Sin duda, una de las cosas que más atrae a los visitantes hacia nuestra comarca es su naturaleza exuberante y salvaje y uno de los factores que podría dificultar nuestra expansión turística son las malas comunicaciones. Por supuesto, sería absurdo permitir que la mejora de estas implicase destruir aquella. Conservar la belleza de nuestro entorno debe ser siempre la prioridad ya que, si perdemos eso, nadie tendrá interés en venir aquí. Por ello, el equilibrio entre la preservación de nuestra riqueza natural y la mejora de nuestra oferta de servicios, debe ser cuidadosamente mantenido.

Es maravilloso, por ejemplo, conducir por una de nuestras carreteras locales, cobijados bajo la sombra de un dosel de árboles, sintiendo como si te adentraras en un bosque infinito. Por desdicha, nuestra exuberante naturaleza no se conforma con exhibiciones aéreas; se empeña en mostrarnos también su poderío a nivel de suelo y, claro, como la anchura de nuestras sinuosas vías no es de por sí muy generosa, en muchas ocasiones hemos de optar (si es que nos da tiempo a elegir, que no siempre) entre el contacto frontal con el vehículo que viene o el lateral con la vegetación, ninguno de los dos especialmente beneficioso para la conservación de la chapa y pintura.

No pretendo ser un experto en el tema, pero me pregunto si a los turistas les importaría mucho que limpiásemos los bordes de la carretera antes del verano, antes de que lleguen y el tráfico sea más intenso, en vez de esperar a que se vayan, en otoño. Ya sé que no sería lo mismo, que se perdería emoción y contacto con la naturaleza. Ya sé que unas cuantas cicatrices en las puertas le dan un aire aventurero al coche. Ya sé que los chapistas no estarán de acuerdo. Pero, a aquellos interesados, les será fácil encontrar por doquier caminos que no se han limpiado en décadas, llenos de zarzas y ortigas. Y los usuarios que sólo pretendemos ir de un sitio a otro sin sobresaltos ni roces lo agradeceremos.