.
Cumpliendo los principios de la Ley de Moore, que desde mediados de los sesenta explica básicamente la aceleración y la optimización de la tecnología en términos de tiempo, costes y espacio de una forma exponencial, el salto tecnológico de los últimos años ha sido asombroso, con conceptos y adelantos que hoy invaden nuestro día a día con naturalidad: la nube, 3D, realidad virtual, grafeno, 5G, metaverso, redes sociales, inteligencia artificial, robotización… Algo normal para generaciones que nacieron ya pulsando la pantalla de una tablet, pero un mundo desconocido y hostil para una buena parte de esos más de nueve millones de personas que en nuestro país sobrepasan ya la edad de la jubilación, con un dato relevante: el 40% no usa internet.
La pasada semana, una televisión generalista nacional ofrecía en uno de sus informativos el problema de un buen número de personas que hacían cola ante las oficinas de la Seguridad Social en Madrid para tratar de resolver asuntos para ellos tan importantes como el de la solicitud de una pensión, una ayuda o unos certificados que pudieran presentar ante otras instancias. Algunos de los testimonios desvelaban que llevaban semanas intentando que se les recibiera y en todos los casos señalaban que la recomendación de los funcionarios era que utilizaran la web para resolver sus problemas.
«Yo no tengo internet», señalaba un hombre que declaraba estar enfermo de gravedad y necesitaba que le resolvieran la prestación correspondiente. Y él mismo apuntaba uno de los «negocios emergentes» ante esa situación de desamparo: la aparición de gente con pocos o ningún escrúpulo que ya ofrecía sus servicios por hacer esas gestiones vía telemática aprovechándose de la ignorancia de esos mayores. A partir de diez euros.
Estamos ante un doble problema. El del puro desconocimiento en el manejo de las herramientas tecnológicas de estos mayores, pero también el de muchas personas que se han quedado atrás económicamente y que no tienen acceso a un ordenador o a una red de internet en sus domicilios.
La página en la que se está leyendo esta información figura bajo el epígrafe de AsturiasInnova+, que cada semana recoge los grandes avances y la fortaleza de la innvovación, la ciencia y la tecnología que se dan en el Principado de Asturias, dando todos por hecho que esto es el presente y sobre todo el futuro, pero sin darnos cuenta en muchas ocasiones de que hay una proporción importante de ciudadanos de nuestra comunidad -especialmente envejecida- que se sienten cada vez más ajena a la complejidad de una sociedad con más riesgos de exclusión.
Por lo tanto queda un urgente y largo camino por recorrer para acercar, facilitar y adaptar esa sociedad de la información a toda la población mayor, empezando por simplificar cosas tan elementales como articular una clave única o hacer más accesible y más clara su relación con ese mundo cada vez más hostil para muchos de ellos.
Publicado en la sección de AsturiasInnova+ en El Comercio-La Voz de Avilés el 5 de marzo de 2023