Durante estos días me ha tocado varias veces satisfacer la curiosidad de medios de comunicación y visitantes foráneos sobre La Descarga y me hacen gracia las insistentes preguntas sobre cantidades. Puede ser que el actual bombardeo de informaciones dispares nos empuje a reducirlo todo a números para poder asimilarlo rápidamente, aunque eso es como pedir el potaje en puré para poder tragarlo sin masticar. Tal vez nos han engañado tantas veces con palabras que sólo confiemos en las cifras. “Los números no engañan”- dicen y es cierto, Pero la gente que los emplea sí y no sólo cuando los usa seguidos del “%”. Una cantidad cualquiera, sin el contexto adecuado, es, como mucho, media verdad.
Por eso, cuando hablamos de La Descarga, las cantidades son irrelevantes. Creemos, como Sabina, que no debe reducirse todo al sistema métrico, que los sentimientos y las sensaciones, los pensamientos y las emociones, son más importantes. En realidad, ni siquiera usamos el sistema decimal para los voladores, que cumplen su ciclo vital agrupados en docenas. ¿Cuántas? Pues todas las necesarias para llenar las máquinas, los brazos de los apurridores y el corazón de los cangueses. Ni más, ni menos. Todas cuidadas, mimadas, como aquí sabemos hacer. De hecho, esa es la diferencia que a tantos intriga: “Un cohete es un volador falto de cariño”.
“¿Cuánto dura La Descarga?” – me preguntan también. Pues como la vida misma, una eternidad o un suspiro, que el tiempo es una medida subjetiva, como bien explicó Einstein después de pasar por Cangas un 16 de julio. Cuando apenas hemos terminado de disfrutar del olor de la pólvora de una y ya estamos comentando cosas que se podrían mejorar, estamos empezando la siguiente. ¿Y cuánto cuesta? Pues nada, cualquier cantidad de dinero, cualquier cantidad de sudor, se olvida cuando la Virgen del Carmen se detiene en mitad del puente y el mundo deja de girar por un instante, conteniendo el aliento. La calculadora no puede explicar nada de eso.