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José María Urbano

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UNA BROMA PESADA Y UNA PREGUNTA

La exigencia ministerial sobre el dragado de la ría de Avilés causa asombro y deja en el aire si existe detrás algún interés personal o territorial

Una broma no suele enviarse con membrete oficial y menos si viene de un ministerio, pero la comunicación de la Declaración de Impacto Ambiental para dragar la ría de Avilés en los próximos cuatro años que ha enviado el nuevo Ministerio para la Transición Ecológica se parece mucho a una broma pesada. Resumiendo la información facilitada el viernes por este periódico, el ministerio entiende que el efecto del dragado afecta a la playa de San Juan-Salinas y por lo tanto es la Autoridad Portuaria de Avilés la que tiene que solucionar el problema. En primer lugar, aportando la arena buena de ese dragado a la playa, mientras que la arena mala (contaminada) tendrá que ser depositada con unas condiciones nuevas. Si la arena buena sólo supusiera, por ejemplo, un 30 por ciento de lo que se saca por parte de la draga, el otro setenta por ciento tendrá que reponerlo la Autoridad Portuaria con arena que se encargará de buscar en un banco de la costa y posteriormente encargarse de aportarlo al arenal. Hay un año de plazo. A partir de ese momento, si el puerto necesitase dragar no podría hacerlo si antes no hubiese aportado ese setenta por ciento de arena del ejemplo de porcentajes planteado.

No hay un solo caso en España en el que el Ministerio de Medio Ambiente (ahora con nueva denominación) y la Demarcación de Costas correspondiente haya planteado una exigencia similar a lo largo de toda la costa.

La pérdida de arena en Salinas fue estudiada oficialmente por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex) y concluyó que lo que sucede en Salinas ocurre también en todas las playas del mundo porque, aunque alguno lo cuestione –y no solo el primo de Rajoy, además del ‘sabio’ Aznar–, este planeta está padeciendo los devastadores efectos del cambio climático. El grado de afección del dragado de la bocana de la ría lo cifraba en un catorce por ciento aproximadamente.

Cualquiera que se haya ido de vacaciones a alguna playa de este país habrá podido observar que en todas partes ha sucedido lo mismo: la mar se ha llevado la arena, a veces la ha vuelto a traer, han aparecido piedras y hasta restos de edificaciones antiguas y todo el mundo ha entendido como normales las aportaciones de arena para tratar de devolver a las playas su fisonomía ‘buena’.

Las playas de A Lanzada, Silgar, Ferrol, Vilagarcía de Arosa, Orzán, Riazor, en Galicia; Ondarreta, Zurrola y La Concha, en San Sebastián; La Magdalena, Somo o Loredo, en Santander; Tarifa, en Cádiz; el Puertito, en Tenerife; Marbella, Alicante, Murcia, en donde el retroceso de las playas de su costa en los últimos años ha sido de entre el 30 y el 80 por ciento… y decenas de playas más que han requerido un aporte de arena, en algunos casos espectacular. La conclusión a la que han llegado las investigaciones realizadas señala que al ritmo actual del calentamiento del agua del mar, para 2040 las playas de la cornisa cantábrico-atlántica y norte de las Canarias experimentarán retrocesos medios cercanos a los tres metros, dos metros en el Golfo de Cádiz y valores medios de entre uno y dos metros en el resto de las fachadas.

Nada extraño para nadie. Aquí mismo en Salinas se hizo en 2004 una aportación de arena de 545.000 metros cúbicos y se prometió otra que nunca llegó a cumplirse simplemente porque el Ministerio de Medio Ambiente fue incapaz de encontrar una solución en las costas asturianas, en donde el banco de arena que más o menos se había encontrado frente a la zona de Ballota fue inmediatamente contestado por los pescadores. Y hasta hoy. Nunca más se supo. Quizás haya que recordar también que el oleaje destrozó el paseo marítimo de Salinas en 1990. O que, en fin, la playa de Arnao se convierte en ocasiones en un museo de piedras y que la propia mar devuelve la arena tiempo después.

Por lo tanto nadie niega el problema, ni el de Salinas, ni el de ninguna playa de la costa española. Pero ese es un asunto del Ministerio de Medio Ambiente, hoy Transición Ecológica, y de las demarcaciones de Costas correspondientes. Nunca de una Autoridad Portuaria. Así ha sido siempre hasta esta semana, en la que con dos años de espera ha llegado una Declaración de Impacto Ambiental solicitada para el dragado de la Ría de Avilés que ha causado perplejidad y asombro.

No parece difícil que la arena que se drague en la ría y que sea apta pueda ser depositada en la playa de Salinas. Encarecerá la operación de dragado, pero sería asumible. Lo que no es de recibo es que la Autoridad Portuaria se tenga que encargar de encontrar un banco de arena para aportar el tanto por ciento que no pueda cubrir con la arena válida y encima encargarse de toda la operación, además de formar parte de una comisión que vigilará la evolución de las dunas, entre otras cuestiones.

El coste de todo ese proyecto y los plazos estipulados en ese documento recibido esta semana bien se puede decir que se llevaría por delante la propia existencia del puerto. ¿Si la Demarcación de Costas ha sido incapaz de conseguir la aportación de arena que ya se había previsto para 2010, alguien piensa que puede hacerlo una Autoridad Portuaria por sus propios medios? ¿Alguien se imagina que los pescadores afectados por el banco de arena que se fuera a utilizar para las aportaciones al arenal decidieran una parada biológica y que exigieran las indemnizaciones correspondientes? ¿Si el dragado de la ría, según el Cedex, sólo incide en un 14 por ciento en la desaparición de arena, por qué la Autoridad Portuaria tiene que afrontar el cien por cien de una operación que no le corresponde, teniendo que asumir una competencia que es exclusiva del Ministerio de Medio Ambiente como sucede en el resto de la costa española con cargo a los Presupuestos Generales del Estado? ¿Por qué ahora, cuando jamás se hizo un planteamiento similar? ¿Por qué el puerto de Avilés?

Uno se sigue sorprendiendo con algunas cosas que suceden en esta ciudad. Por ejemplo, el silencio sepulcral de los partidos políticos con representación municipal, empezando por el equipo de Gobierno socialista, la Cámara de Comercio, los sindicatos y también las empresas.

Hay que ser un poco serios. El puerto no es un motor de la economía de Avilés. Es el motor. Sin puerto no existirían las empresas que son la base de la economía actual, basada en buena parte en la importación y exportación a través del puerto. La Autoridad Portuaria tiene que seguir moviéndose en sus modestos resultados positivos que le permiten mantener el puerto, afrontar las obligaciones de la pasada ampliación, que contó con fondos europeos, y tener la posibilidad de afrontar nuevas necesidades. Todo lo que sea ‘asaltar’ su actual statu quo pondrá en peligro su viabilidad.

Hay algo raro en esta comunicación del Ministerio para la Transición Ecológica. Algo no casa cuando se impone a Avilés unas condiciones que nunca se habían planteado, simplemente porque las competencias están claras y en este caso las de la Demarcación de Costas han sido históricas. Hay que ser prudentes, pero no queda otra que preguntarse si detrás de esta comunicación hay algún interés personal o territorial que busque un beneficio a costa del ‘sufrimiento’ del puerto de Avilés.

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 15 de julio de 2018

 

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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