Recientemente se ha puesto en marcha una concentración parcelaria en los pueblos de mi parroquia y la adyacente, excelente idea que llega, probablemente por culpa nuestra, con cuarenta años de retraso. Como parte del proceso, un grupo de vecinos elegidos al efecto estamos recorriendo la zona en compañía del técnico encargado de calificar los terrenos. Es una experiencia interesante, que te permite conocer en profundidad tu terruño e intercambiar puntos de vista con tus paisanos; un recorrido por el espacio, pero también por el tiempo, por nuestro pasado, presente y futuro. Y, por ello, resulta también entristecedora.

En bastantes lugares donde sólo crecen zarzas, en nuestra memoria, muchos de nosotros podemos ver las vacas pastando; por caminos ahora difícilmente transitables, podemos escuchar el eco del rechinar de los carros y junto a los huecos que se abren en paredes derrumbadas con tejados caídos, podemos oler el aroma de los guisos sobre la chariega. Las huellas del abandono son evidentes por doquier. Casi un siglo de sangría demográfica nos ha ido arrebatando a nuestros jóvenes y, con ellos, el empuje, la ilusión e, incluso, la esperanza. La población de nuestros pueblos se ha reducido a apenas una sombra de lo que fue en tiempos y su envejecimiento es aterrador. Incluso en nuestro andariego grupo la edad media se acerca a los setenta.

Me cuesta resignarme a pensar que esto no tiene vuelta atrás, que dentro de medio siglo el matorral habrá cubierto completamente todo rastro de nuestras fatigas y desvelos. Pero la solución, si ha de existir, tiene que empezar ya y tiene que conllevar una firme y persistente voluntad política. Porque para revertir una tendencia negativa como esta no bastan las buenas palabras ni las iniciativas puntuales. Es necesaria una inversión importante, duradera y planificada. Y, por más que miro, no veo que en Asturias tengamos ahora mismo nada de eso. De momento estamos recibiendo más pedradas que promesas y muchísimas más promesas que ayudas reales. Esperemos que algo cambie en el futuro o no tendremos ninguno.