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Luis Arias Argüelles-Meres

Desde el Bajo Narcea

¿LA GRANDEZA DE UNA ESPAÑA SIN PULSO?

«Y a lo largo de toda la historia de la España oficial, a lo largo del cortejo de dalmáticas armaduras y de estandartes, de opresiones o de victorias, de persecuciones o de evasiones del suelo nacional, paralelo a todo eso ha habido siempre durante muchos siglos en España un arroyuelo de gentes descontentas, del cual arroyuelo nosotros venimos y nos hemos convertido en ancho río» (Azaña).

El Rey compareció rodeado por los esplendores que decoran del Palacio de Oriente, acaso considerando que se trataba del marco ideal para escenificar en su discurso navideño la grandeza de una nación llamada España. Lo malo es que, ¡ay!, con tapices lujosos o sin ellos, con ornamentaciones que pueden obnubilar, en el aquí y ahora de este país, tal y como sucedió también en los tiempos de Silvela, lo que se percibe es, una vez más, una España sin pulso. Una España sin pulso y un discurso marcado por generalidades que ni persuaden ni seducen. Un discurso prudente que apenas se hizo eco de la corrupción. Un discurso que puso todo el énfasis en la conocida diversidad dentro de la unidad, así como en la necesidad enorme del entendimiento. Un discurso en el que quedó muy claro que el papel del actual Jefe del Estado en una Monarquía parlamentaria tiene sus limitaciones, entre ellas, la de que no le toca intervenir decisivamente ante el creciente independentismo catalán.

Un discurso sin pulso, entre otras razones, porque la España oficial de este momento tampoco lo tiene. Un discurso claramente a favor del marco constitucional presente, llamando a que la legalidad no se incumpla. Un discurso con ciertas apelaciones a la historia, sobre todo cuando hizo mención a los desastres que se derivaron de los incumplimientos de la legalidad establecida.

Pero lo problemático de estas apelaciones a la historia estriba en que, en efecto, hubo mucho de esto. ¿Cómo no recordar las consecuencias de todo lo que se derivó de aquel Pronunciamiento de Primo de Rivera en 1923, al que el bisabuelo del actual Monarca no se opuso ni si siquiera en apariencia? ¿Cómo no recordar, asimismo, la sublevación militar del 36 contra la legalidad republicana, de lo que se derivó una de las dictaduras más largas del siglo XX que, por otro lado, facilitó la restauración borbónica de la que el propio Felipe VI es heredero?

Y, ya que de historia hablamos, ¿cómo no tener presente lo que escribió Américo Castro acerca del problema histórico de los nacionalismos españoles? Conviene reproducir, una vez sus palabras: «El convivir de los individuos y las colectividades se basó en Occidente en un almohadillo de cultura moral, científica y práctica, pues en otro caso hay opresión y no convivencia. Castilla no supo inundar de cultura de ideas y cosas castellanas a Cataluña, como hizo Francia con Provenza y luego con Borgoña».

Y es que el problema de los nacionalismos en España es, como otros muchos, un asunto con una larga raigambre histórica que en su momento no se supo o no se quiso resolver.

Una España sin pulso. A diferencia de otros países europeos, aquí no existe el sentimiento unánime de las glorias comunes y remordimientos de los que habló Renan a la hora de explicar lo que es una nación. A diferencia de otros países europeos, muy rara vez la España oficial se hizo cargo de sintonizar con la España real.

Y, por otro lado, las lecciones que da la historia sobre el tratamiento que recibió la mejor España, intelectual y científicamente hablando, explica muy bien que el sentimiento de grandeza es difícilmente asumible por un pueblo que casi siempre tuvo a la España oficial enfrente.

Y, si nos situamos en nuestra historia más reciente, es decir, en la encrucijada que se vive en el momento actual tras las elecciones del 20-D, habrá que convenir en que la desafección primero y la indignación después contribuyen a una España sin pulso de la que oficialmente emergen discursos sin pulso.

Y es que la grandeza de un país no la da sólo un marco, también hace falta un cuadro en el que su ciudadanía se vea orgullosamente reflejada.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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