Imagínese que, haciendo caso omiso a las advertencias, va usted alegremente subiendo un puerto nevado con ruedas normales y sin cadenas. Seguramente la Guardia Civil le parará, le retirará de la circulación y, como mínimo, le echará una bronca, con toda razón. Está usted arriesgando su propia seguridad y la de los demás y, como adulto que es, puede y debe exigírsele prudencia y previsión cuando tiene la vida de otros en sus manos. Esto, sin embargo, no parece aplicarse a aquellos a quienes los ciudadanos pagamos por conducir nuestra región (y país). Cada vez que cae una “nevaduca”, los pesca en playeros y camiseta. No es sólo que no las vean venir (eso es lo que significa “previsión”), es que ni las ven pasar y tienen que ir luego corriendo detrás, intentando cogerlas por el rabo. Si las leyes fueran iguales para todos, hace mucho que la Guardia Civil debería haberlos retirado de la circulación.

Por segunda vez en menos de un año, una nevada ha dejado gran parte del suroccidente incomunicado y sin luz. No parecen haber aprendido nada de una para otra y dudo que estén aprendiendo algo para la siguiente. ¿Cómo es posible que, a principios del siglo XXI, cada día blanco traiga consigo una noche negra, como hace cincuenta años?  ¿Cómo es posible que, con cada incidencia climática, se multipliquen los cortes de carreteras? ¿Cómo es posible que estemos siempre tratando de paliar los daños en vez de prevenirlos? Esta vez los “responsables” políticos se reunirán con los “responsables” de las eléctricas, supongo que para intercambiar anécdotas y echarse unas risas. Espero que, entre copa y copa, llamen a la Real Academia para que les aclare el significado de “responsabilidad”, “previsión”, “mantenimiento” y “vergüenza”.

Al menos, contamos con la ayuda del ejército para que limpie las carreteras de ramas. Supongo que, al final, repartirán esa leña entre los que la necesitan, porque, si tuvieran que repartirla entre todos los que la merecen, no tendrían suficientes palos para darle a cada uno los suyos.