Por ahí ya comenté lo que estas imágenes sacadas de lo ajeno significaban. El hecho es que se quiera o no constituyen una buena parte de la profesión de ilustrador, están en nuestro orden del día. Y bien a gusto, al menos en la parte que me toca.
Si echamos un vistazo veloz podríamos sacar de ellas docenas de historias sin problemas, no hace falta poseer gran imaginación ni destreza poética. Cada una tiene la suya propia claro, pero no es mal ejercicio casi nunca dejar volar la imaginación. A veces ayuda empezar la casa por el tejado, que diría Fito. Y aprender de una bruja, también.
Todas las ilustraciones completan artículos, poemas o columnas periódicas. Sirvan para sacar lustre al desván que, admitámoslo, se me cae a cachos de puro moho. No dejaré más promesas de enmendarme, demostrado está que no sirven ni como efecto placebo. Al menos cada entrada va bien provista, menos da una piedra, se lo digo yo. Tienen toda la paciencia del mundo.