El campo asturiano está este año más verde que nunca; no en vano llevamos casi dos meses de lluvias constantes. Me asomo a la ventana y contemplo tanta belleza a mi alrededor que resulta difícil de asimilar. Será eso que llaman el síndrome de Stendhal, pero aplicado al paisaje. Vivir rodeada de naturaleza me parece un lujo extraordinario. Sin embargo, aquí estamos los cuatro de siempre. La gente parece que sigue prefiriendo el centro comercial o cualquier otro pasatiempo urbano a este prodigioso paisaje primaveral.
Leo una vieja entrevista de un diario asturiano a Yves Champetier, economista, ex director del Observatorio europeo del programa Leader y experto en desarrollo rural. Afirma que los ecosistemas tradicionales son un ingente patrimonio cultural, que en estos enclaves la inteligencia de la gente para obtener lo mejor del lugar era algo increíble. Aboga por recuperar esa inteligencia para dar una solución a estos territorios. Me gustan las cosas que dice este hombre. Pienso que si nuestros antepasados supieron gestionar de una manera tan perfecta estos hábitats, ¿cómo nosotros, con una formación mucho más amplia y con toda la tecnología y todos los avances a nuestro alcance no somos capaces?
Algo tendremos que hacer y lo tendremos que hacer entre todos: los que vivimos en el medio rural, los que viven en las ciudades, gobernantes, expertos. Todos. Hace unos treinta años, cuando se constató que el oso pardo estaba en franco peligro de extinción, se dio la voz de alarma y se pusieron en marcha importantes proyectos de recuperación. Se crearon fundaciones, asociaciones, se invirtieron enormes recursos y la situación logró revertirse. Hoy ya no parece que este animal emblemático de Asturias esté amenazado y eso está muy bien. Vaya por delante, para que no se me malinterprete, que creo que es absolutamente necesario conservar todas las especies autóctonas. Pero ahora es el campesino, el habitante del mundo rural, el que está en franco peligro de desaparecer. ¿Estamos dispuestos a hacer un esfuerzo como el que se hizo para la conservación del oso u otras especies animales? Si no lo hacemos, lo que nos espera es muy fácil de imaginar: en menos de veinte años los pueblos se vaciarán casi por completo. Asturias será una macrourbe en el centro y las alas -especialmente la zona occidental-se quedarán totalmente despobladas. Y con los campesinos desaparecerán los pueblos porque el matorral, que ya aumenta de año en año de forma imparable, acabará apoderándose de todo. Y yo pregunto: ¿es ese el paraíso natural que queremos para el futuro?