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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

Interrogantes sobre el PSOE

 

Los resultados de las elecciones europeas del 25 de mayo pusieron de manifiesto, con respecto al tremendo batacazo sufrido por el PSOE, que se cumple aquello de que no es posible engañar a todos todo el tiempo. Cada vez son menos los ciudadanos que consideran que el Partido Socialista es de izquierdas por el mero hecho de que sus siglas así lo indican. Son muchas las preguntas que no podemos dejar de hacernos. La primera de ellas es si la decisión de Rubalcaba convocando un congreso extraordinario supondrá un verdadero punto de inflexión o si, antes al contrario, será una vez más un cambio lampedusiano. En ese sentido, despejaría muchas incógnitas saber si, para las próximas primarias, la militancia podrá votar a los candidatos o si se tratará de un voto delegado, es decir, de toda una puesta en escena de democracia orgánica. En este momento, hay constancia de que existen candidatos como el señor Madina que ya se han pronunciado al respecto por lo primero. Sería muy deseable para la salud e higiene democráticas que se le hiciese caso.

A partir de ahí, a quien le corresponda tendría que preguntarse si el PSOE debe cambiar o no de discurso en temas clave para un partido que se reclama de izquierdas. Enuncio los que a mí parecer serían puntos básicos.

Primero, ¿seguirá siendo incuestionable para el PSOE la Monarquía, o tocaría ya pronunciarse en favor de la forma republicana de Gobierno? Segundo, siendo de todo punto rechazable la LOMCE del señor Wert, ¿de verdad hay motivos para defender el sistema educativo actual, incluida la presencia de la religión católica en la escuela pública, incluido el apoyo al negocio de la llamada enseñanza concertada, incluidos el arrinconamiento del esfuerzo, así como la renuncia al conocimiento? Tercero, ¿sería de recibo, con el pretexto de lo que supuestamente se dicta desde Bruselas, decantarse por una política económica similar a la del PP, apoyo incluido a los grandes bancos? ¿No habría cosas a replantarse en este sentido, entre ellas, la de la privatización de las cajas de ahorro, que es sarcástico que una medida de este calibre la haya defendido un partido que se dice socialista? Cuarto, a la luz de los resultados electorales en Cataluña, ¿no apremia plantearse una reforma de la Constitución encaminada a un federalismo que habría que negociar, y hacer semejante planteamiento desde la máxima concreción posible, trasladando el debate, como no podría ser de otro modo, a Cataluña? Quinto, la lucha contra los privilegios de la mal llamada clase política tendría que ser tan inequívoca como ejemplar, asumiendo con hechos renunciar a privilegios que son una afrenta contra una ciudadanía que está padeciendo las brutales consecuencias de esta crisis económica.

De verdad, no se trata de que el PSOE deba emplazarse en posiciones extremas, pero parece obligado un mínimo de coherencia en sus propuestas. El PSOE no puede seguir haciendo, a un tiempo, de Sagasta y de Lerroux. De lo primero, seguir asumiendo un papel muy comparable al que ejerció Sagasta en la primera Restauración borbónica. De lo segundo, en lo que toca a escándalos de corrupción que salieron a la luz en la etapa felipista y que continúan en casos como los ERE andaluces, por no hablar también de lo sucedido en Asturias en el periodo arecista, con el ‘caso Renedo y/o Riopedre’.

Los datos no engañan. Si nos detenemos en el incremento de votos que tuvo IU, así como en los obtenidos por Podemos, y los cotejamos con los que perdió el PSOE, la conclusión no deja margen para la duda. Ya no cabe llamarse de izquierdas y hacer políticas de derechas. De nada servirían cambios lamepedusianos no sólo en el procedimiento que se habilite para las elecciones primarias, sino también en lo que toca al discurso que el PSOE debe proponer a la sociedad española. Me temo que esta vez no serviría la estrategia que se adoptó en Suresnes que, según Santos Juliá, fue de esta guisa: «Sus nuevos dirigentes tuvieron la destreza para combinar continuidad simbólica y discontinuidad política con el socialismo del pasado, de refundar el partido bajo la apariencia de una renovación».

No, aquí ya no se salvan los muebles con «la continuidad simbólica» de las siglas y la discontinuidad del legado moral e ideológico de un partido que se concibió para luchar por una sociedad más justa, más libre y más igualitaria. No vale arremeter, como se hizo en la campaña electoral europea, contra la política de recortes de Rajoy, cuando fue Zapatero el primero en aplicarla. La arremetida tendrá que provenir desde la renovación de las personas y los discursos, la única posible para recuperar una credibilidad cuya pérdida se ganaron a pulso los dirigentes socialistas que gobernaron España durante veintiún años tras la muerte de Franco.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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