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Pilar Arnaldo

Desde La Pontecastru

HABLANDO DE LOBOS

Últimamente salen con mucha frecuencia noticias sobre animales salvajes – lobos, osos, jabalíes- en la prensa. Uso de manera intencionada el enunciado “animales salvajes” a sabiendas de que es una de esas expresiones que no se consideran políticamente correctas. Pero es que yo, particularmente, le empiezo a tener bastante aversión a lo políticamente correcto. Todo el mundo opina desde sus ciudades, desde sus oficinas, desde su vivienda en un sexto piso, pongamos por ejemplo. Cuando la noticia aparece en un periódico con la opción de comentar o en Facebook u otra red social, se leen auténticas perlas. En una ocasión,una señora pedía la pena de muerte para un ganadero que mató a un lobo. Porque el lobo es el bueno de la película. Se ensalza su comportamiento, se dice que tiene no sé cuántas cualidades, que cuida de sus mayores… en fin. Todo un ejemplo a seguir. Pero el lobo mata. Es un gran depredador. Por supuesto que sé que tiene que matar, es un carnívoro y necesita sobrevivir. Lo que no entiendo es ese sufrimiento cuando muere un lobo y que a nadie le dé pena de las ovejas que este mata, o de los potros, o de los terneros. Parece ser que todos estos animales, en el imaginario de los “opinadores” no merecen ninguna compasión. Pues qué quieren que les diga, yo reivindico el derecho de la oveja, el potro y el xatín a dar pena. Faltaría más
Pero además se da la circunstancia de que el lobo es carnívoro y el ser humano también lo es. Y nos disputamos buena parte del botín. Cuando la población de lobos es muy alta en una determinada zona, el ganadero tiene muy difícil su supervivencia como tal. Puede que, para muchos de estos defensores, todos los ganaderos estén por demás. Qué importa. Los supermercados están llenos de productos para llenar nuestros estómagos, incluida la carne que, si no la producimos aquí, sin problema viene del otro extremo del mundo en grandes trasatlánticos “estupendos” para la naturaleza y el medioambiente. Pero yo insisto. El día que nuestros ganaderos, los pocos que van quedando en los pueblos, no soporten más la situación, ¿qué va a pasar? Pues es evidente: abandonarán. Y con ellos se morirán los pueblos. Se convertirán en inmensos matorrales. Algún día un fuego, intencionado o no, arrasará con todo. Pero hay más. ¿Les suena de algo la expresión soberanía alimentaria? Se va a hablar mucho de ella en el futuro. Es algo que hasta la fecha poseíamos pero que vamos perdiendo a medida que no tenemos la capacidad de generar nuestros propios alimentos y dependemos de las importaciones de otros países y de las maniobras de las grandes multinacionales. Y créanme, estas no siempre son de fiar.
Y para que no me caigan chuzos de punta, hago una matización. Me considero una gran defensora de la naturaleza, milité muchos años en un importante grupo ecologista asturiano y por supuesto no quiero erradicar ninguna especie ni vegetal ni animal. Pero tampoco quiero que ahora el malo de la película sea el ganadero. Y si tienen dudas, vengan a los pueblos y entérense de lo que pasa. Es mejor opinar desde cerca que desde lejos.

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Sobre el autor

Pilar Arnaldo, escritora y profesora de Lengua castellana y Literatura. Como columnista publico mis artículos en El Comercio sobre mundo rural, Suroccidente de Asturias y cultura tradicional


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