Tragsa y Sepides, dos sociedades del Ministerio de Hacienda, respaldan los proyectos del consorcio de la perrera y del Ferrera, en contra de la opinión y el voto del PP de Avilés
La ventaja que tenemos los periodistas sobre los políticos es que en nuestra profesión hay que trabajar casi única y exclusivamente con datos, que deben ser veraces y contrastables. Las percepciones están bien para hacer filosofía, pero cuando un periodista es desenmascarado porque lo que trata de aportar no tiene sustento en la realidad o está directamente manipulado –más allá de un error puntual o de patinar, como excepción, con una fuente equivocada– sabe que su carrera va a tener poco recorrido. Su propia empresa, los compañeros que le rodean y la sociedad en general acabarán por ponerlo en su sitio, generalmente abocado al olvido y reducido a la insignificancia.
En política, hablamos de esa política de bajos vuelos a la que cada día se nos acostumbra un poco más, existe cada vez menos esa exigencia de exponer el argumento y los datos como la herramienta que posibilita el análisis sereno de la realidad política o social.
Se ha repetido hasta la saciedad que aquella frase goebbelsiana de que una mentira repetida mil veces acabaría convirtiéndose en una verdad ha fallado siempre en las sociedades formadas, con criterio, con capacidad para el estudio y el análisis, cuando la política era, desde Platón y Aristóteles a nuestros días, el sagrado arte de buscar el bien común.
Hoy, en un mundo globalizado, destrozado en muchos sentidos por una crisis económica que se ha llevado por delante tantas cosas esenciales, se abre camino ese discurso político-patético en el que lo de menos es aportar el sustento de cada aseveración: basta con ofrecerle al ciudadano el relato que quiere escuchar, posiblemente con el que mitigar sus propias penas o sus problemas. De tal forma que una mentira repetida mil veces va a seguir siendo una mentira, pero ojo, cada vez hay más personas dispuestas a «comprar» esas falsedades, ahora revestidas de ese lenguaje trumpiano de la posverdad o de los hechos alternativos. Además, lo más inquietante de algunos discursos supuestamente políticos es que se quieren revestir de tal solemnidad que, salvo para avisados, corren el riesgo de ir calando en la sociedad.
Ana Bretón, concejala del PP afín a ese grupo impuesto desde Oviedo para tratar de eliminar cualquier rastro de la dirección anterior, elegida democráticamente, guste más o guste menos, siguió esta semana con su cruzada de falsedades sobre la perrera municipal, ese «chiriguito socialista» al que han dado el visto bueno, tras más de veinte años de negociaciones, todos los ayuntamientos de la comarca y todos los partidos políticos, salvo el PP, que por orden de la dirección regional de Oviedo ordenó votar en contra en el pasado Pleno de Avilés, precisamente porque se reducía todo –el consorcio elegido como fórmula de gestión– a ese «chiringuito socialista».
Bretón, cuyo apellido político la va a acompañar siempre, porque en esta ciudad, como en todas las ciudades, hay cosas que no se olvidan nunca, se despachó esta semana con un artículo de opinión en un medio de la competencia en donde trataba de rebatir lo que se le dijo en este espacio el domingo pasado: que no dice la verdad cuando afirma e insiste en que la decisión del voto en contra en el Pleno referido se tomó en la junta local, cuando ella misma hizo de asistente de una diputada regional, Emma Ramos, que fue la que vino expresamente a Avilés para anunciar el voto en contra del consorcio de la perrera horas antes de que se reuniese la junta local. Y que de paso hace el ridículo, Bretón, por no querer enterarse de lo que algunos de sus compañeros del PP saben desde hace tiempo.
Dice Bretón, y la dirección regional del PP desde Oviedo, a las órdenes de Mercedes Fernández, que el consorcio de la perrera municipal es un chiringuito socialista. Si hubiesen atendido al trabajo realizado por su concejal Francisco Zarracina se hubiesen ahorrado el sofoco de desconocer que desde el primer momento en que el concejal socialista Manuel Ángel Balbuena empezó a negociar una salida con todos los ayuntamientos y todos los partidos políticos, lo primero que puso encima de la mesa fue la posibilidad de que la encomienda de gestión de ese servicio de la perrera municipal pudiera ponerse en manos de Tragsa. Y de hecho, las primeras conversaciones que se tuvieron fueron con Tragsa y con su responsable en Asturias que, por cierto, lo vio fenomenal.
¿Sabe Bretón y sus compañeros de política «borroka» que exhibe en Avilés – «no es no a todo lo que plantee el PSOE»– qué es Tragsa? ¿Sabe que Tragsa es una empresa pública creada en 1977, que pertenece a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que a su vez depende del Ministerio de Hacienda del Gobierno del PP, cuyo ministro es Cristóbal Montoro? ¿Sabe que el delegado en Asturias de Tragsa desde 2012 hasta las pasadas elecciones generales fue Ramón García Cañal, un ‘pata negra’ del PP asturiano, presidente con 23 años de Nuevas Generaciones de Asturias, secretario general de AP y PP, vicepresidente y consejero de Cooperación del Principado de Asturias (1995-1998), diputado regional de la Junta General del Principado, cargo que fue renovando en los mandatos de 1987, 1991, 1995, 1999, 2003 y 2007, y desde 2016 diputado por el Congreso nacional, además de presidente del último congreso regional del PP que eligió presidenta a Mercedes Fernández? Pues bien, Cañal sabe de qué se habla cuando se plantea el consorcio de la perrera municipal de Avilés.
¿Tragsa es un chiringuito socialista, gobernado por socialistas en los últimos años? ¿García Cañal será un infiltrado socialista?
A Bretón no se le acabaron los apuros esta semana. El pasado martes se desayunó seguramente con la noticia de que Sepides (SEPI, Ministerio de Hacienda, Gobierno del PP) acaba de anunciar su entrada en el proyecto del Hotel Palacio de Ferrera, nada menos que con 1,5 millones de euros, lo que le supone hacerse con el 24 por ciento de ese proyecto.
¿Les suena lo del Palacio de Ferrera, ese proyecto que según Bretón había que votar en contra «porque es un planteamiento del PSOE», aunque el portavoz municipal, Carlos Rodríguez de la Torre, intentó «suavizar» con una tímida abstención, y que finalmente el PP apoyó seguramente después de que «alguien» internamente impusiera en el partido y en el grupo municipal popular el sentido común de no entorpecer al menos un proyecto empresarial que plantea crecimiento económico y laboral?
Éste es el ejemplo de esa política errática, cortoplacista, cegada a medias entre el desprecio al rival político y la oportunidad de la medra personal a costa, si hace falta, de exponerse al ridículo. Una política en la que ya no caben los argumentos, los datos fiables, la exposición serena, la reivindicación y la petición de explicaciones precisa, necesaria, exigible. Lo único que importa aquí es seguir a pies juntillas la consigna de la dirección, aunque esa dirección no sepa, como en este caso, ni que un hombre del PP supo del consorcio de la perrera y estaba encantado de colaborar o que Montoro acaba de apostar por un proyecto en Avilés. Lo que faltaba: Montoro metido en «chiringuitos socialistas».
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 30 de julio de 2017