Hace cien años, cuando Ortega fundó la revista ‘España’, declaró que la referida publicación nacía de un matrimonio muy español, formado por «el enojo y la esperanza». Pues bien, el resultado de las elecciones del 24-M, especialmente en nuestra tierra, es una criatura surgida de esa extraña y atormentada pareja. Reconozcamos de antemano que aquí triunfó la vieja política. Añadamos que, tras escándalos como la fortuna de Villa y las imputaciones por la ampliación de obras en El Musel, el PSOE sigue siendo la fuerza más votada. Por su lado, el PP, por mucho que el Gobierno de Rajoy no haya sido muy generoso con esta tierra, por mucho que la corrupción pepera a escala nacional sea más que insufrible, por mucho que don Joaquín Fernández, hasta no hace mucho dirigente conservador llariego, nos haya regalado los oídos con su ética y estética, parece que sube un diputado con respecto a 2012. Triunfo, cada vez más pírrico, eso sí, de la vieja política.

Orteguiana: el filósofo tituló la conferencia de su puesta de largo en la vida pública en 1914 en el Teatro de la Comedia como ‘Vieja y nueva política’. En una población como la asturiana, alarmantemente envejecida, la vieja política sigue ahí. Y la dialéctica orteguiana entre el enojo y la esperanza se verá en el nuevo Parlamento asturiano.

El ganador es sin duda Javier Fernández, que obtiene, si bien se mira, una victoria agónica, siempre que Podemos no esté dispuesto a apoyar lo que vino combatiendo en su discurso y siempre que Llamazares no esté por la labor apoyarlo a cambio de nada, es decir, sin exigirle políticas claramente de izquierdas.

Enojo se sentirá en algunos concejos asturianos, como Grandas de Salime, en el que el caciquismo no fue derrotado. Más esperanza habrá en Oviedo donde la izquierda, si Wenceslao no sufre imposiciones de la FSA, puede acabar con el gabinismo para siempre jamás del mundo.

¿Son justos los resultados? ¿Se merece el PP de Cherines tener más votos que la candidatura de Cristina Coto? ¿Se merece Llamazares no haber aumentado el respaldo electoral de su coalición? ¿Se merece Podemos, dada su precariedad de medios, el resultado obtenido, cuando es la formación que más garantizaba el cambio en Asturias?

¿Y cómo queda esta tierra en comparación con el resto de España? Aquí la vieja política resiste más, aunque el declive se atisbe irremediablemente.