¿LA MEJOR ASTURIAS?
No es nada desafortunado el lema de la campaña autonómica del PSOE. En todo caso, la pregunta que se suscita es obvia. ¿Qué se entiende por la mejor Asturias? Desde luego, no es la que se acepta con resignación una decadencia que nos lleva a la agonía, decadencia en la que tiene mucho que ver el partido por el que se presenta Adrián Barbón, que salvo las excepciones del periodo de Marqués y los pocos meses de Álvarez-Cascos, viene gobernando esta tierra en los últimos cuarenta años. La mejor Asturias no es la que se conforma con un declive demográfico que resulta inquietante. No es la Asturias que no quiere ser consciente del abandono que sufre el campo, a pesar de su enorme potencialidad. No es la Asturias que no pasa factura a la hora de votar a quienes incurren en incumplimientos inaceptables. No, no es esa Asturias.
Y, por otra parte, ahí están las encuestas que aseguran que el PSOE, al igual que sucedió en las elecciones generales del 28-A, será el partido más votado en los comicios autonómicos. Con independencia del margen de error que puede haber en los sondeos, lo cierto es que resulta altamente probable que acierten en lo que se refiere a que la candidatura que encabeza Adrián Barbón ganará el 26 de mayo.
Hablemos claro: sería frustrante que el partido político que no solo no logra impedir el declive de Asturias, sino que además es, en parte, responsable del actual estado de cosas, mereciese la confianza mayoritaria de los asturianos. ¿En qué quedó aquella apuesta de Javier Fernández de convertir Asturias en la Alemania española? ¡Madre mía! Resulta deprimente en grado sumo.
Sin embargo, no podemos perder de vista que, aun tratándose de la misma formación política, el actual candidato del PSOE en Asturias representa, de entrada, el relevo generacional en una FSA que hasta el momento no fue muy proclive a los cambios. Y, por otro lado, la mayoría de los anteriores dirigentes ya tienen, empezando por Javier Fernández, un pie en el estribo camino del fin de su trayectoria en la vida pública. Además, tampoco podemos soslayar que lo que representó en el PSOE nacional el actual presidente de Asturias sufrió una severa derrota en las últimas primarias, derrota que facilitó que Sánchez volviese a dirigir el PSOE estatal.
Así pues, relevo generacional y cambio en lo que a planteamientos ideológicos se refiere. Ambas cosas son merecedoras del beneficio de la duda.
Pero el trecho que va de la Asturias decadente y resignada a la mejor Asturias es enorme. No sólo no será fácil transitarlo con éxito, sino que además, si los sondeos se cumplen, Barbón tendrá la oportunidad de demostrar que, al menos, ése es su empeño, ése es su reto que, de entrada, significaría una ruptura total con los mandatarios anteriores.
La mejor Asturias no tuvo cabida ni presencia en los dos mandatos de Javier Fernández, marcados no sólo por la resignación y el marasmo, sino también por sus constantes guiños y entendimientos con la derecha.
Lo dicho: el reto se antoja muy difícil. El cambio sería tan grande que estaríamos hablando de otra FSA, que no renegase de la cultura asturiana, que no se caracterizase por ir creando, paso a paso, una geografía del abandono en el mundo rural, que defendiese los intereses de Asturias en Madrid y en Europa, que no aceptase esta tierra se quedase al margen de los grandes proyectos de futuro, que recuperase y dignificase la memoria de esa mejor Asturias por la que Barbón dice apostar.