Es posible que tenga que pedir perdón, al menos tengo todas las dudas del mundo en vista de que en la comunidad autónoma en la que hemos vivido bajo el paraguas de la empresa pública y sus connotaciones no siempre ejemplares, en la que 70.000 nóminas mensuales son abonadas por las administraciones central, autonómica y local –en las que van incluidas los sueldos de los políticos, todos–, en la que las cuestiones ferroviarias llevan sin resolver más de treinta años en la conexión con la meseta y en proyectos sin resolver en Gijón, Avilés o Langreo, en esta región, insisto, resulta que ahora la compensación por un nuevo retraso de los trenes Avril con descuentos de 300.000 billetes hasta otoño de 2025, a los que se unen otros 10.000 a 25 euros entre el 1 de abril y el 6 de mayo, son «una limosna».
Así que ya digo, igual tengo que pedir perdón tras contar mi experiencia, que ya adelanto que fue positiva, por si alguien quiere ya dejar de leer al llegar a este punto. El viernes de la semana pasada viajé a Madrid en el Alvia, con un billete de ida y vuelta que saqué online. Cogí el tren Avilés-Oviedo y viajé gratis al tener un billete de largo recorrido. Salí y llegué puntual a la estación de Chamartín, sometida a unas obras impresionantes. Allí tuve que caminar unos diez minutos entre pasillos al aire libre y vallas –todo bien señalizado– hasta llegar a unas escaleras mecánicas que me dejaron en la parada de taxi para ir al hotel. Al día siguiente, el taxi me dejó a la puerta de la estación y bastaron 30 segundos para pillar una buena mojadura y acceder a la gran sala de espera y distribución, en donde tras pasar por el control de equipajes, me uní a los cientos de personas hacinadas –pocos asientos, la mayoría de pie y otros sentados en el suelo– para tomar las cercanías de Madrid o los Alvias para todos los puntos del país. Miles de personas a diario en esas condiciones. Efectos indeseables y comprensibles de las obras de ampliación y modernización de la estación, no queda otra. El tren salió con diez minutos de retraso, pero llegó a Oviedo un minuto antes del horario oficial. Si hubiese continuado hasta Avilés, el tren de cercanías me hubiese salido gratis otra vez. La verdad es que estaré pendiente de la «limosna» a ver si repito a Madrid o a León, por ejemplo, a pasar el día, de la misma forma que tengo amigos que ya están programando sus viajes para venir a Asturias.
Como no es plan de regodearse con las «limosnas» de los políticos, merecerá la pena ir a lo práctico y no quedarse con los titulitos de barra de café, sino de tratar de avanzar en busca del interés general.
El Occidente costero que va desde Ribadeo a Avilés se hace por la autovía en algo más de cincuenta minutos para recorrer los 104 kilómetros de distancia. Avilés, como Castrillón con el aeropuerto, es la puerta de acceso de toda esa población para coger el Alvia a Madrid o a las ciudades intermedias.
Y es ahí donde Avilés debería iniciar, porque nunca lo ha hecho en serio, una campaña de acercamiento a todas esas poblaciones que integran el Occidente asturiano. Por seguir con el asunto ferroviario, «vendiendo» esa posibilidad de convertirse en el punto de partida y de llegada simplemente por una cuestión de distancia y comodidad. Para ello se podría valorar la posibilidad de ofrecer unos aparcamientos cómodos y baratos al lado de la estación. En este momento Avilés cuenta con dos parkings privados, amplios y modernos, justo enfrente de la estación de Renfe. No creo que hubiera muchos problemas para llegar a acuerdos en unas tarifas asequibles ligadas al billete del tren.
Las principales poblaciones de la costa occidental, sumando Pravia –en el interior, pero más ligada a Avilés por muchos motivos–, suman 84.754 personas, más las 9.828 de Ribadeo, lo que hace una población total con Avilés de 160.272 habitantes, cifra suficiente como para pedir al Ministerio de Transportes que la línea histórica San Juan de Nieva-Avilés-Madrid sea tenida en cuenta a la hora de otorgar las líneas directas del AVE.
Pero es que dejando ya a un lado el tema del AVE, no deja de ser sorprendente la «lejanía» de Avilés con toda esa zona occidental. Es difícil, casi imposible, encontrar algún acto, algún intento de acercamiento por la vía que fuera –la cultural, la política, incluso la económica– con poblaciones de relieve que van punteando el mapa occidental: Muros, Cudillero (posiblemente la única excepción gracias a la tradición histórica pesquera y conservera y a la actividad cultural de personalidades como Juan Luis Álvarez del Busto), Luarca, Navia Tapia, Vegadeo, Castropol, Figueras…
Hablamos del AVE en este caso, pero ¿nadie intenta hacer una reflexión sobre la incidencia que tendría, de ida y vuelta, una mayor colaboración, una mayor comprensión del espacio que compartimos, si pensamos de qué forma nos beneficiaríamos en sectores como el industrial, el campo, la ganadería, el agroalimentario, el pesquero, el naval, el turismo, el de las segundas residencias, el de formación a la carta… si pusiésemos en valor la vecindad más cercana de 170.000 personas, contando a Ribadeo? Datos para la reflexión, más allá de las «limosnas» de esta clase política tan corta.
La Asturiana
Acto relevante en Piedras Blancas el pasado martes, con la presentación de La Asturiana, de Caroline Lamarche, que describe y contextualiza la obra de su propia familia belga, fundadora de la Real Compañía Asturiana de Minas.
Acompañaron a Lamarche el responsable del archivo histórico de AZSA, Alfonso García, que realiza una extraordinaria labor, y el periodista Mario Bango, un excelente embajador de Asturias y de Castrillón desde Bélgica, en donde reside. El alcalde y la anterior regidora supieron estar a la altura en toda esta fascinante historia.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 10 de marzo de 2024