Nos hemos mudado, sí, la ubicación es nueva pero el cobijo y las costumbres son viejas. El desván sigue con sus ñoñerías a flor de piel, su sinsentido propio, sus dibujos al azar, sus historias de siempre y sus deseos de nunca acabar. Así que para los nuevos que pudieran llegar, acomódense en un rinconcito y no tengan miedo de mirar y opinar, que no molestan. Y para los viejos del lugar, que les voy a contar… ya saben dónde guardo los lacasitos.
Bienvenidos y disculpen los cuadros torcidos y los periódicos en el suelo, abrimos sin terminar la obra pero, ya saben, la obra debe continuar.