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Víctor Manuel Márquez Pailos

Desde el silencio

Si yo fuera gay

Si yo fuera gay, creo que no saldría del armario. Después de todo, la alternativa al armario ¿no es, acaso, lo más parecido a un cajón de sastre? A eso me suenan, por cierto, las siglas LGTB, denominación de un colectivo que no alcanza a tener nombre propio porque los nombres dan lo mismo que piden, identidad, y los miembros de este colectivo, si de algo carecen, es precisamente de eso, de identidad concreta. No es lo mismo ser homosexual en hombre que en mujer, trans o bisexual. Ni tienen en común un homosexual y un transexual más que un bisexual y un heterosexual. Les une a todos, sin embargo, la oscuridad y la violencia del rechazo familiar y social que han padecido. Pero su salida a la luz les ha hecho sentirse diferentes entre sí, unánimes, como lo han sido cada uno a su manera, en la lucha por una sociedad abierta, inclusiva, cálida.

La diferencia, una vez reconocida, no conoce límites. Es necesario siempre remarcarlos, trazarlos de nuevo, cuando se han borrado, con mano delicada y resuelta. Había que salir del armario y desplegar, a plena luz del día, la multicolor enseña de los que no cabían dentro, despreciados por sentirse diferentes. Pero los armarios no sirven solo para esconder lo de menos precio y estima colectiva sino también para guardar lo que unos pocos aun saben apreciar. En los armarios hay también intimidad ¿A qué se parece, sin embargo, una sexualidad sin intimidad sino a un cajón de sastre? La diferencia, una vez reconocida, conviene remarcarla. Entregada a la publicidad desconoce sus propios límites y corre el peligro de banalizarse. La libertad sexual, más que necesidad de ser, ¿no es ansia de poseer que el mercado se encargará de explotar? Si yo fuera gay me quedaría en el armario.

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