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José María Urbano

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Fidel Castro y los prejubilados de Ensidesa

El mandatario cubano rompió en una sonora carcajada cuando Antonio Trevín le explicó en qué consistían las prejubilaciones de la siderurgia

Los periodistas que cubríamos en 1994 el viaje institucional del presidente del Principado Antonio Trevín a Cuba habíamos sido advertidos de que la entrevista con Fidel Castro, en caso de producirse, se nos sería comunicada con solo unos minutos de antelación. El aviso se cumplió con exactitud. Al atardecer, cada uno de nosotros recibió una llamada a su habitación del Hotel Nacional para indicarnos que en cinco minutos seríamos trasladados en un microbús al Palacio de la Revolución. Tantas fueron las prisas que algunos no tuvimos tiempo ni de coger una corbata. Cuestiones de seguridad que se llevan a rajatabla, nos habían advertido.

El microbús, en el que íbamos no más de media docena de personas, nos dejó exactamente delante de la puerta de entrada del Palacio de la Revolución, de forma que no hubiera ninguna posibilidad de que alguien se descontrolara y se perdiera por aquel edificio central de la Plaza de la Revolución que acoge la sede del Gobierno, el Consejo de Ministros y el comité central del PCC.

Cuando los periodistas accedimos al interior fuimos conducidos a través de unas escaleras inmensas, relucientes, al Salón de los Helechos, llamado así por la exuberancia de los helechos que figuran casi como único adorno junto a unos sofás de piel marrones, creo recordar, bastante trasnochados. Luego nos indicarían que este salón es en el que Castro recibía a todos los mandatarios internacionales que le visitaban.

En el centro del salón ya se encontraba el presidente del Principado, acompañado de algunos de los consejeros que habían viajado con él, entre otros el de Agricultura, Santiago Alonso, y el de Hacienda, Avelino Viejo. E inmediatamente después apareció Fidel Castro, junto a un reducido grupo de colaboradores. Se hizo un corro en el centro y lógicamente quien acaparó todo el interés fue el Comandante, vestido con su tradicional traje de campaña verde oliva. A primera vista impresionaba su altura, su potente voz y la naturalidad con la que empezó a departir con los invitados.

Inmediatamente, Castro empezó a preguntar a Trevín por cuestiones como la minería, la agricultura y la ganadería, por la que se mostró especialmente interesado, y finalmente el presidente del Principado le explicó que la región estaba viviendo un momento difícil como consecuencia de la reconversión siderúrgica aprobada dos años antes y que había supuesto para Ensidesa la eliminación de 9.707 puestos de trabajo. Fidel Castro preguntó entonces qué era lo que hacían esos trabajadores tras abandonar la empresa, y cuando Trevín le contestó que la mayoría habían sido prejubilados y que eso significaba que cesaban en su actividad laboral y seguían cobrando en su casa aproximadamente el ochenta por ciento de su sueldo, el dirigente cubano inclinó su cabeza hacia atrás, rompió en una sonora carcajada y llamó por su nombre a uno de sus colaboradores para decirle en voz alta: «Mira lo que me dicen, que en España a los trabajadores de la siderurgia les jubilan y les llevan el sueldo a casa». Fue la anécdota de aquel encuentro.

Minutos después, se accedió a una sala de reuniones en la que los dos equipos tomaron asiento frente a frente, mientras los periodistas fuimos invitados a salir para conducirnos de nuevo al microbús y dejarnos de vuelta en el Hotel Nacional.

Aquella noche, Trevín y sus colaboradores, junto a un grupo de empresarios que habían viajado también desde Asturias, fueron agasajados en el mismo Palacio de la Revolución con lo que nosotros llamamos un vino español, que se prolongó por espacio de ocho horas, concluyendo casi al amanecer. Personas que acudieron a aquella cena comentaron que Castro había hablado con algunos empresarios, entre otros Daniel Alonso, interesándose por sus negocios en Cuba, en un momento en el que el régimen castrista había iniciado una tímida apuesta por la iniciativa privada.

La anécdota de la noche fue comprobar cómo los mandatarios cubanos que asistían a este tipo de actos oficiales aprovechaban para comer cosas a las que habitualmente no accedían. «El hueso de las aceitunas aparecía en los platos como si los hubiesen lijado, no dejaban ni rastro de la aceituna», llegó a comentar uno de los asistentes asturianos.

Ocho horas después concluía una cita en el Palacio de la Revolución en donde había resonado con fuerza la carcajada de Castro a cuenta de los prejubilados de Ensidesa.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 27 de noviembre de 2016

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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