Hace unos días se ha celebrado en la Librería Treito de Cangas una charla recordando al escritor cangués José Avello, fallecido en febrero. No incidiré aquí, sin embargo, en la primera faceta. Novelista concienzudo, perfeccionista y, por tanto, poco prolífico, nos dejó dos obras maravillosas, que son “La Subversión de Beti García” y “Los Jugadores de Billar”. Creo que el mejor homenaje que puedo hacerle a él en este campo y el mejor servicio que puedo hacerles a ustedes es animarles a que las lean.
Es sobre la segunda faceta, la personal, sobre la que quiero extenderme. No sobre el escritor y profesor José Avello, sino sobre el cangués “Pin Estela”. En él se conjugaban perfectamente esos dos impulsos contrapuestos que han marcado la vida de muchos de nuestros vecinos: el afán de recorrer el mundo y el deseo de volver a la tierra. Esas fuerzas centrífuga y centrípeta que esparcen a los cangueses por todos los confines del planeta y los vuelven a convocar aquí para La Descarga. Pin abandonó Cangas, como tantos jóvenes de antes y de ahora, para seguir sus estudios, viajó, corrió mil peripecias y triunfó en su profesión, pero su corazón nunca abandonó del todo el lugar que lo arropó durante su infancia ni a sus habitantes, de los que habla en el himno del Tous pa Tous que él compuso, sus amigos de siempre.
Por eso, siempre fue abanderado de su tierra, pero no desde el chauvinismo ni la exclusión, sino desde colaboración y el cariño. Siempre arrimó el hombro en cualquier proyecto en pro de Cangas. Con su pluma amable, apoyó proyectos culturales, libros y hasta el vino de la tierra. Por eso, podía estar meses sin venir y volver a incorporarse a la vida social canguesa sin que una sola onda turbara su superficie, como si hubiera estado con nosotros ayer. Porque aquí ocupaba su lugar natural, su verdadero sitio en el mundo. Un sitio cuyo vacío ahora nos llena de añoranza.