Después de trescientos sesenta y cuatro días esperando, llegó el 16 de julio, El Carmen, La Descarga. Todos los cangueses de cuna, de cama o de sofá estarán aquí de un modo u otro, aunque sea a través de Internet o con la oreja pegada al teléfono desde el otro lado del mundo. El sentimiento es el mismo. Nada tengo que explicarles a ellos, sólo sumergirme en ese mar de emociones compartidas.
Pero no son los únicos que estarán, esperando con el alma en un puño a que suenen las campanas de la Iglesia de Ambasaguas. Enamorados de la pólvora y amantes de las emociones fuertes en general, novatos que han oído hablar tanto de La Descarga que quieren verla por primera vez con sus propios ojos y veteranos que después de haberla vivido ya no pueden pasar sin ella, todos estarán alrededor del Prao L’Molín. Para ellos, algunas sugerencias.
La primera, andar a tiempo. Si tienen intención de salir de Oviedo después de la siesta, asegúrense de tener buena cobertura en el móvil porque será la única manera de ver La Descarga, desde el coche en medio del atasco. Lo mejor es venir por la mañana, disfrutar de una preciosa sesión vermut, comer y buscar sitio sin prisas.
La segunda, andar con tiento. Aunque extremamos las medidas de seguridad, necesitamos la colaboración de todos para evitar accidentes. Hagan caso de los carteles, sigan las instrucciones de los responsables de seguridad, protéjanse la cabeza con un sombrero resistente y podrán disfrutar sin peligro. Cada volador que sube para arriba (y son miles) lleva una vara; cada uno de esas varas vuelve a caer y, peor aún, caen sin preocuparse de si debajo hay piel o suelo. Y las heridas duelen mucho.
La tercera, andar bien. La diversión y el respeto deben ir siempre de la mano. Disfruten sanamente y dejen a los demás disfrutar. Recuerden la regla fundamental de la folixa: “Vale más que te echen en falta que estar faltoso”. O, resumido: “Los que faltan sobran”.