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José María Urbano

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DESLOCALIZACIÓN SILENCIOSA Y CONTRATOS DE ADHESIÓN

El anuncio de cierre de Alcoa en Asturias nos ofrece las dos caras de una multinacional, la que cierra y la que apuesta por un territorio

 

El drama que supone el anuncio hecho esta semana por Alcoa de que cierra sus plantas de Avilés y la de Coruña ha hecho que a estas alturas todo el mundo sepa más o menos de lo que se está hablando. No merece la pena volver a insistir en los datos concretos. Si acaso incidir en el más importante: la pérdida de 317 empleos directos, con sueldos de industria, de los ‘de antes’, a los que se suman todos los indirectos y algo no desdeñable: la eliminación de todo un entorno que gira alrededor del funcionamiento de una multinacional, en el que el sector servicios en toda la comarca avilesina será uno de los grandes damnificados.

A mi modo de ver, sorprenden dos cosas tras este anuncio hecho por Alcoa. En primer lugar, ese ejercicio mayoritario de llevarse las manos a la cabeza ante la decisión tomada en la sede central de la compañía, en Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos, que es donde se da la orden para que en España se ejecute y se firme. En segundo, que todo el espectro político y el sindical pongan todo el énfasis en el asunto de la tarifa eléctrica y los costes de la energía.

Si con eso queremos justificar el anuncio de Alcoa y si pensamos que solucionando esa tarifa, haciéndola más estable, y mejorando los precios se iba a acabar el problema, siento decir que tenemos un problema serio de percepción de la realidad.alcoa-para-blog

Alcoa compró la empresa estatal Inespal en 1998 y hasta 2012 incluido tuvo garantizado, fruto del contrato firmado, un precio de la energía eléctrica que le ayudó a ganar cientos o miles de millones de euros. Cuando en 2013 tuvo que salir al mercado como el resto de compañías es cuando empezaron de verdad los problemas. Hay que tener en cuenta que antes, tras las inundaciones de 2010, fue el Principado el que apostó económicamente por su continuidad.

Y solo un año después, hablamos ya de 2014, nadie debe olvidar que Alcoa anunció el cierre de las plantas de Avilés y Coruña. Antes lo había hecho con otras de su propiedad en Estados Unidos, en Europa (Italia), dentro de una reorganización mundial del negocio del aluminio primario, simplemente porque el futuro estaba en otros nichos y porque sus necesidades a nivel global las tenía cubiertas gracias, entre otros, a la megaplanta construida en Arabia Saudí, en una ‘joint venture’ con el Gobierno de ese país, que además de encontrar bauxita sin problemas y a buen precio, lograba rebajar los costes laborales como cualquiera se puede imaginar.

Centrémonos entonces en qué es lo que sucedió en España, y más en concreto en Asturias, desde 2014 hasta aquí. Aquel cierre logró evitarse gracias a la presión de todo el mundo, gobiernos, sindicatos y toda la sociedad en general que se echó a la calle. En diciembre de 2014 todo el mundo respiró tranquilo. ¿Y después? Después, la nada. Los gobiernos, los sindicatos, se olvidaron del problema, cuando lo que requería aquel logro temporal era iniciar una negociación en toda regla con la compañía para saber cuáles eran sus planes y poder darle la vuelta a la situación.

La propia Alcoa condenó la viabilidad de la planta de Avilés desde el mismo momento en que desde 1998 sigue haciendo lo mismo con la misma tecnología: tochos y lingotes a partir de dos series de electrolisis con el sistema Soderberg, hoy en desuso. Es decir, ningún atisbo de hacer otras cosas, de aspirar a procesos de transformación, de aplicar nuevas tecnologías, en suma, de modernizar las instalaciones.

Todo lo contrario. Alcoa bajó definitivamente los brazos en Avilés. Hasta el punto de que en los últimos tiempos ha renunciado hasta velar por un mantenimiento adecuado de las instalaciones. La series de electrolisis se sustentan sobre un firme en donde las grietas son visibles, con el riesgo que eso conlleva. Uno de los últimos trabajos ha sido el de arreglar el tejado para evitar las graves consecuencias que podría acarrear la caída del agua sobre las cubas. A esto se le llama deslocalización silenciosa. Con este panorama, lo único que cabía era esperar el momento del anuncio del cierre y esta vez parece que va en serio.

Alcoa, como todas las multinacionales, va buscando el negocio y el beneficio de sus accionistas. Cuando ahora dice que tiene problemas estructurales, pero también en el día a día, citando los costes laborales, el precio de la energía, la subida de las materias primas y también la competencia china y el precio de la alúmina, se retrata ella sola. Porque, sí, es cierto todo lo que dice, pero eso no le impide seguir adelante en San Ciprián, por ejemplo, en donde da empleo a 1.172 trabajadores, más otros 5.000-6.000 indirectos, con unas infraestructuras modernas, en donde no faltan nunca las inversiones.

La multinacional norteamericana va a ganar este año unos 200 millones de dólares en la instalación de la Mariña lucense, en donde tiene dos fábricas, una de aluminio primario y otra de alúmina, detentando el 60 por ciento de esta segunda sociedad, y estando el otro 40 por ciento en manos de Alumina Limited, que cotiza en Australia. Además, juntas están en el mercado como Alcoa World Alumina and Chemical (AWAC), con negocios en minas de bauxita en Australia, alúmina, fundición y tres refinerías.

En San Ciprián va a ganar ese dinero en la sociedad de alúmina y es probable que vaya a tener, según las previsiones, una pequeña pérdida en aluminio primario. Pero es que esas son las reglas del juego de todas las compañías del mundo, que saben que cíclicamente ganarán mucho dinero y en otro momento estarán afectadas por los vaivenes del mercado, los precios de las materias primas, el petróleo o las veleidades de un extraterrestre como Donald Trump, que ha iniciado una guerra comercial de enormes proporciones y consecuencias que están por venir. Incluso en Asturias, y a lo mejor lo vemos más pronto que tarde.

Es cierto que la energía eléctrica en este país es muy alta y que eso hace que las empresas, grandes consumidoras, estén siempre en desventaja frente a sus competidores europeos. Son los casos de Arcelor y Asturiana de Zinc, aunque no son las únicas. También las medianas industrias lo padecen. Y no es menos cierto que el sistema actual de subastas de interrumpibilidad cercena o anula uno de los conceptos básicos del funcionamiento de cualquier empresa: el de la seguridad en algo tan sensible como son los costes de la energía para poder hacer planteamientos a medio o largo plazo. Una interrumpibilidad, por cierto, que no es una ayuda a las empresas, como erróneamente se dice en ocasiones hasta por parte de sindicalistas –ya no digamos políticos en general–, sino un servicio que las empresas dan al sistema eléctrico y en consecuencia tienen una compensación, no una subvención, algo prohibido por la Unión Europea. No se pueden simplificar los discursos: «¡Que devuelva el dinero que se le dio!». Hay que exigir un mínimo nivel cuando uno intenta dirigirse a una plantilla de trabajadores o a la sociedad en general. Con discursos así o con marchas ciclistas a Covadonga es poco lo que se va a poder avanzar.

Tarea del Gobierno

Tendrá que ser ahora el Gobierno central el que asuma todo el peso de la negociación con Alcoa para intentar paralizar su decisión de cierre o al menos buscar una solución que se antoja muy complicada. Dos opciones podrían vislumbrarse: que Alcoa permanezca en activo hasta que se encuentre un comprador, y que acepte la competencia, o que Alcoa dé marcha atrás y se comprometa a modernizar la planta con unas cubas nuevas que al conllevar una eficiencia energética y medioambiental podría contar con importantes ayudas de la Unión Europea. Ese sí sería un contrato de adhesión con este territorio.

Y de paso, ese mismo Gobierno central, sus ministerios de Industria y de Energía y Medio Ambiente, deberían explicar por dónde pasa el futuro de la industria de este país, si se han calculado las consecuencias de que España se haya erigido en el líder de la reducción de emisiones de CO2, a lo mejor sin tener en cuenta que los objetivos establecidos pondrán en serias dificultades a muchas empresas, sin que a nivel planetario se consiga ningún beneficio porque el acero y los empleos que se dejarán de producir aquí se obtendrán en otros países. Ojo porque este tema puede dejar el asunto de la tarifa eléctrica como un tema menor, por ejemplo en ArcelorMittal. Parece que lo que hace falta es tener sentido común y fijar objetivos que sean no solo ambiciosos sino posibles y acompasados al desarrollo tecnológico.

Y sería deseable que en Asturias supiésemos, por ejemplo, porqué la tarifa eléctrica en el País Vasco se va a ver beneficiada con 100 millones de euros en los Presupuestos del Estado, mientras en Asturias se encuentran las mayores empresas electrointensivas y no recibe nada para ese capítulo.

Alcoa es hoy el problema grave, pero no el único problema de la industria de Asturias y de la de este país en general.

 

Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el día 21 de octubre de 2018

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Sobre el autor

José María Urbano. Periodista. ExJefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico y director de AsturiasInnova+, el proyecto de divulgación de la innovación, la ciencia y la tecnología adscrito al Grupo El Comercio (Grupo Vocento). El relato de los hechos y los fundamentos de la opinión sólo pueden tener su base en el poder de los datos. En un mundo en el que imperan los clics, los shares, las notas teledirigidas, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones huecas en busca de un titular, hay que reivindicar el periodismo hecho por profesionales. Política, economía, cultura, deportes... la vida en general, tienen cabida en este espacio que pretende ir más allá de la inmediatez, la ficción y el ruido que impera apoyado en las redes sociales. El periodismo es otra cosa.


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