A punto de arrancar la ultima hoja del calendario del año, te despiertas, te levantas, te asomas a la ventana en sentido figurado y lo único que te apetece es meterte en la cama de nuevo y taparte hasta la cabeza para no ver nada. Es tal el cúmulo de situaciones y noticias que se agolpan en el cerebro cada día que resulta imposible procesarlas, de ahí esa montaña rusa emocional a la que parecemos condenados cada día.
Viajas por el mundo y te encuentras con lo que parece un nuevo atentado terrorista que deja cinco muertos y más de doscientos heridos en un mercadillo navideño alemán. En Estados Unidos, un personaje tan histriónico como Donald Trump se dispone a gobernar el país, y el mundo si le dejan, con compañeros de viaje tan sospechosos y con tanto peligro como Elon Musk, el rey de los bulos. Los dos se disponen a regar de dinero a la ultraderecha europea para tratar de entrometerse en las campañas electorales de Gran Bretaña y Alemania. Y encima, Trump amenaza a Europa con aranceles por todo lo alto si no se compra más energía norteamericana, sin haberse enterado de que Estados Unidos ya es el mayor proveedor de petróleo y gas, con un incremento espectacular desde la invasión rusa de Ucrania. Suma y sigue al dislate. Que no nos pase nada.
Hablando de aranceles, vamos a ver en qué momento Europa va a despertar y decide salirse del sandwich en el que acompaña a China y a Estados Unidos. La industria europea se sitúa al borde del colapso, mientras China introduce sus productos entre un 40-50 por ciento más baratos, vía Turquía para evitar pagar aranceles. Mientras tanto, el mundo consume más carbón que nunca y las emisiones de CO2 a la atmósfera siguen aumentando. Los Acuerdos de París, en entredicho.
Si navegas por tu propio país, mejor cierras los ojos y los oídos para aislarte de todo, desde un irrespirable ambiente político, judicial y mediático en el que vale todo, contradicciones graves incluidas, hasta decisiones que se aplauden sin reparar a qué vienen tantas palmas. Nacionalistas catalanes y vascos de derechas tumban en el Congreso el impuesto a las energéticas, pensando única y exclusivamente en «lo suyo» –inversión de mil millones de Repsol en Tarragona y los intereses de Iberdrola, sostén del sistema general del País Vasco, dos compañías con récords de beneficios trimestre a trimestre– y resulta que nadie se ha manifestado para exigir la deflactación en el IRPF, que es el impuesto que más aporta a la Hacienda pública y el que afecta sobre todo a la clase media y trabajadora.
Aterrizas en el Principado de Asturias y ayer nos salíamos de la tabla del crecimiento, por encima de la media nacional, y al día siguiente estábamos en la cola. En población, un día tenemos un gravísimo problema porque la natalidad está estancada, y al otro nos salva la inmigración. Se levantan voces a diario de que tenemos unos impuestos muy altos, y al día siguiente se censura el funcionamiento de la sanidad pública, por ejemplo. Hay dinero a espuertas de la Unión Europea, pero las empresas renuncian a seguir adelante con sus proyectos de descarbonización porque no lo ven claro. Algo falla. Somos menos, pero el empleo público sigue creciendo y algunos piden más. Incluso desde alguna formación política y sindical se pide sin ambages un proceso de nacionalización de empresas. ¡Siglo XXI!
Y finalmente, aterrizas en Avilés y el discurso es más o menos el mismo: vamos bien, vamos mal. Y en el medio, nadie se atreve a hacer un análisis ponderado para concluir, como pasa en todas partes, que la realidad está llena de matices y que la combinación del blanco y el negro es la que forma el círculo cromático en escala de grises. En la política que se hace hoy, pendiente en muchos casos del titular más exagerado como forma de ir sumando puntos para mantener el cargo y el sueldo por parte de alguno/a, no hay tiempo para el análisis y la reflexión.
Esta ciudad no es ajena a una crisis industrial europea, como se observa en sus grandes compañías y en proyectos que se paralizan o ralentizan –el hidrógeno verde como ejemplo–, con la preocupación de en qué medida pueda dar al traste con inversiones que ya están aprobadas. O cómo los insufribles tiempos de la burocracia a la hora de dar luz verde a actuaciones claves como puede ser la puesta en marcha de los terrenos de Baterías puedan afectar a la toma de decisiones sobre proyectos de futuro.
Al final, como sucede en las montañas rusas en ese recorrido de bajadas y subidas, los pasajeros de ese tren imaginario podemos dejarnos llevar por el desánimo, sin valorar que también existen datos para la esperanza basados en realidades de hoy mismo.
El Ayuntamiento aprueba unos presupuestos de 92,5 millones de euros, los más altos de la historia, los décimos consecutivos que logra sacar adelante su concejala de Hacienda, Raquel Ruiz. Habrá matices, pero en principio el Ayuntamiento se dota de un buen instrumento para seguir creciendo y atendiendo las necesidades de la sociedad que tenemos. La real. Por otro lado, la Sociedad de Desarrollo de La Curtidora cierra el ejercicio con una ocupación del 81 por ciento, con 140 empresas alojadas y 22 nuevas incorporaciones. Cuando FUNCAS (Fundación de las Cajas de Ahorro) sitúa a La Curtidora como el segundo centro de empresas de España y cuando sus usuarias valoran los servicios que ofrece con un 9,57 sobre 10 y dicen que el principal problema es el de la falta de aparcamiento en el recinto, significa que estamos ante un instrumento de desarrollo económico modélico, bajo la dirección de Ana Lamela.
Son algunos datos a los que aferrarse en esa montaña rusa en la que viajamos todos cada día. Hay vida, hay esperanza.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 22 de diciembre de 2024