“La muerte de uno es una tragedia, la muerte de millones es estadística” Iosif Stalin
Una de las desventajas de esta Sociedad de la Información es que el continuo bombardeo de noticias hace que cada una de ellas por separado parezca insignificante. Desde el comienzo de la crisis, los medios de comunicación han ido llevando día a día la crónica de las caídas en desgracia de diversos colectivos, abocados a un futuro incierto por el paro, la explotación o los abusos de los poderosos. Despido a despido, estafa a estafa, un considerable sector de la antigua clase media española ha pasado a engrosar las filas de los parias, mientras otros engordaban con su miseria. Y los periódicos han ido poniendo cara a sus desdichas, voz a sus protestas, gemido a sus quejas. Pero, al día siguiente, llegaban nuevos diarios con nuevas caras, voces y gemidos que iban enterrando los anteriores bajo una gruesa capa de papel y olvido; números en una estadística de sufrimientos nacionales, aun a medias de escribir.
Tenemos que resistirnos a caer en esta dinámica deshumanizadora. No debemos permitir que los rostros se difuminen en nuestra memoria y la solidaridad se apague en nuestros corazones. Tenemos que rescatar de su tumba de papel a aquellos que una vez suscitaron nuestro apoyo. Cuando, como ahora, nos indignemos con los trabajadores de Alcoa, abandonados a la codicia de las empresas eléctricas, hemos de recordar también a otras víctimas anteriores, como los mineros de nuestra zona que tanto tiempo llevan sufriendo en el limbo judicial y laboral al que empresa, gobierno y sindicatos les han condenado. No dejemos que nuestra rabia ante las injusticias se enfríe. No nos resignemos a que nuestros ministros dediquen su mandato a hacer méritos para ingresar en los consejo de administración de las eléctricas o, como en el caso del Sr. Soria, méritos incluso para presidirlos.