Todo un espectáculo el que nos viene dando el ex alcalde de Cudillero. Primero, perdiendo la compostura durante el juicio. Después, deleitándonos con sus declaraciones. Y, ante todo y sobre todo, ejemplificando lo que aún es (caso de Grandas de Salime) y vino siendo el caciquismo en el Occidente asturiano.

Fíjense, llegó un momento en el que todo valía, hasta que se recaudase dinero entre los hosteleros para las fiestas pixuetas. Como si la seguridad no fuese un servicio público. La legalidad no parecía importar mucho. Se trataba de que nadie se cuestionase ni la autoridad ni la voluntad del regidor de turno.

Y lo cierto es que, con esta historia sobre el tapete, la FSA, en las elecciones adelantadas de marzo de 2012, decidió presentar al ex alcalde pixueto, que, como bien se recuerda, salió elegido in extremis tras un recuento del voto de la emigración. Y es el caso que, al poco tiempo de tomar posesión de su escaño, las instancias judiciales llamaron a capítulo, hasta que nuestro hombre dimitió.

Mientras tanto, en su feudo sucedieron las cosas más inauditas, hasta el nombramiento de alguien como alcalde que ni tan siquiera figuraba en las listas. En el hermoso municipio de Cudillero la voluntad de Quico seguía siendo sagrada. La FSA, por su parte, refrendó todo aquello con la presencia de Jesús Gutiérrez (nuestro Mirabeau) en aquel pleno de marras. Todo el poder para Quico. Su voluntad era incuestionable.

Lo tengo escrito más de una vez: no puedo dejar de preguntarme cómo puede digerir don Javier Fernández la existencia del caciquismo en municipios del Occidente astur con regidores de su partido. Es imposible que en sus tiempos de máximo dirigente de la FSA, mientras Areces gobernaba, desconociese el señor Fernández lo que ocurría en Cudillero, en Salas, en Grandas de Salime y en otros municipios de estas comarcas. Pero, claro, eran intocables esos dirigentes mientras se ganasen elecciones, ello a pesar de sus despilfarros, de sus nepotismos, de sus cacicadas, de sus salidas de tono, de sus contabilidades delirantes y así un largo etcétera.

Y se diría que el juicio que acaba de celebrarse contra el ex alcalde de Cudillero no hace más que poner de relieve este tremendo flanco de incoherencia tan dañino para la imagen pública de Javier Fernández.

No cabe ante ello, creo, alegar ignorancia, primero, porque sería un demérito político que la cúpula del partido hasta ahora más poderoso de Asturias desconociese una realidad caciquil protagonizada por hombres de su partido, ignorancia que es imposible, pues, con sólo leer la prensa, se conocía la susodicha realidad. Lo que hubo (y en el caso de Grandas sigue habiendo) fue una laxitud moral imperdonable por parte de la FSA.

Es bochornoso que un partido que se creó, entre otras cosas, contra una realidad injusta y caciquil haya degenerado en esto mismo, sin que pusiese freno nunca a determinados desmanes. Lo dicho: ganaban elecciones. Y eso era un salvoconducto más que suficiente para tolerarlo todo.

Y, andando el tiempo, vemos al señor González lagrimeando, pero, eso sí, sin arrepentirse de sus abusos de poder. Otros exalcaldes de estas comarcas se apartan, salvo alguna que otra excepción, del mundanal ruido. Y los hay como el señor Revilla que persevera en sus peores prácticas.

Mientras tanto, se sigue mirando hacia otro lado en la FSA. ¿Hasta cuándo, hasta dónde, hasta qué?