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Daniel Castaño

El desván de los ñoños

Génesis

Llegados a este punto, conviene recapitular. ¿Quién no aborrece las escenas de las películas en las que nos retrotraen por enésima vez al origen archiconocido del héroe? Sin duda de estar leyendo esto mesnadas asentirían con gesto y voz, haciendo uso incluso de algún improperio a juego.
¿Por qué, pues, llegados a este punto, conviene recapitular?
Son varias las razones.
Porque El Ñoño no es un héroe, ni un antihéroe ni mucho menos. Sus orígenes no nos aseguran poderes especiales surgidos de rayos gama, o de nacimientos allende las estrellas, o de picaduras con imaginación. No, sus poderes son de andar por casa y limitados por la dueña de la casa. No acudimos por tanto a los tópicos, y por tanto no son tan archiconocidos los orígenes, ni archi ni conocidos a secas; son de lo más mundanos, irrisorios, sosainas…
¿Por qué, entonces, llegados a este punto, conviene recapitular?
Por una suerte de coincidencias que desembocan en la verdad: en un blog ñoño no son necesarios los motivos, no hay mesnadas que asientan al otro lado, no tiene más razón de ser que el capricho o una serie de coincidencias. Alguien podrá pensar que esto no constituye un motivo por si solo, y no seré yo quien lo contradiga. Si a pesar de ello prestan atención a las palabras de un pingüino elegante, es posible que encuentren un rinconcito de tiempo no demasiado mal gastado. Como dijo aquel, llegados a este punto… vayamos por partes.   

Esta Génesis está publicada en el actual Nº80 de Ojodepez “Especial Antes y Ahora”. Seguimos en la brecha, piano, piano si va lontano.

Sobre el autor

Por si a alguien le importa lo bastante como para reclamar, aquí presento las señas: Daniel Castaño, ilustrador, dibujante de cómics, humorista gráfico, farolero y ñoño practicante. Nací en el sur, allá abajo de casi todo, en un lugar tan chico como bien lindo al oriente de su homónimo cauteloso. Asturiano por parte de mi padre Aniceto y gallego de mi madre Amalia, adoptado por la tierrina hace tanto que ni me acuerdo. Estudié en la Escuela de Arte de Oviedo, y trabajé algunas veces aquí, en El Comercio, y algunas veces allá, en Gráficos y otros sitios perecederos. Ahora tengo treinta y unos cuantos, aunque me gusta aparentar que no me importa aparentar bastante menos de lo que me gustaría. En realidad allá por los 16 encontre mi cima, creo. Con eso y con todo me paso la vida dibujando. De chico pensaba que para cuando tuviera edad de merecer, podría ver los frutos de mi inversión en tanto tiempo perdido entre dibujos. Perdido, que no añorado. Cuando llegue a esa edad, se lo cuento.


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