El Parlamento asturiano acaba de aprobar una modificación del reglamento de tal forma que cada uno de los tres partidos políticos que integran el grupo mixto puedan constituir un grupo parlamentario propio. Cierto es que nunca hubo tanta pluralidad en la Junta y que tiene sentido que las referidas formaciones políticas dispongan de tiempo y de presencia en los Plenos y en las Comisiones en representación de sus votantes. Hasta aquí, lo recién aprobado podría considerarse razonable.

El problema consiste en que semejante aprobación conlleva que el presupuesto de la Junta se incrementa. El problema es que, además, aumentará el número de asesores a cargo de ese mismo presupuesto, asesores que se nombran por parte de los grupos parlamentarios con el criterio de la libre designación.

La pregunta que resulta inevitable hacerse, más allá de criterios técnicos y burocráticos, es por qué no se arbitra un criterio que, aun aumentado el número de grupos parlamentarios, ello no conlleve una subida en el presupuesto de la Cámara. Sería una cuestión de voluntad política y sería también toda una declaración de intenciones en pro de una austeridad que casi siempre se demanda a la mayoría de los ciudadanos.

El señor Zapico de IU habló de patricios y plebeyos, esto es, del senado romano. Cierto es que las asignaciones a los grupos parlamentarios van en función de su representatividad. Y que todos los grupos necesitan recursos. Distinta cosa es que, hasta el momento, con los números en la mano, nadie tuvo a bien demostrar que la actividad del Parlamento se viese menoscabada sin necesidad de aumentar el presupuesto hasta ahora existente.