Llega la jornada de reflexión, divertida ocurrencia aunque lleve implícita la insultante presunción de que el resto del tiempo los votantes sólo usamos el cerebro para rellenar la cabeza. Y seguramente los que crearon este día estaban convencidos de que nadie la utilizaría para reflexionar, de lo contrario, no se hubieran arriesgado a perder el chollo. Aquí, precisamente, está la principal diferencia entre las campañas de los partidos: los nuevos se han esforzado en ofrecer datos, argumentos y razonamientos para que los ciudadanos se paren a pensar y reconsideren su voto y los tradicionales se han prodigado en consignas, demagogias y distracciones para que la gente no piense y los vote a ellos, como siempre.
Si cree que ya es hora de iniciarse en el mundo del pensamiento, no le vendrá mal una pequeña guía. Porque, digan lo que digan, razonar es difícil y doloroso. No es como recordar las trastadas de la infancia o como soñar despierto. Requiere esfuerzo y concentración y las conclusiones no siempre son agradables. Hubo quien se puso a pensar una mañana y por la tarde ya estaba corriendo por la pista finlandesa como penitencia por las tonterías que había hecho en la vida. Si quiere seguir, ya sabe a lo que se arriesga.
Para empezar, necesitará un sitio tranquilo y una alarma que suene cada media hora. ¡Siéntese, cierre los ojos e intente reflexionar sobre la política española! ¡Riiinnngg! Se había quedado dormido. No se preocupe, nos pasa a todos las primeras veces. ¡Vuelva a intentarlo! ¡Riiinnnggg! Esta vez algo rondaba su mente justo antes de quedarse dormido. Vamos mejorando. ¡Otra vez! ¡Riiinnnggg! Se ha despertado gritando: “¡Sinvergüenzas! ¡Chorizos! ¡Os va a votar Rita!”. ¡Perfecto! Tres intentos nada más, una hora y media, y ya ha dado sus primeros pasos para convertirse en un ciudadano consciente. Ahora sólo tiene que perseverar en ese camino. Seguramente le dolerá un poco cuando se de cuenta de las muchas veces que le han chuleado, pero no se preocupe. También eso nos pasa a todos.