La demostración de fuerza de Avilés en la manifestación de apoyo a Alcoa envía un mensaje inequívoco a la clase política
Patrona 2.0 escribió el pasado día 9 esto en su cuenta para retwitear a ElMolinónRSG: «Canto nos queda por aprender na Coruña. Canto! Alrededor de 50.000 manifestantes (según los cálculos de los organizadores) en una ciudad de 80.000 habitantes. La mayoría de comercios cerrados antes para ir a la manifestación. Asturies siempre ha sido esto, solidaridad siempre. AlcoaNoSeCierra. AlcoaNunPieslla».
Lo sucedido el pasado día ocho en esta ciudad difícilmente se va a olvidar porque la manifestación en apoyo a los trabajadores de Alcoa y de la continuidad de la empresa ha pasado ya a la historia de las grandes movilizaciones por la industria en Asturias. Y no por casualidad, todas ellas, desde los años 70 hasta hoy, se han celebrado en Avilés.
De la repercusión y del eco de esa jornada se ha hablado ya sobradamente en todas partes, lo mismo que del conflicto abierto con la decisión de la multinacional norteamericana de cerrar sus centros de producción de aluminio primario de Avilés y Coruña.
Por eso uno quisiera hacer una reflexión distinta al hilo de esa demostración de solidaridad de la que hablan las dos personas mencionadas en twitter. Para resaltar, por ejemplo, la capacidad de la ciudadanía avilesina para interiorizar la gravedad de un problema cuando empieza a afectar a una de sus empresas industriales de referencia y darse cuenta del alcance de las consecuencias de ese hipotético cierre. Primero, el empleo directo de 317 trabajadores fijos –con una plantilla muy joven, además–, pero a continuación toda una cascada de daños colaterales: el empleo indirecto e inducido; el puerto, como explicaba a la perfección Juan Wes hace unos días en estas mismas páginas; el transporte por carretera, con unos daños cifrados a bote pronto en más de cuatro millones de euros según la patronal; el comercio, la hostelería, la construcción, los servicios del sector del ocio y el turismo, los de la enseñanza, los taxistas, la sanidad privada… Y todo lo que de repente dejen de atender los sueldos industriales –de los que quedan pocos– de 317 familias.
De repente, se nos anuncia un mazazo para la moral de una ciudadanía que, en general, padece los efectos de una crisis financiera originada en 2008 y que sólo ha traído –y conviene no olvidarlo, sino enfatizarlo cada vez que se pueda– más pobreza, más desigualdad y más precariedad en el empleo.
Pero la crisis abierta con la situación de Alcoa, independientemente de que al final se resuelva satisfactoriamente, como todos deseamos, nos enseña que las cosas nunca son fáciles. Que el mundo industrial, como el del resto de los sectores, está sometido a un cambio permanente y que sólo de la capacidad de las ciudades para saber adaptarse a esos cambios dependerá su futuro, teniendo en cuenta además que esa tarea no depende solo de los esfuerzos locales, sino de decisiones, normativas y políticas que se aprueban y se deciden fuera de nuestras fronteras más cercanas, incluso se escapan del territorio nacional, como bien sabemos en tanto miembros de la Unión Europea.
Dejo para el final la clave de estas líneas. ¿Alguien se imagina la fuerza imparable de esta ciudad que consigue asombrar a todo un país –a los telediarios nacionales hay que remitirse– por ser capaz de sacar a la calle a 50.000 personas detrás de la defensa de una de sus empresas? ¿Qué valor tiene esa fuerza imparable puesta al servicio de los asuntos importantes, los que afectan al bienestar de las personas?
El espíritu del 8 de noviembre debe ser el de una ciudad que tiene el privilegio de contar con un tejido industrial envidiable, con unos planes de futuro basados en las nuevas tecnologías, la investigación y el desarrollo que son hoy un referente en Europa y que prometen ir a más dentro de una Unión Europea que se enfrenta a complejísimos retos políticos y económicos. Mientras a un nivel más doméstico, Avilés debe afrontar otra serie de retos que le permitan seguir creciendo como una ciudad solidaria, atractiva, cómoda y dotada de los mejores servicios.
El problema de esta ciudad es que ese espíritu del 8 de noviembre trate de utilizarlo una clase política cada vez más alejada de los problemas del ciudadano y cada día más pendiente de sus manejos internos, reducidos en buena medida al clásico «quítate tú para ponerme yo», y de ver la forma de desacreditar al rival –incluso al compañero de partido si hace falta–, convertido ya a estas alturas en «el enemigo».
El Pleno de la Corporación de Avilés, formado por 24 concejales –con uno de Ciudadanos que un buen día dio un portazo y se fue y a nadie parece interesarle resolver esta anomalía– tuvo una buena oportunidad de mantener vivo ese espíritu solidario, de demostración de fuerza social, en la sesión que tuvo lugar este jueves pasado, es decir, una semana después de la gran manifestación.
Pues bien, con un orden del día en donde lo único destacado era sacar adelante la ordenanza de Accesibilidad Universal de Avilés y poco más –ratificar el apoyo a la actividad de Alcoa, por ejemplo–, los señores concejales emplearon 7 horas, 22 minutos y 37 segundos en un debate en el que «la derogación del delito de injurias a la Corona y reafirmar el compromiso con los valores republicanos y la democracia» se llevó buena parte de ese tiempo. Un debate propuesto por Izquierda Unida que provocó en algunos momentos sensaciones encontradas, entre la hilaridad y la vergüenza ajena.
Afortunadamente esta ciudad cuenta con un tejido social, sindical y económico que sí está por la labor de ayudar y acompañar a esas políticas que se preocupen de los problemas reales de los ciudadanos, contando además con ellos para aprovechar y prolongar ese espíritu del 8 de noviembre que acaba de ponerse de manifiesto y que tanta admiración ha provocado dentro y fuera de nuestro territorio.
Conservatorio y denuncia
Un nuevo capítulo para el Conservatorio de Música de Avilés. El sindicato USIPA ha pedido ya por registro municipal el cese del actual director, al haberse cumplido los dos años reglamentados por la ley para que alguien pueda ocupar un cargo de esa responsabilidad tras haber sido contratado en comisión de servicios. Por otro lado, sigue sin resolverse uno de los capítulos recogidos en la última sentencia, de julio de este año, en la que se ponía de manifiesto la obligatoriedad de que tanto el secretario como el jefe de estudios, al igual que el director, tengan que ser funcionarios de carrera docente, algo que se incumple en la actualidad en el centro avilesino.
Es probable que todo siga igual porque para la responsable municipal socialista todo va «de maravilla» en el Conservatorio y para los partidos de la oposición este es un asunto del que directamente se pasa. Alguno sigue sin explicar porqué. Aquí lo de menos son los derechos de algunas personas, que fueron pisoteados, y el cumplimiento de la normativa, mientras la Consejería de Educación sigue mirando para otro lado.
Publicado el en La Voz de Avilés-El Comercio el día 18 de noviembre de 2018