Asturias sigue paralizada ante la decisión de la inversión de ArcelorMittal mientras deja pasar las oportunidades que ofrece un líder mundial en el sector de la eólica marina
Me dice vía email la distribuidora de luz que en la última semana hemos consumido en mi casa 36.3 kWh. Mientras tanto, leo que una producción de 10 gigavatios (GW) -que se traduce en diez millones de kilovatios (KW)- equivale al consumo anual de diez millones de hogares. Europa instaló el año pasado 4,2 GW de campos eólicos marinos. Hay que quedarse con el dato porque es importante: el objetivo para 2030 en la UE es alcanzar los 111 GW en ese ámbito.
En las últimas semanas, meses, parece que tenemos en Asturias una sola preocupación: saber si ArcelorMittal va a ejecutar el proyecto de descarbonización previsto con una planta de reducción directa de mineral de hierro (DRI), que cuenta con una ayuda estatal de 450 millones de euros, el 50% del coste estimado por la compañía. Todos hemos coincidido en la importancia que tiene de cara al futuro de nuestra economía que ese proyecto se lleve a cabo para asegurar la permanencia de la siderurgia ‘integral’ en nuestra región y la extraordinaria dependencia del tejido industrial y de innovación que hemos asumido ya como algo que no admite discusión, incluso con un cierto dramatismo: sin ese proyecto de ArcelorMittal se nos cae nuestro histórico y particular castillo de naipes, ese que nos ha permitido vivir con una cierta relajación y hasta con un cierto desdén a la hora de buscar otras alternativas.
Uno no quisiera ejercer de agorero, pero voy a repetir lo apuntado el 19 de noviembre en estas mismas páginas: ArcelorMittal no tiene interés en hacer hoy una DRI en Europa. Tiene una en Alemania (Hamburgo), que la alimenta con gas (la bajada del suflé del hidrógeno es de nota) y la mantiene cerrada por costes energéticos; el problema no es de ArcelorMittal, sino de la industria de la UE frente a la competencia de países como Estados Unidos; las plantas siderúrgicas de España y de la UE corren el riesgo de convertirse en simples ‘maquiladoras’; finalmente, España no tiene una Ley de Industria que la proteja de las deslocalizaciones directas o silenciosas.
Cerrando el paréntesis anterior, en todo este tiempo Asturias ni siquiera se ha planteado profundizar en sectores en los que cuenta con líderes mundiales. Hablamos de energías renovables, del sector eólico, y más en concreto de la eólica marina. La UE acordó recientemente elevar la cuota de renovables sobre el consumo final de la energía del 32% actual al 42,5% en 2030. Esta misma semana, la UE aprobaba el borrador de la Ley de Industria de Cero Emisiones, que contempla una serie de medidas para facilitar todo lo que rodea el negocio de las tecnologías limpias. Y lo hace como respuesta -siempre tardía, siempre lenta, falta todavía su aprobación- a los 340.000 millones de euros en subvenciones ‘verdes’ aprobadas por Estados Unidos -¡quién lo diría, el líder del liberalismo económico y del ‘capitalismo salvaje’ convertido en el máximo defensor del intervencionismo público!-, a los 260.000 millones de China y a los 140.000 de Japón para el mismo objetivo.
En 2007 nació en Asturias, en Avilés, Windar Renovables. El factor humano hizo que el entonces máximo responsable de Gamesa, Guillermo Ulacia, se acordara de sus ‘amigos’ del grupo Daniel Alonso y les propusiera la fabricación de la torres eólicas. Windar se convirtió en el líder mundial que es hoy en la fabricación de los tres tipos de cimentación de la eólica ‘offshore’: monopiles, jackets y flotacional. Windar, de la que acaba de salir Gamesa, poseedora del 32% de la compañía avilesina, hoy ya en manos del fondo británico Bridgepoint, con Orlando Alonso al frente como presidente ejecutivo y CEO, es una multinacional con presencia en India, Brasil, México y España, con dos nuevos proyectos en Polonia y en Avilés (antigua Alcoa), participando activamente como proveedor en algunos de los proyectos más importantes del mundo, mar Báltico, Francia, Estados Unidos, Alemania… Y lo que queda. Lo veremos.
La pregunta es: después de 17 años, ¿qué ha intentado Asturias para aprovecharse de la presencia internacional de un líder mundial en un sector de futuro como es Windar? ¿De qué forma ha tratado de buscar alianzas en base a una cartera de clientes y proveedores que lideran la eólica marina en el mundo? ¿Qué cambios ha provocado en aspectos como el de la formación a la carta para beneficiar el empleo? ¿Qué estudios de futuro se han hecho para figurar como agentes activos en aspectos como el del mantenimiento de esos parques eólicos, la fabricación de cables eléctricos marinos, la promoción y desarrollo de un puerto como el de Avilés como punto de referencia en el movimiento de piezas, la celebración de alguna cita internacional del sector que nos diera proyección en el exterior, como hace ya con enorme éxito Bilbao -20-22 de marzo, 500 expositores, 12.000 asistentes, 250 ponentes-, Dublín o Hamburgo?
La respuesta es clara: apenas ninguna. Ni en Asturias ni en España, el único país que no ha sido capaz de sacar adelante un solo proyecto de eólica marina, con uno solo planteado en Canarias que sigue empantanado, sin licitarse siquiera. Está previsto que este año se subasten en la UE al menos 40 GW en proyectos de eólica marina, en los que volverán a ser protagonistas Alemania, Dinamarca, Reino Unido, Francia y Países Bajos. Incluso Polonia se ha atrevido ya con un primer parque eólico marino comercial, el Baltic Power, de 1,2 GW. Y ahí, en ese país, está Windar, con una fábrica de torres que ha empezado a poner en marcha en Szczecin, con la creación de 450 puestos de trabajo. Y tomemos nota: solo el factor humano será clave una vez más para que Avilés acoja una nueva planta de fabricación.
Capítulo aparte merece el aprovechamiento de la actividad de Windar Renovables en los puertos asturianos, de momento al menos en Avilés, en donde se dan ya todas las claves del premontaje, instalación, operaciones y mantenimiento, almacenamiento y envío de componentes eólicos por todo el mundo. Pues bien, Avilés no figura en la Plataforma Portuaria de Wind Europe (500 miembros del sector), en la que treinta y cinco puertos comparten ya las mejores prácticas y colaboración con la industria eólica. Una red que ayuda al propio crecimiento de los puertos y en la que sí están Bilbao, La Coruña, Ferrol y Castellón.
Asistimos así al último ejemplo de cómo en esta región seguimos esperando el ‘maná de siempre’, heredero sin duda de la confortabilidad de la empresa pública, sin iniciativas ni visión para sacar provecho de la actividad e importancia de nuestros líderes mundiales.
Publicado en El Comercio-La Voz de Avilés el 11 de febrero de 2024