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Daniel Castaño

El desván de los ñoños

El ñoño de papel

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Pues sí, hete aquí que no todos los ñoños son una suma cabezona de píxeles coloreados. Los hay que sublimando su etérea condición digital alcanzaron cobijo entre las fibras de un hermoso papel de satén. En su día toda esa pasta vegetal endurecida apadrinó el carácter ingenuo y proverbial del ñoño y acompañando a otras aplanadas muestras de celulosa configuraron varios fanzines de naturaleza empírica. Tales ejemplares de “Ojodepez In Paper“, que así se llamaban y se llaman, cosecharon un rotundoéxito en los más relevantes salones del cómic de este país y me alegra pensar que el rubiales del frondoso tupé iba dentro como quien no quiere la cosa.

Es hoy, superado el tiempo exclusivo prudencial, cuando las páginas pierden su condición de inéditas en la red y hacen su debut en el desván. Sirvan éstas para desmadejar las enmarañadas telarañas que muy cucas ellas habían ido ganando terreno al moho habitual tras la imperdonable escasez de actualizaciones acaecidas (faltando, dicho sea de paso, con aquel noble propósito de fin de año).

Para terminar, me produce gran satisfacción anunciar que tras su definitivo cierre online, Ojodepez continúa su andadura en formato físico para regocijo de los salones venideros. Estamos preparando un número muy especial con doble ración de ñoño; a continuación podéis ver un adelanto. Sigan con nosotros gente que no está, se les echa en falta sino.

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Sobre el autor

Por si a alguien le importa lo bastante como para reclamar, aquí presento las señas: Daniel Castaño, ilustrador, dibujante de cómics, humorista gráfico, farolero y ñoño practicante. Nací en el sur, allá abajo de casi todo, en un lugar tan chico como bien lindo al oriente de su homónimo cauteloso. Asturiano por parte de mi padre Aniceto y gallego de mi madre Amalia, adoptado por la tierrina hace tanto que ni me acuerdo. Estudié en la Escuela de Arte de Oviedo, y trabajé algunas veces aquí, en El Comercio, y algunas veces allá, en Gráficos y otros sitios perecederos. Ahora tengo treinta y unos cuantos, aunque me gusta aparentar que no me importa aparentar bastante menos de lo que me gustaría. En realidad allá por los 16 encontre mi cima, creo. Con eso y con todo me paso la vida dibujando. De chico pensaba que para cuando tuviera edad de merecer, podría ver los frutos de mi inversión en tanto tiempo perdido entre dibujos. Perdido, que no añorado. Cuando llegue a esa edad, se lo cuento.


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