La integración ferroviaria de Avilés debería figurar siempre en la agenda de las cuestiones relevantes de esta región.
Estamos acostumbrados al dislate diario que nos ofrecen la política española, la judicatura, los medios de comunicación creados ‘ad hoc’, la cada vez más desconcertante Unión Europea, las recetas de la neofascista Meloni convocando cumbres sobre la inmigración para analizar su receta mágica –deportaciones de inmigrantes a terceros países como Albania, tumbadas en menos de 24 horas por la justicia italiana–, el desastre de la industria, las vacilaciones ante la presencia china, las dudas sobre las políticas para afrontar el cambio climático… Nos pasan tantas cosas, que a poco que te despiertes cada mañana y salvo que seas un vegetal, te ves engullido por una vorágine que te pide a gritos desaparecer temporalmente para sanarte.
A 1.939 kilómetros de tu casa, en un punto caliente al que llegan miles de personas que tras jugarse la vida en la inmensidad de un océano quieren alcanzar, aunque sea en una pequeña porción, lo que les conceden los derechos humanos más elementales, te encuentras con la misma gente miserable que te amarga cada día. El pasado 4 de octubre, en una fiesta oficial en Tenerife, el propietario del Loro Parque, el alemán Wolfang Kiessling, vomitó: «Es más fácil traer a un inmigrante ilegal y darle una estancia en España que importar un pájaro».
Dos mil kilómetros para esto. No hay salida. Por eso, tratar de analizar lo que nos pasa en esta región, en esta ciudad, es como un juego de niños frente a lo que observamos a nivel general –Israel, Gaza, Líbano, genocidio, Ucrania, Rusia, Putin, ahora Corea…– , aunque eso no quita para que siga habiendo cosas desconcertantes que nos tocan de cerca. En todo caso, guardemos las distancias, el método de gradación de los valores y de las cosas deben permitírnoslo. No caigamos en la exageración.
El pasado 27 de septiembre, el presidente del Principado acudió oficialmente al palacio de La Moncloa para hablar, en medio de una expectación creciente, de financiación –con Cataluña como telón de fondo–, industria –la apuesta inversora de ArcelorMittal– y las infraestructuras –peaje del Huerna, AVE y FEVE–, como cuestiones relevantes de interés general. Lo que no se esperaba es que en esa agenda entrara también una cuestión local como es el vial de Jove, ese proyecto que básicamente consiste en solucionar el problema que durante años viene soportando el barrio gijonés de La Calzada, después de que el Ministerio de Transportes anunciara el descarte del proyecto de soterramiento que había sido licitado en 2023 con un presupuesto de 194,8 millones de euros y un cálculo final de 285,6 millones.
La marcha atrás del ministerio provocó la reacción normal en una ciudad como Gijón, en la que sus asuntos propios provocan siempre el apoyo unánime de todos los estamentos y de toda la sociedad sin ningún tipo de dudas. Es el espíritu de ese ‘Gijón del alma’ que se entona en los momentos especiales como una sola voz tan estimulante como envidiable.
Desde fuera, solo cabe el apoyo total a los vecinos de La Calzada, con el mismo espíritu solidario que deberíamos tener con las reivindicaciones de la última aldea de esta región. Pero dicho eso, cabe preguntarse, sin que nadie se molestara por ello, si el problema del tráfico pesado que soportan en el barrio de La Calzada debe figurar en la agenda oficial del presidente del Principado cuando acude a La Moncloa para trasladar los asuntos estratégicos de Asturias. No es menos cierto que con el paso de los días, el problema de La Calzada se transformó en una cuestión vital para las comunicaciones con el puerto de El Musel, la ZALIA, Aboño, Carreño… Clave por lo tanto para la economía asturiana.
En estos casos, uno siempre tiene un recuerdo solidario con el soterramiento de Langreo, que quince años después sigue esperando a que concluyan las actuaciones sobre el túnel y las nuevas estaciones de La Felguera y Sama. E inmediatamente después mira para casa y se pregunta si la actuación del ferrocarril en Avilés, incluido el soterramiento, es un proyecto de ‘barrio’, de ‘pueblo’ o de ‘aldea’ –ahora que futbolísticamente estos conceptos dan para mucho entre alcaldes–, o nos encontramos ante una obra con más de treinta años de propuestas que afecta al interés general de esta región. Y si el inicio del procedimiento administrativo, con el estudio informativo de la integración ferroviaria –desde Villalegre a la nueva estación intermodal a la entrada de la ciudad–, valorado en 204 millones de euros, no va a tener el mismo recorrido que el conocido como vial de Jove, es decir, la nada.
¿Interés general? Ya sabemos que la actual alcaldesa de Gijón, en su anterior mandato, consideró que los problemas de Asturiana de Zinc con sus depósitos de residuos eran algo ‘local’. Menos mal que hablamos de una empresa que está en el top 5 del mundo en producción de zinc y figura entre las dos o tres empresas más relevantes de esta región por lo que representa, aporta y puede todavía seguir sumando. El problema de movilidad de Avilés no es de un barrio o una calle, es el de un puerto del Estado, el segundo del Principado; un referente europeo en el movimiento de energías renovables, con una empresa, Windar, que ella sola movió nada menos que 98 buques en 2023 y que lleva 104 hasta el 30 se septiembre; que la Avenida Conde de Guadalhorce –centro de la ciudad– soporta el tránsito de 250 camiones diarios solo para el jarofix de Asturiana de Zinc; que Avilés es la primera ciudad industrial de esta región con datos de PIB… Y más, mucho más. Tanto como para figurar en la agenda Principado-Moncloa cuando se hable de asuntos estratégicos de interés general para toda Asturias.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 20 de octubre de 2024