Vivo en el Suroccidente de Asturias. El profundo Sur, lo podríamos llamar. Profundo no por hondo, que es zona bastante montañosa, sino por otros significados de la palabra. Recóndito, sí; intenso, también; pero sobre todo deprimido, sumergido, complicado. Y aquí se hace difícil aplicar aquello de “El Sur también existe”. Porque solo parece existir para los poquísimos que continuamos habitando en él. Apurando mucho podemos decir que también existe en el pensamiento de nuestros amigos y familiares que nos visitan de vez en cuando. O en el de cuatro entusiastas turistas que buscan algo fuera del habitual sol y playa.
Pero no parecemos existir para el complejo entramado de administraciones que legislan, dirigen y gobiernan este país. Ni este rincón de Asturias ni ningún otro de la España rural que día a día vemos morir sin sentir siquiera un atisbo de remordimiento ante una pérdida irreparable en muchos aspectos. Bien es verdad que de vez en cuando salen a la palestra maravillosas ideas, frases rimbombantes y sesudos estudios en los que casi siempre se llega a la conclusión de que el mundo rural corre serio peligro de desaparecer, que hay que protegerlo, que es algo importante y unas cuantas cosas por el estilo. Pero en este caso sí que podemos afirmar que todo esto siempre se queda en el papel. Porque hacer, lo que se dice hacer, no se hace nada, o casi nada, para evitar la desaparición no solo de unos pequeños pueblos sino de todo un paisaje, unos ecosistemas, una forma de vida y una cultura ancestral, milenaria y sobre todo nuestra, genuinamente nuestra, aquella de la que el 90% de la población asturiana procedemos.
Ya sé que somos muy pocos. Que a la hora de votar apenas sumamos. Quizá ahí radique nuestro mayor problema. Pero también es el mayor problema al que ha llegado esta democracia que tenemos, uno de los mayores errores de nuestra clase política y una de las cuestiones por las que ha perdido mucha credibilidad y respeto por parte del pueblo. Nuestros políticos viven y actúan de cara a las próximas elecciones. Solo interesa aquello que proporciona votos. Mientras no existan unos gobernantes serios, rigurosos, con altura de miras y con unos principios éticos que estén por encima de todo interés personal o de partido, ni este ni otros muchos problemas que nos aquejan tienen la más mínima posibilidad de ser resueltos.
A todos los que tienen voz en esto, a los que nos gobiernan, desde los más cercanos de la política municipal a las más altas instituciones nacionales y europeas: hagan todo lo posible por preservar este mundo rural. No escatimen esfuerzos. Será una gran labor que los honrará en el presente y en el futuro.