De repente, cual si de un castigo bíblico se tratase, el cielo se abrió sobre nuestras cabezas y empezaron a caer piedras del tamaño de nueces. Ni los más viejos habían visto nunca algo así. La famosa “gota fría”, aquella que veíamos con asombro por televisión, había llegado a nuestra comarca y, lo que es peor, probablemente ha sido para quedarse. Aquel cambio climático que sólo era una invención de científicos catastrofistas resultó no ser ninguna invención y, conforme la tierra va calentándose, Asturias se va volviendo más mediterránea. Detener esto requeriría la cooperación internacional, la racionalización del consumo por parte de los ciudadanos y el control de la explotación de los recursos por parte de las empresas, así que tenemos que asumir que no se hará nada. Los humanos somos así. Aquellos que sólo han visto el pedrisco en Facebook seguirán creyendo que lo del calentamiento global no es para tanto hasta que les caiga a ellos y, para cuando haya suficientes convencidos, será tarde.
Les sonará el eslogan publicitario: “Los pequeños gestos son poderosos”. Pues me temo que confunde vender ilusión con ser iluso. La realidad es que los pequeños gestos son pequeños y las grandes empresas son poderosas. No digo que no sea importante concienciar a los consumidores, pero no debemos imaginarnos que con eso bastará. Además de reciclar, conviene prepararse para el cambio de los tiempos y los cambios del tiempo. Hay que ir empezando a reemplazar los manzanos por naranjos, los castaños por palmeras e ir aprendiendo a bailar “Los Pajaritos”. Si empezamos a planificar ahora, nuestra comarca no resultará tan perjudicada. Después de todo, el “caloret” es bueno para el vino y para el turismo, dos de nuestras industrias emergentes. Más difícil lo tendrán en la costa para adaptarse a la vida submarina, pero eso ya es otra cuestión.
Tenía intención de comentar también el resultado electoral, pero no queda apenas espacio y me da pereza. De todos modos, creo que, si vuelve a leer el artículo en clave política, será suficiente.